martes, 28 de febrero de 2017

PONGAMOS LAS IDEAS CLARAS

(Mc 10,28-31)
Tan importante, como ser un buen discípulos de los escogidos por Jesús, es saber discernir y tener muy claro los criterios de lo que realmente nos dice el Señor. Es difícil juzgar y entender sus Palabras desde un contexto diferente como el nuestro. Nuestra vida es muy diferente a aquellos que vivieron en la época del Señor. Y las circunstancias, sin variar la esencia y el autentico sentido de sus Palabras, sí, quizás, tengan diferente aplicación.

Otra cosa a tener muy en cuenta es la respuesta de cada uno. La parábola de los talentos -Mt 25, 14-30- nos descubre que todos no hemos recibido lo mismo. Eso significa que todos no tendrán la misma respuesta. Y uno de los grandes errores dentro de la Iglesia es insistir y proponer a todos lo que tú haces y prácticas. Así, muchos movimientos y asociaciones se empeñan en añadir miembros, sin pensar en los carismas y capacidades que cada cual tiene. Todos salimos a pescar en el mismo mar para llevar a los peces a la misma pecera. Y no se trata de eso. La cuestión es posibilitar el encuentro con Jesús, y luego que cada cual descubra su vocación y donde injertarse o qué hacer. Entonces aparecen los diferentes servicios y vocaciones para elegir.

Es obvio que todos no podemos ser apóstoles ni vivir y responder con la misma radicalidad. Pues todos no somos iguales, pero sí todos podemos responder a lo que el Señor ha designado y encargado a cada uno. Eso lo sabrás tú y el Señor. Eso lo tendrás que descubrir tú con el Señor. Para eso está la oración, el diálogo con Él y poner nuestro corazón en Manos del Espíritu Santo.

¿Si todos nos vamos a las misiones, quien hace misión aquí, en nuestra ciudad, en nuestro pueblo? Si todos vamos a evangelizar allá, donde no ha llegado el Evangelio, ¿quién evangeliza aquí? Hacen falta obreros para todos los lugares y todos tenemos una medida y una capacidad para descubrir dónde tenemos que estar. Lo importante es no quedarte en sargento si tienes capacidad para ser capitán.

Dejarlo todo es poner en tu corazón al Señor. Es dejarle en centro de tu latir y vivir para que sea Él quien mande en tu vida y te llene de verdadero amor. Y experimentarás que tu vida cambia y todo tus valores se mueven de lugar, para dejar el primero y más importante el amor. El amor a los demás tal y cual lo recibes de tu Padre Dios.

lunes, 27 de febrero de 2017

SE HACE IMPOSIBLE SEGUIR A DOS SEÑORES

(Mc 10,17-27)
Cuando tu casa está llena de oro, vives para el oro. Y si está vacía, vives anhelando llenarla de oro. De una u otra forma vives pendiente de la riqueza. Tu corazón latirá al ritmo de lo que tenga, y si en él no está Dios pondrás todos tus afanes en servir a lo que en él viva.

La vida te ofrece muchos dioses: poder, bienes, fama, privilegios, honores...etc. Y el dinero como dios principal. Quizás el más poderoso, porque con él puedes conseguir casi todo lo demás. Toda tu seguridad la apoyas en él y ocupará el centro de tu vida. No podrás, entonces, servir a otro, porque tu corazón está atrapado por el dinero. Él será el dios de tu vida.

 Jesús, que conoces nuestras debilidades, nos lo advierte en el Evangelio de hoy. Nos habla del peligro de apegarnos a las cosas de la vida, sobre todo al dinero. Y es que si mantenemos nuestro corazón distraído y apegado a él, el dinero, olvidaremos a Dios y, por lo tanto, entregarnos a su servicio. Por lo tanto, Jesús ya nos lo dice: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!».

No podemos servir al Señor ni cumplir los mandamientos teniendo nuestro corazón contaminado con otras cosas de este mundo, que siendo necesarias nunca pueden ocupar el centro de nuestra corazón. Habrá que dejarlo todo para quedar libre de toda atadura, y ese dejarlo todo significa, no tanto que te quedes desprovisto de tus necesidades, sino que sea el Señor el centro, dueño y Señor, de tu vida, y todo lo demás vendrá por añadidura. Como buen Padre no nos dejará sin lo necesario.

En eso radica nuestra confianza en el Señor. Confiado en Él y en su Bondad y Misericordia. Porque sólo seguirás al Señor si aligeras tu carga y te despojas de todo aquello que interrumpe tu camino y te impide seguirle.

domingo, 26 de febrero de 2017

DESCANSADOS EN LA SEGURIDAD DEL SEÑOR

No cabe duda que hay que rendir al máximo y que los talentos recibidos hay que emplearlos. También es verdad que, si somos libres y tenemos voluntad e inteligencia, no podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando que Dios nos resuelva nuestros problemas. La responsabilidad es nuestra y, por eso, tenemos que espabilar para usar bien nuestros recursos y, también, para compartirlos.

Necesitamos ser prudentes, Mt 25, 1-12, y no dormirnos en los laureles, porque los peligros acechan y los malos tiempos también llegan. Somos responsables de nuestros bienes y del lugar del mundo en donde nos ha tocado vivir. Y lo hemos de cuidar con esmero, preservándolo para nuestro bien y el de todos los que lo vengan detrás de nosotros. Y, tras nuestro trabajo, descansamos en el Señor, porque Él nos cuida tal y como nos dice Jesús hoy en el Evangelio.

Somos las criaturas predilectas del Señor. Nos ha puesto en un mundo donde todo está en función de nosotros y para nosotros. Y lo debemos cuidar para conservarlo. Pero no perdamos de vista que ha sido el Señor quien nos ha regalado todo. Por eso, Él debe ser el centro de nuestra vida, y lo demás no debe atormentarnos tanto. Cada cosa a su tiempo. Lo importante es estar siempre en la presencia del Señor y lo demás se nos dará por añadidura. 

Pero eso no nos exime de nuestro esfuerzo y trabajo por hacer las cosas bien y ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Esa es nuestra responsabilidad. Pero siempre confiados en la providencia del Señor. Y eso nos plantea dedicarle todo nuestro tiempo. Porque de no ser así, pondríamos nuestro corazón en otras cosas, y nos olvidaríamos del Señor. Él nos lo advierte y nos lo dice: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. 

