No vamos solo,
sería una locura y una derrota segura. El diablo puede más que nosotros pero no
cuando estamos unidos al Espíritu Santo, tercera Persona de la Santísima
Trinidad. Y desde aquel día, bien por medio de nuestro padres que dieron el sí
por nosotros, o bien porque, ya adultos, decidimos seguir al Señor, en la hora
de nuestro bautismo, el Espíritu Santo vino a nosotros y desde ese momento nos
acompaña, nos fortalece, nos ilumina y auxilia para que superemos todas las
pruebas y tentaciones que el mundo, demonio y carne nos presenta.
Jesús se va a los
cielos pero nos promete que vendrá a nosotros desde el Padre el Espíritu de la
Verdad que enviará, nos dice. Y que procede del Padre. Estas son sus Palabras
según el Evangelio: (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo,
Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré
desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará
testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo
desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os
expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os
mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al
Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de
que ya os lo había dicho».
Estamos avisados para que nadie se sienta engañado. Sin embargo, ese camino que se nos presenta de espinas y sacrificios es camino de verdad y de gozo eterno. Es precisamente lo que todos sentimos en lo más profundo de nuestros corazones y que realmente lo hacemos con nuestra familia. La exigencia aquí, y por amor, es hacerlo con todos y, de manera especial con los pobres y necesitados, e incluso con los enemigos.
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