miércoles, 15 de mayo de 2024

¡PADRE, GUARDALOS DEL MALIGNO PARA QUE SEAN UNO COMO TÚ Y YO LO SOMOS!

La realidad es que estamos de paso por este mundo. Es evidente que no pertenecemos a él porque a él hemos venido y de él no vamos en nuestra hora final. Digamos que somos aves de paso y que en él podemos merecernos – entre comillas – alcanzar la Casa del Padre si cumplimos los mandamientos que nos propone el Señor.

Por tanto, si aceptamos esa renuncia del mundo y bautizados en el Espíritu Santo nos proponemos cumplir los mandatos del Señor y seguirle siendo fiel a su Palabra, experimentaremos el rechazo del mundo: seremos perseguidos, odiados, excluidos, señalados, apartados… incluso hasta amenazados de muerte. Seremos tentados por los tres grandes peligros del alma: mundo, demonio y carne. Sufriremos el asedio de nuestras propias pasiones y egoísmos. Experimentaremos desesperación, serenidad y debilidad para luchar contra el desánimo, el desamor humano y nuestra propia creatividad.

Lo mundano es corrosivo porque provoca la pérdida del sentido de la gratuidad. No desestabiliza y nos roba la buena intención de buscar la paz y la concordia. De alguna manera buscan anularnos y someternos para debilitar nuestra fe, nuestra esperanza y deseos de amar y amarnos misericordiosamente injertados en el Espíritu Santo. Y eso, si permanecemos en el Señor, no podrán hacerlo. Injertados en el Espíritu Santo, recibido en la hora de nuestro bautismo, seremos invencibles, a pesar de que nuestra vida sea un camino de cruz. Nuestra hora final será el gozo y la alegría de la Resurrección en el Señor Jesús.

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