Nuestro corazón vivirá para las cosas que guarde dentro de sí. Si lo llenamos de ambiciones y apetencias materiales, a ellas se consagrará. Y si lo llenamos de la Gracia de Dios, en ella se centrará y entregará su vida. Conviene no mirar tanto las cosas, de las que el Padre Dios nos proveerá, sino centrarnos en buscar el Reino de Dios y su justicia.

sábado, 25 de febrero de 2017

LIMPIEZA DE CORAZÓN

(Mc 10,13-16)
Si el corazón está nuestra vida dejara de latir terminaría nuestro camino terrenal. Sólo, entonces, nos quedaría lo que en él hayamos guardado. Sí, porque en nuestro corazón se encuentra todas nuestras buenas y malas intenciones que derramamos a lo largo de nuestra vida. Allí quedan registradas. Se hace, pues, necesario mantenerlo limpio y bien cuidado.

Es verdad y de sentido común que, al principio, en su comienzo, nuestro corazón estaría limpio. Sus primeros pasos fueron cargados de inocencia y de buenas y limpias intenciones. Nuestro mundo era un mundo de verdad, de ilusiones limpias, de fantasías y generosidad. Un mundo de colores y de amor. Un mundo donde el amor se plasmaba en el buen corazón de todos los niños. Era la época honrada e idealista de nuestra infancia.

Pero, no podemos quedarnos ahí. La vida sigue su camino y crecemos. Y el crecimiento comporta crisis y también madurez. Una madurez que se ve amenazada por la contaminación y el aire viciado de la mentira y el pecado.Un madurez que se endurece y corre el peligro de ensuciar nuestro puro y limpio corazón de niño. La época adulta trae una constante lucha entre ese bien sembrado en nosotros desde niño y el adquirido por el ejercicio de nuestra libertad y voluntad durante la llegada a la madurez.

Se trata del bien y el mal. Se trata de comer del árbol prohibido tomando la fruta prohibida. Se trata de despojar nuestro corazón de todas sus buenas intenciones para que prevalezca las malas. Se trata de conservar nuestro corazón joven, puro y limpio. Se trata de una lucha a muerte. Y en ese torbellino de tentaciones, de luchas, de tiras y aflojas, nuestra meta es sostenernos en el Señor y no dejarnos arrastrar por las mentiras que nos arrastran y ensucian nuestros corazones.

Quizás es eso a lo que Jesús se refiere, al menos a mi, humildemente, me lo parece o entiendo. Debemos mantenernos siempre puros y limpios, para de esa forma mantenernos siempre jóvenes como niños, y sostener nuestro corazón lleno de verdadero y buenas intenciones.

viernes, 24 de febrero de 2017

¿EN DÓNDE DESCANSA LA RUPTURA?

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(Mc 10,1-12)
Cuando hay un enfrentamiento, ¿qué sucede? ¿En dónde está apoyado ese enfrentamiento? Buscando y sumergiéndose en esas profundidades del alma, quizás podamos hallar alguna razón que pueda arrojar luz donde descansas las razones y causas que den lugar a esas rupturas familiares.

Parece claro que cuando una relación se tensa, algo sucede. Pero descubrir el por qué no parece tan claro ni tan fácil. Indudablemente cada cual tiene sus razones. También parece claro que cada uno piensa de una manera diferente. Todos somos irrepetibles, por lo tanto habrá matices y diferencias que nos enfrentan. Para eso, Jesús nos habla de la misericordia. Él es Misericordioso, pues de otra manera no podría perdonarnos nuestros pecados.

¿Podría ser esa la razón? Necesitamos perdonar misericordiosamente nuestras diferencias y aceptarnos tal cual somos, pero siempre con un esfuerzo de crecer y perfeccionarnos. Es decir, de acercarnos y unirnos. ¿Se hace difícil? Posiblemente sí, porque mandan nuestros sentimientos y son libres para presionarnos y violentarnos y enfrentarnos. Sentimientos egoístas, pasionales, repudiables, de odio, venganza, ...etc. Cada cual busque el suyo.

Ahora, nuestro Padre Dios no nos ha dejado a la deriva. Nos ha adjuntado en nuestra creación una libertar y voluntad. Y con ellas podemos cambiar el rumbo de nuestros sentimientos. ¡No destruirlos, pero si someterlos! Y cuando la pasión quiera enfrentarnos y separarnos, podemos combatirla y someterla con nuestra voluntad y, por supuesto, injertados en el Espíritu Santo. Por y con amor y por obedecer y cumplir la Voluntad de Dios.

Porque es nuestro Padre; porque creemos en Él; porque en Él se esconde nuestra eterna felicidad y gozo pleno; porque lo que el mundo nos ofrece no es sino engaño, miseria y muerte. Por experiencia esa pasión en poco tiempo desaparece, y así todo lo demás. Porque sólo Dios quiere nuestra plena y eterna felicidad y gozo eterno. Prueba nos ha dado entregando a su Hijo para salvarnos y darnos esta oportunidad de corresponder a su Infinito Amor.

jueves, 23 de febrero de 2017

VIVIR BAJO LA MIRADA DEL SEÑOR


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(Mc 9,41-50)
Quieras o no quieras, tus pasos están bajo la mirada de Dios. Nada de lo que hagas se escapa a su mirada, así que todo lo que hagas revestido de buena intención y bañado de amor será bien acogido y recompensado por la Infinita Bondad y Misericordia de Dios. Por lo tanto, lo que importa no son las cosas y bienes que puedas acumular, sino la huella de amor que puedas dejar en el camino de tu vida.

Se te tendrá en cuenta todas tus buenas acciones, y así nos lo dice hoy el Evangelio: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa ». De la misma forma, Jesús nos descubre la ira de Dios con aquellos que escandalicen a uno de estos pequeños que creen: "mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar". 

