Y está sucediendo,
vivimos momentos de persecución y exclusión. Se nos acorrala hasta el extremo
de querer prohibirnos hablar con Dios. Se nos impide rezar en defensa de la
vida y la ley, se nos dice, no protege la vida de los más inocentes.
¿Qué está pasando?
Precisamente lo que nos dijo Jesús: (Jn 16,20-23a): En
aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo
que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está
triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no
se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.
También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará
vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me
preguntaréis nada».
Sus Palabras se
cumplen exactamente tal y como Él ha vaticinado y prometido. No fueron palabras
dichas ayer sino que nos separan miles de años. Y experimentamos y comprobamos que
se han ido cumpliendo en el transcurso de los siglos. Si queremos encontrar
milagros aquí tienen uno muy claro: Jesús nos dice lo que va a suceder en
nuestra vida, ya así está pasando.
Y esa es nuestra esperanza que, evidentemente, nos sostiene y nos fortalece para seguir adelante a pesar de las espinas del camino. Vivimos esperanzados en saber que el final nos sonríe, nos llena de gozo y alegría. Este mundo es algo pasajero, caduco y pasar por él nos da, siguiendo fiel a la Palabra de Jesús, el gozo y la felicidad de vida eterna. Realmente, ¡vale la pena!
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