Hay muchos que no
quieren entenderlo o no quieren desechar lo que el mundo, «el
príncipe de este mundo» les ofrece. Es evidente que aceptar lo
que el mundo ofrece es mucho más fácil, atractivo y placentero que mirar la Cruz
que Jesús pone delante de ti. Pero, es evidente también que lo que el mundo te
ofrece es cosa de poco tiempo y, en el mejor de los casos, se acaba y te deja
siempre igual de insatisfecho. Es más, te esclaviza y te tiene siempre, como si
de una droga se tratara, corriendo detrás esa ficticia y ese espejismo de
felicidad.
La felicidad no está en la fama ni en las riquezas o poder. Simplemente está en el Amor. Un Amor misericordioso que nos ama y nos da la vida eterna. Un Amor que es Padre, Hijo y Espíritu Santo y que nos ama y que, en el Hijo y Espíritu Santo refuerza nuestra fe y nuestra esperanza. Pidamos al Señor, confiados en su amor misericordioso que nos dé confianza para vencer las tribulaciones porque Él ha vencido al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.