Descubrimos en sus Palabras el gran valor que tiene el hacer el bien y, también, la gravedad que con nuestro mal testimonio podamos alejar a otros, sobre todo a los más pequeños e inocentes, de la fe. También nos habla el Señor de la ocasión de pecado. Sabemos y conocemos nuestra debilidad. Nuestra naturaleza, tocada y gravemente herida por el pecado original, está inclinada a pecar. Y si no nos cuidamos de ponernos en esas situaciones difíciles de vencer y que nos pueden, seremos presa de ellas y caeremos.

Por lo tanto, tendremos que actuar así: Y si tu mano te es ocasión de pecado, cortatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.

 Es decir, hay que quitarse del fuego, porque si no puedes quemarte. Hay que evitar lugares donde tus pasiones son exacerbadas y la tentación se hace intensa y difícil de ser vencida. Tratemo, pues, ser sal y luz de las buenas, para salar y alumbrar el gusto y la sabiduría del Evangelio.

miércoles, 22 de febrero de 2017

PEDRO, EL ELEGIDO

(Mt 16,13-19)
Sobre él recayó la elección. Él fue el elegido para orientar el rumbo de la barca eclesial. Él es el patrón que el Señor dejó al mando de su Barca. Y en ella vamos todos, orientados desde Pedro hasta el hoy, por Francisco. Es la Iglesia que el Señor dejó para, en ella y por ella, encontrar caminos de salvación.

Es difícil discernir por qué eligió Jesús esta forma de continuar su mensaje de salvación. Daremos muchas interpretaciones y también muchas opiniones, pero la única verdadera sólo la sabe Dios. Es verdad que su finalidad última es salvar a todos los hombres, y en eso debemos estar centrados todos los que navegamos en esa barca llamada Iglesia. Y esa misión pasa por la unidad.

Una unidad que necesita de todos, de las buenas intenciones y de la docilidad a sus indicaciones y sus señales. Una unidad que está iluminada por la acción y la asistencia del Espíritu Santo, y sin el cual la Iglesia iría a la deriva. Una unidad apoyada en la oración y en la disponibilidad del servicio y del amor. Un amor que se concreta en hacer y buscar el bien. Un bien apoyado en la verdad, la justicia y la fraternidad.

No es un poder de hacer y deshacer según convenga y apetezca. Quizás eso lo piensan muchos que tratan de desacreditar la jerarquía eclesial del Papa, sino un poder que se materializa en la autoridad del servicio, sobre todo, a los más desfavorecido y excluidos. Así están los ministerios de Cáritas y obras asistenciales que la Iglesia derrama por todo el mundo en ayuda a los más desfavorecidos.

Un poder que se apoya en la humildad y en la pequeñez de abajarse para asistir y servir a los demás. Un poder que se constituye en su propia esencia aquella noche de la santa Cena, dónde Jesús deja claro que ha venido a servir y a ser el último para darse a los demás.

Tengamos presente al Papa. Nuestro Papa Francisco hoy, y recemos por él prestándole toda clase de apoyo y docilidad a su palabra y al Evangelio siendo fieles a la Palabra del Señor.

martes, 21 de febrero de 2017

EL AMOR NO SE ENTIENDE

(Mc 9,30-37)
Nunca se comprenderá que alguien se dé gratuitamente hasta el extremo de dar su vida por el bien del otro. Siempre se interpondrá el egoísmo, que traerá envidia y venganza. Ese fue el móvil que mató al Señor. Una muerte entregada por verdadero amor. Un amor que nos hace hijos de Dios y nos salva.

Y eso se hace hasta difícil de explicar. Porque, el amor, dado de esa forma gratuita no se entiende. Los apóstoles no entendía nada, y si discutían de quien sería el primero. Están anonadados y concentrados en ocupar los primeros puestos. No se dan cuenta de lo que les enseña Jesús y de lo que se avecina. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». 

Sin embargo, ellos no entendía y temían preguntarle. ¿No nos pasa a nosotros algo de eso? No entendemos nuestra propia pasión y lo que nos importa es escapar de ella. Ambicionamos mejorar y alcanzar más poder y confort y, sin darnos cuenta, nos alejamos de esa máxima que el Señor nos propone: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». 

Esa es la médula del mensaje, el servicio. Jesús, el Mesías, no ha venido a ser servido, sino a servir. Esa es sus enseñanza que culmina esa noche de la santa cena. Y ese tiene y debe ser nuestro compromiso por mucho que nos cueste y no entendamos. O queramos evitar. El amor tiene que reflejarse en el servicio y en el compromiso. Un amor que se esfuerza en dominar los sentimientos y devolverlos por bien, aun habiendo recibido mal.

Y es que Jesús nos ama de esa forma, dando todo por compromiso de amor. Un amor, no sujeto a condiciones, sino voluntario. Un amor que no pregunta, ni exige, sino se da gratuitamente tal y como también lo recibe del Señor.

lunes, 20 de febrero de 2017

GENTE SIN FE

(Mc 9,14-29)
La fe lo puede todo. Son palabras de Jesús: Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!». Y claro, quien cree en Él. Porque el hombe no puede hacer nada sin el Señor. El hombre orgulloso, suficiente, engreido que creyéndose sabio vive en la necedad. Jesús hace hoy una advertensia a esa cerrazón y testarudez del hombre a abrirse a la sabiduría de Dios llenándose de humildad y de fe.

La fe se nos escapa de las manos, porque nuestra humanidad es limitada y pecadora. Queremos caer, pero dudamos. Dudó Pedro sobre las aguas; dudó Tomás en la resurrección de Jesús, y dudaron los apóstoles en muchos momentos del tiempo que pasaron con Jesús. Y dudamos nosotros también. Somos humildes y pecadores y, de esa forma, debemos presentarnos ante el Señor. Pidiéndole la fe, para también nosotros, en su nombre, y por su Gracia, hacer sus mismas obras en bien de los hombres.

Y en esto de la fe, la oración es fundamental. Necesitamos mucha oración. Eso no es otra cosa, sino estar constantemente en relación con el Señor en todo lo que hacemos y en todos los instantes de nuestra vida. Ora en el trabajo, ora en el descanso o mientras dormimos, porque siempre somos del Señor. Porque en la medida que oremos, es decir, hablemos y nos relacionemos con Dios, estamos confiando en Él y, por consiguiente, pidiéndole la fe.

Tratemos de no desfallecer y, perseverando e insistiendo, continuar, en cada instante de nuestra vida, pidiéndole al Señor que nos aumente nuestra fe para entregarnos totalmente a vivir y obras de acuerdo con su Voluntad.

domingo, 19 de febrero de 2017

IDEAL DE PERFECCIÓN

(Mt 5, 38-48)
No hemos sido creados para la mediocridad, sino para alcanzar la perfección. Ser santos es ser perfectos. Ese es nuestro ideal. Un Ideal con mayúscula. Sin embargo, puede que se nos ocurra alcanzarlo por nosotros mismos y eso sí está fuera de nuestro alcance. Es una locura. Una locura porque nos será imposible.

Sólo injertados en Xto. Jesús podremos alcanzarlo. Somo templos del Espíritu Santo y llamados a santificarnos. Somos templos de dios y, por tanto, ya santos. Una santidad que hemos de vivir y custodiar. Una santidad sostenida en la Misericordia de Dios. Misericordia con los amigos y enemigos. Una santidad que trasciende a todos los que nos caen bien y mal; a los buenos y a los malos. Una misericordia semejante , por su Gracia, a la del Padre, que hace salir el sol para buenos y malos. 

Es posible que, en el camino, encontremos muchas dificultades y peligros, pero sepamos que no vamos solos, que la Gracia de Dios nos acompaña y que nuestro ideal no es sólo cosa nuestra, sino que el Señor nos acompaña y nos lleva. Porque es Él, por su amor, quien quiere que todos los hombres se salven. Nuestro corazón, motor de nuestra vida, necesita un seguro de esperanza, la fe, pero, sobre todo, un conductor, el Espíritu Santo, que nos guíe y nos lleve a buen puerto.

La experiencia de saber que responder a un mal con otro mal no hace sino generar más mal, nos abre los ojos para saber que sólo con el bien podemos vencer al mal. Por eso, el amor es el arma poderosa que vence todos los males que el hombre provoca y hace. Y es el signo de la Cruz, donde el Señor entrega su vida por amor para vencer todo el odio y venganza que el mundo esconde en el corazón del hombre.

La Cruz es signo de victoria, porque con su sacrificio da respuesta de amor para la salvación de todos los hombres. Es el testimonio que propone el Señor, devolver bien por mal para vencer el odio, venganza y mal del mundo.

sábado, 18 de febrero de 2017

¡¡¡TRANSFIGURADO!!!

(Mc 9,2-13)
Hacía falta una prueba para despertar la esperanza y el ánimo en los apóstoles. Sobre todo en los más inquietos o destacados. La Transfiguración es uno de los momentos sustanciales e importante del la Vida de Jesús. Es una prueba palpable de su Divinidad. Da a conocer su Resurrección, pues se aparece Moisés y Elías conversando con Él. Y si esos personajes están con Él, es de suponer que han resucitado. Luego, la conclusión es clara.

Su transfiguración es un toque de ánimo a aquellos discípulos que se debatían en la incertidumbre y la duda. Es la vitamina que refuerza nuestra fe. La transfiguración es la llamada del Padre que nos recuerda que su Hijo, transfigurado, es el enviado, el Mesías que salvará al mundo. La transfiguración es el descubrimiento del rostros de Jesús. Es la insistencia del Padre para que pongamos toda la atención necesaria en escuchar a su Hijo: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».

Quizás exijamos nosotros que el Señor se transfigure de nuevo. Quizás pidamos pruebas de ánimo y señales que nos alienten. Pero, perdamos la exigencia de fiarnos y poner toda nuestra fe en su Palabra y promesas. Lo tenemos delante de nuestros ojos, y miramos para otro lado. Queremos que nos sorprenda y buscamos acciones notables. ¿Es qué, como aquellos de su tiempo, pensamos que el Señor tiene que estar  repitiendo sus actos? ¿Es qué no tenemos fe en su Palabra y el testimonio de los apóstoles?

Su Obra, aquí en la tierra, está consumada y nos toca ahora, a nosotros, abrirnos a la acción del Espíritu Santo, que nos acompaña para irnos revelando e iluminado sobre todo aquello que no hemos entendido y que nos falta por entender. Nuestro entendimiento es limitado y corto y no vemos más allá de lo que tenemos delante. 

Necesitamos destellos de luz para poder comprender y entender. Y quizás este, la Transfiguración, es uno de esos momentos que el Señor nos deja para que podamos entender que va a suceder más adelante.

viernes, 17 de febrero de 2017

LA PREGUNTA ES: ¿QUÉ BUSCAS EN LA VIDA?

(Mc 8,34-9,1)
Posiblemente, antes de plantearte la pregunta, te conviene mirar dentro de ti y preguntarte que posibilidades ves de conseguir eso que, dentro de ti, palpita y te impulsa. Primero tendrás que descubrirlo, localizarlo, y señalarlo. De otra forma, puede estar dormido y seguir durmiendo mucho tiempo. 

¿Descubrir qué?, pues que dentro de ti gravita un impulso de eternidad. Dicho de otra forma, anhelas la vida y te gustaría perpetuarte. ¿Es así? Pues, descubierto ese anhelo, sembrado en el corazón de cada hombre, podemos hacernos esa pregunta. ¿Es posible esa perpetuidad? Y a partir de ese planteamiento puedes empezar a dar respuesta a la pregunta planteada más arriba: ¿Qué buscas en la vida?

Indudablemente que en el mundo en que vives no la encontrarás. Sí, te hablaran de felicidad, de diversiones, de pasarlo bien, pero simplemente, en el mejor de los casos, un rato, un tiempo contado y limitado. Pero, sí hay una llamada como respuesta a esa tu pregunta. El Evangelio de hoy habla precisamente de eso: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues, ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles».

Está claro, a esto me refería al principio. Necesitas la fe, y hay razones para creer. Jesús ha pasado primero por la Cruz. En ella ha entregado su Vida para demostrarnos que la cosa va en serio y su verdadero amor. Ama quien está dispuesto a dar la vida por su amigo. Y Él la ha dado. Podemos decir muchas cosas a este Evangelio, pero creo que no hace falta. Quizás los mejor es reflexionar sobre ello, porque Jesús ha Resucitado. Ha vencido la muerte. Y ante eso toda duda queda despejada.

jueves, 16 de febrero de 2017

¿Y TÚ QUÉ RESPONDES?

(Mc 8,27-33)
Sabemos por la Palabra la respuesta de los apóstoles. Por ellos, y a través de ellos, y, fundamentalmente, por la Gracia de Dios, hemos recibido la Buena Noticia. Dios se ha hecho Hombre y está entre nosotros. Lo estuvo en Cuerpo presente con los apóstoles, pero también lo está ahora en Espíritu, y bajo las especies de pan y vino en cada Eucaristía. Y te pregunta, «¿Quién dicen los hombres que soy yo?».

Sabemos que ocurrió como respuesta a esa pregunta de Jesús a sus discípulos, y de cómo Pedro, impulsado por el Espíritu, respondió: «Tú eres el Cristo».  Pero, ahora, no está Pedro ni otros, la pregunta va dirigida a ti, directamente a tu corazón. Y eres tú, también yo, quienes debemos de dar respuesta. Porque ese respuesta es la que espera Jesús.

Y no vale decir lo mismo que dijo Pedro, sino, a parte de decirlo, también vivirlo como lo vivió él y todos los demás discípulos. Y no nos asustemos, no tengamos miedo como nos dijo san Juan Pablo II, porque no seremos nosotros, como ocurrió con Pedro en aquella respuesta. Será el Espíritu Santo, con nuestro permiso, quien hablará y actuará por nosotros. Simplemente tendremos que dejarle y ponernos en actitud contemplativa y de suplica. El Señor, como buen Alfarero, modelará nuestro corazón transformándolo en un corazón a su imagen y semejanza.

No busquemos excusas, ni justificaciones. Pongamos nuestros corazones en sus Manos con fe y con todas las fuerzas de la que ahora somos capaces. Él, el Señor, transformará nuestra agua impura y contaminada en el buen vino que sirve para endulzar la vida, darle color y sentido y transmitir paz. gozo, paciencia, entrega, generosidad y, sobre todo, mucho amor. 

Y contemplémoles en el silencio de nuestro corazón. Vivamos en su presencia cada instante de nuestra vida tomando conciencia que es el Mesías y vive y está entre nosotros para llevarnos, en su segunda venida, cuando Él lo decida, a la presencia del Padre que nos espera.

miércoles, 15 de febrero de 2017

SE NECESITA TIEMPO

(Mc 8,22-26)
Todos sabemos por propia experiencia que se necesita tiempo para asentar y afirmar las propias convicciones. El hombre no nace aprendido, decimos, sino que necesita tiempo para forjarse y modelar sus pensamientos y convicciones. De la misma forma, el embrión de la fe, sembrado en nuestro corazón desde el momento de la concepción, necesita tiempo, espacio, silencio, palabra y testimonio para ir despertándose y sembrándose. Dependerá en buena medida de la calidad de nuestra tierra.

Es lo que parece decirnos Jesús en el Evangelio de hoy. Primero le buscan. ¿Le buscamos nosotros? Y, luego, le presentan a un hombre ciego. Supone eso que el ciego se deja llevar al encuentro con Jesús, pero que también otros, quizás te toque a ti, le llevan al encuentro con Jesús. 

Y realizado el encuentro, Jesús le invita a retirarse, a apartarse, a buscar espacios de silencio y de encuentro consigo mismo. Es una invitación a salir de nosotros mismos; a despojarnos de nuestros propios prejuicios, de nuestras apetencias y egoísmos. Para ver hay que despejar el horizonte y aclarar todo aquello que emborrona nuestra vida. Y es que cuando se limpia la habitación, parece mayor, más grande y hasta la vemos de otra forma.

Igual ocurre con nuestra alma. Cuando la limpiamos en confesión, todo se ve de otra forma e incluso nuestra fe se afirma, se fortalece y hasta, podríamos decir, que ve más claramente. Pero observamos que eso lleva un proceso y un tiempo para madurar. Ese intento, que experimenta el ciego curado por Jesús, de no ver a la primera vez nos hace pensar en la necesidad del tiempo.

 Jesús vuelve a imponerle las manos y todo se aclara. Hay como una segundo intento, como un insistir y perseguir esa fe que necesitamos pedir y abrirnos a recibirla. Pongámonos en camino y en disposición de recibirla.

martes, 14 de febrero de 2017

MIES Y OBREROS

(Lc 10,1-9)
El Evangelio es una propuesta. Nunca una imposición. Si Dios da a Moisés los mandamientos de la Ley como mandatos a cumplir, Jesús sugiere y propone las bienaventuranzas como propuestas de gozo y felicidad. Son felices y dichosos aquellos que abren su corazón a la Palabra de Dios. Por eso, porque sabemos que tú, y también yo, buscamos la felicidad, la Buena Noticia del Evangelio es anunciada a todos los hombres sin ninguna distinción. 

Hoy, Jesús designa a otros setenta y dos y los envía a la misión de proclamar su Palabra. Y surge la pregunta, ¿no estamos, tú y yo, incluidos en ese grupo? Porque en esos setenta y dos estamos incluidos todos los bautizados. Pues, por nuestro Bautismo quedamos comprometidos y configurados con Xto. Jesús, y somos sacerdotes, profetas y reyes. Y hemos recibido el Espíritu Santo. El mismo que recibió Jesús en su Bautizo.

Estamos, pues, asistidos e iluminados por la sabiduría Divina para proclamar, de Palabra y Vida, la Buena Noticia de salvación. ¿Y cómo ir? Nos lo dice Jesús, desprovisto de todo equipaje que nos impida ser luz y sal entre los hombres. El Padre nuestro, la oración que Jesús nos enseñó nos marca y nos dice como debe ser nuestra actitud en el camino. Una actitud santificante, dócil a la venida de su Reino, aceptando la Voluntad del Padre.

Una actitud de sabernos hijos necesitados que rogamos su Gracia y Misericordia. Necesitados del pan material, pero también del espiritual, para de esa forma ser fiel y capaz de servir a la proclamación de la Palabra desde la vida y el servicio.

lunes, 13 de febrero de 2017

¡ES QUÉ JESÚS NO TE DICE NADA?

(Mc 8,11-13)
Pedimos pruebas y pruebas. Queremos que nos saquen de duda y que nos confirme su Divinidad. Pero, ¿dónde se esconde el secreto de esta insistencia? ¿Quizás buscamos confirmar un Mesías que coincida con nuestra ideas? Nos ocurre en los grupos y dentro de la Iglesia. Queremos un Mesías que dé respuestas a nuestras preguntas e inquietudes, y no nos sirve que venga uno que no lo podamos nosotros controlar o entender. Nuestros criterios nos pierden.

Queremos un Dios que actúe como a nosotros nos gusta y nos agravia que se nos presente de otra forma. Posiblemente, ahí se esconde esas insistentes pruebas que les demuestren que están equivocados. No ven lo que tienen delante, ni se esfuerzan en discernir qué hace y cómo actúa Jesús. Queremos que se amolde a nuestra manera de ver el mundo y caemos en una y otra contradicción.

Pues, si viene a salvarnos, ¿quienes somos nosotros para proponerle la forma de salvarnos? Posiblemente eso fue lo que apartó a Judas del Señor. Y a muchos otros en este mismo momento. Queremos respuestas y soluciones a nuestros problemas, y las queremos según nosotros lo pensamos. Y, sin discernir ni pensar nos atrevemos a rezar el Padre nuestro.

¿Es qué no le pedimos que se haga su Voluntad? Pero, ¿es qué eso lo decimos de broma o no sabemos lo que decimos? Se lo pedimos y luego queremos hacer la nuestra, ¿en qué quedamos? Quedamos al descubierto de nuestros propios problemas. Y Jesús no nos responde con ningún otro signo, pues tenemos delante al único y verdadero signo de nuestra salvación, el propio Jesús. 

Él es el Mesías que ha de redimirnos y, entregando su Vida, va a pagar por todos nuestros pecados. En Él somos salvados y rescatados del poder de la muerte.

domingo, 12 de febrero de 2017

LA LEY VIVE EN EL CORAZÓN

(Mt 5,17-37)
Nos asimos a la ley como un conjunto de leyes que hay que cumplir. Y nos pegamos a la letra y al cumplimiento como norma que no se puede incumplir. Pero, sucede, que muchos, precisamente los que mandan, a veces la adaptan a sus intereses. Sin embargo, la Ley es algo más que una norma o un cumplimiento. La Ley tiene también un espíritu que llega hasta la misericordia.

Jesús alarga la ley hasta lo más profundo del corazón. Porque no solamente mata aquel que quita la vida a una persona, sino también el que la deshonra, la critica difamándola y murmura desprestigiándola. No sólo roba el que se apodera de algo ajeno, sino también aquel que vive en el deseo de tener lo que tiene el otro y ambiciona poseerlo incluso despojando al otro. 

No sólo comete adulterio aquel que lo consuma, sino también aquellos que lo desean y lo consciente en su corazón gozando en ello. No sólo es la materialización de los hechos, sino también las intenciones del deseo de querer hacerlo. Jesús va más allá de lo meramente escrito. Llega y profundiza en el corazón del hombre. Por eso, nadie puede juzgar al otro, porque no llega a entender lo que alberga el corazón del otro.

No es cuestión de cumplir sino de vivir en y con el pensamiento más puro. La Ley no es sólo un acto de hacer o no hacer, sino de sentir y vivir. Así dice la santa Madre Teresa de Calcuta: "Ama, porque el amor es lo único que llenará tu vida". No son las leyes, cumplimientos, normas y tradiciones las que van a llenar tu vida, sino las buenas intenciones que anidan en tu corazón y los buenos pensamientos. Y en eso consiste el amor.

Amar no son sentimientos, ni afectos, ni caricias, ni emociones. El amor es un compromiso. Un compromiso con la verdad, la justicia y la paz. El amor hace que la Ley se cumpla porque busca el respeto, la verdad, la justicia, la paz. Pero, también, el amor escucha y comprende, y, por lo tanto, perdona. Porque quien ama es también misericordioso. Quien ama cumple la ley.

sábado, 11 de febrero de 2017

DESPIERTA MI HAMBRE DE TI, SEÑOR

(Mc 8,1-10)
En muchas ocasiones seguimos al Señor. Incluso, hay momentos que nos sentimos eufóricos y con mucho entusiasmo. Es, entonces, cuando le damos el lugar que le corresponde en nuestra vida, el primero, el centro de todo nuestro ser y obrar. Sin embargo, pronto todo se viene abajo, como la semilla que sembrada entre pedregales y abrojos se seca y se pudre.

Quiero, Señor, que esa hambre se despierte dentro de mí y que perdure y se sostenga dentro de mi corazón por tu Gracia. Y dé frutos. Frutos que alegran la vida de todos aquellos que se cruzan en mi vida y le den fuerza y alimento espiritual. Y eso, Señor, sé que sólo Tú lo puedes dar. Despierta en mí esa hambre de amor y de hacer tu Voluntad.

Quiero alimentarme de tu Palabra, y fortalecer mi espíritu, para saciada mi hambre y sed de Ti, transformarme yo también en pan y alimento que despierte la sed de buscarte y estar contigo. Porque Tú, Señor, eres dueño de la Vida y la muerte, y, por verdadero amor, nos ofrece la salvación.

Empeñémonos en seguir al Señor y llenarnos de su verdadero alimento: su amor por nosotros, para llenos de Él corresponder nosotros de la misma forma. Pidamos sabiduría para dar respuesta a nuestras posibilidades, que muchas veces las dejamos dormir indiferente sin comprometernos con la realidad que nos rodea. Es verdad que nos sentimos impotente, y recurrimos con asiduidad a justificarnos apoyándonos en esa impotencia, pero también sabemos que, por la Gracia del Señor, podemos movernos y responder.

Y eso es lo que quiere el Señor, que hagamos algún movimiento. Darle nuestros cinco panes y peces, y luego Él pondrá el resto. Creamos en su Podre, en su Amor y Misericordia.

viernes, 10 de febrero de 2017

EL ENCUENTRO CON JESÚS NO SE PUEDE OCULTAR

(Mc 7,31-37)
Cuando tienes una experiencia con Jesús no puedes callarte. Es tanto el gozo, la alegría y la experiencia de sentirte salvado que corres a pregonarlo por doquier. Es el júbilo de la Gracia, la misma que recibimos en nuestro Bautismo, pero, ¿dónde se ha quedado nuestra fe y nuestro encuentro con el Señor? ¿Se ha dado, o se ha quedado en la misma ceremonia bautismal?

Es posible que nosotros tengamos también que pedirle al Señor que nos abra los oídos y desate nuestra lengua. Tanto para escuchar su palabra como para proclamarla. «Effetá» es la palabra que necesitamos oír y experimentar. "¡Ábrete!" a la acción del Espíritu Santo. 

Esa es la pregunta de nuestra humilde reflexión: ¿"Estamos dispuesto a abrirnos a lo que el Espíritu Santo nos vaya indicando"? ¿Nos disponemos a ello? Ese es el síntoma de la fe, la inquietud y el deseo de abrirnos, de estar atento para ponernos en camino, para ser dócil a su Palabra.

En estos días estamos viendo como la fe actúa. Como el Señor responde a aquel que le pide con fe. Y es que Él nos lo ha dicho ( Jn 14, 13). Posiblemente, nuestra fe esté muerta o casi muerta. O, quizás, dormida, despistada, inconsciente, distraída, pasiva, tribulada, indiferente, simulada y desviada por las cosas de este mundo.

Necesitamos despertar, ver y oír. Y, para ello, busquemos al Señor en el camino de nuestra vida. Acudamos a Él con fe, confiados y dispuestos a dejarnos empapar por su Gracia y despertar a la vida. La verdadera Vida Eterna y en plenitud de gozo que tanto buscamos.

jueves, 9 de febrero de 2017

LA FE NOS SALVA

(Mc 7,24-30)
Se me pone los pelos de punta cuando leo este Evangelio y también otros donde la fe es la protagonista. Y digo que se me ponen los pelos de punta porque me pregunto: ¿Y me fe? Ya Jesús nos dice en Jn 14, 12., y no hay excusa. Se trata de creer en Jesús y todo lo demás vendrá por añadidura. Y suceden esas cosas con personas que incluso son paganas.

Una mujer sirio fenicia que cree que el Señor la curará. Y tanto que lo cree que persiste e insiste. Y a la respuesta de Jesús no se da por vencida sino que reclama, por decirlo de alguna manera, sus derechos de ser hija de Dios. Porque hemos sido creados por Dios, y Dios no abandona su creación y a sus criaturas.  Y confiada. Me atrevería a decir, iluminada por el Espíritu, que ve su perseverancia, su insistencia y como se agarra a su última esperanza, responde: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños».

Te quedas ensimismado, perplejo, aturdido, emocionado. Pierde en sentido y la noción del tiempo al comprobar como la fe logra la respuesta del Señor. Como a la fe el Señor se somete y otorga su Amor. Podemos pensar que el Señor quería hurgar en la fe de aquella mujer y ver hasta donde llegaba su confianza en Él. Y Jesús, el Señor, no regatea ni la hace esperar:
                                                              Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija». Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido. Es decir, porque has creído se te concede lo que pides. ¿Es nuestra fe así?

Es hermoso y conveniente medita y reflexionar sobre el alcance de nuestra. Porque todo cambia y nuestro corazón empieza a transformarse desde el instante que crees firmemente que estás salvados si crees que Jesús, el Señor, en el nombre del Padre, te puede salvar. Se hace la luz en tu corazón y todo se transforma. La alegría y el gozo te invade y hasta experimentas que el tiempo se detiene y se hace eternidad.

miércoles, 8 de febrero de 2017

EL PECADO MORA DENTRO DE NOSOTROS

(Mc 7,14-23)
Nuestra naturaleza está tocada, muy herida, pero no muerta. Eso significa que hay esperanza de vida, pero no basta con nuestras fuerzas, pues la herida (pecado) es muy profunda y el Maligno nos vence siempre. La enfermedad es interna y la curación tiene que venir también de dentro. Lo externo es sólo la fachada, la apariencia, que también conviene cuidarla, pero la medicina hay que ingerirla interiormente hasta lo más profundo del corazón.

El Evangelio de hoy es tan claro que no entenderlo es casi imposible. El sentido común nos da a entender que lo que realmente mancha al hombre es el pecado, las malas intenciones. Y esas se forman dentro del corazón del hombre mal intencionado. Por eso necesitamos cambiar nuestro corazón, la sala de maquina donde se forjan nuestras buenas o malas intenciones.

Todo en Dios es bondad, pero no así en el hombre. Nuestro corazón, libre para elegir y optar, se contamina del mal, de las pasiones, fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Y herido por el pecado queda sometido y dominado. Le será imposible escapar a ellas por sus propios medios. Necesitará el concurso del Espíritu Santo, para sostenerse firme e ir cambiando su corazón de piedra por uno de carne, abierto a la acción del Espíritu y dispuesto a entregarse al amor verdadero y generoso.

Necesitamos claramente la Gracia de Dios. No podremos vencernos sin la ayuda del Espíritu Santo. Ver las cosas según las ve Dios nos es imposible solos, pero en Él será de otra forma. Vendemos nuestra alma por pequeñas cosas; por pequeñas comodidades; por un rato de ocio, que empobrece nuestra vida más que llenarla de gozo y alegría, pues se termina y nos esclaviza dependiendo de ello. Perdemos el horizonte de experimentar el gozo de estar con el Padre, y vacilamos en perderlo por un puñado de basura. Basura que sabemos que tiene sus días contado.

Busquemos limpiar nuestro interior y llenarnos de buenas intenciones. Un corazón limpio y bien intencionado para hacer sólo el bien y amar, anteponiéndote a Ti, Señor, a todas las cosas de este mundo caduco.

martes, 7 de febrero de 2017

IMPORTA EL CORAZÓN, NO LA NORMA O EL MÉTODO

(Mc 7,1-13)
Parece que estamos más inclinados a las normas y tradiciones que a las buenas intenciones. De nada sirve aplicar los métodos o tradiciones si luego tu corazón no alberga buenas intenciones. Porque no se ama con las normas ni los métodos o formas de orar, sino con el corazón. Es lo que nos dice Jesús, ama y luego haz lo que quieras. Porque el que ama hará siempre las cosas en verdad y con justicia.

Y es que ocurre eso en nuestra vida. Cuidamos las cosas externas, apariencias, sin importarnos tanto lo que pensamos intencionadamente en nuestro corazón. Porque es ahí donde reside y se genera el mal. No queremos decir que las tradiciones no sean importantes y buenas conservarlas, pero siempre y cuando sean y estén en función del bien del hombre. El tiempo camina y nosotros no seguimos el ritmo, porque nuestras horas en este mundo están contadas, y eso conlleva formas nuevas de vidas y costumbres. Y a eso hay que adaptarse, sin perder que todo está para el bien de las personas.

Precisamente, eso es lo que significa ser libre, buscar el bien. Quien es libre ama, porque amar busca eso, hacer el bien. Pero, eso que ocurría en tiempo de Jesús, sigue vigente hoy. Incluso, diría que ha aumentado en exageración, pues parece que las leyes y costumbres someten al hombre. Incluso, los caprichos de los mismos gobernantes. ¿Qué ocurre con las personas mayores? Antes, según las tradiciones, daban dinero y bienes para el Templo y se libraban de cuidar a sus padres, que no podían disponer de esos bienes. Y ahora, los que tienen dinero los ponen en residencias, y los que no tienen, lo hacen en hospitales o centros geriátricos públicos.

La clave está en quitárnoslo del medio y nos desviamos del cuarto mandamiento. Es decir, cumplimos con lo externos, pero falseamos las intenciones de nuestro corazón. Quien honra al padre expía los pecados; quien glorifica a la madre es como quien reune un tesoro (cf. Sir 3,2-6). Son nuestros padres una ocasión y oportunidad para ganarnos la Vida Eterna atendiéndolos y cuidándolos. Sin embargo, el mundo los ve como molestia y obstáculos, y trata de sacudírselos. En eso se esconde la eutanasia.

lunes, 6 de febrero de 2017

CONTACTO CON JESÚS

(Mc 6,53-56)
Jesús no pasa desapercibido, lo buscan para que cure a los enfermos. Donde quiera que vaya, enterados de su presencia, acuden a Él de manera multitudinaria. El Evangelio dice: Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que les dejara tocar la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.
Hoy, tú y yo, somos unos privilegiados. No tenemos que buscarle. Sabemos dónde está y podemos visitarle en cada momento y hasta recibirlo como alimento espiritual cada día. La pregunta es: ¿Tomamos conciencia de la presencia del Señor en nosotros? Si aquellas personas creían que con tocar su manto quedaban curados, ¿qué podemos pensar nosotros cuando lo recibimos en Cuerpo y Sangre bajo las especies de pan y vino?

¿Somos conscientes de esa presencia y de ese contacto espiritual que es el mismo Jesús en nosotros? ¿Somos conscientes de que nos configuramos con y en Jesús? Y es más, ¿descubrimos el poder que tiene tener al Señor, no tocarle simplemente, con nosotros? ¿Creemos en ese poder y todo lo que podemos hacer según su Voluntad?

Por ahí van los caminos de nuestra reflexión evangélica de hoy.  Es bueno preguntarse la medida de nuestra fe y hasta donde llega. ¿Creo que con y en el Señor puedo hacer tanto como Él hizo y nos prometió que también nosotros podíamos hacer (Jn 14, 12)? Y si no lo hacemos puede ser porque nuestra fe está todavía verde, o porque quizás no sabemos discernir lo que conviene hacer.

Porque no se trata de hacer y hacer y convertirnos en unos magos poderosos. Se trata de hacer lo que conviene, según la Voluntad de Dios, y es bueno para todos los hombres. Se trata de hacer que ayuda a los hombres a la conversión y al encuentro personal con Jesús. Se trata de convencernos que en las Manos del Espíritu Santo podemos hacer lo que el Señor quiere que hagamos.

domingo, 5 de febrero de 2017

SAL Y LUZ

(Mt 5,13-16)
No cabe ninguna duda que tú eres ejemplo cuando haces las cosas bien. Los nombres de las calles, las placas conmemorando un homenaje, las esculturas de ciertos personajes hablan de que esas personas fueron ejemplo de bien hacer. Y eso significa que esas personas fueron sal y luz. 

Porque ser sal significa que damos sabor y gusto a todo aquello que nos rodea; que contagiamos de buen sabor y de vida a todo aquello que está en nuestro ambiente y se mete en nuestra vida. Porque ser sal es alegrar la vida y contagiarla de ese perfume que la hace hermosa y apetecible. Porque ser sal es irradiar lo que tú eres, o lo que es lo mismo, criatura de Dios y llamado a la Vida Eterna. Y eso que eres lo transmites y lo dejas ver cuando te comportas en la vida como lo que eres, es decir, salando todo aquello que tocas con el aroma del amor de Dios.

Pero también, al mismo tiempo que das sabor a esa llama de amor que llevas sellada en tu corazón, iluminas con ese fuego la vida de los demás. Irradias buen testimonio, das buen ejemplo y desprende aromas de amor que canta el reflejo del Amor de Dios. Eres también luz, y como tal no te puedes esconder en la oscuridad y ser opaco. Has sido creado para amar y ser reflejo de Dios, y lo haces cuando, además de ser sal eres también luz. Es decir, dar sabor y alumbras la vida y el camino que nos lleva a la felicidad.

Y ese camino es el que conduce al Señor. Posiblemente, no aparezcas, o no te notes, pero tu sabor y perfume se huelen y se buscan. La gente se queda en los buenos ambientes. En aquellos ambientes donde se respira buen olor y se huele buen perfume. 

La gente busca el espacio de paz y amor, donde la convivencia esté presidida por la verdad y la justicia. Y eso tiene que salir de ti, porque Dios ha puesto en tu corazón esa sal y esa luz para que contagies al mundo.

sábado, 4 de febrero de 2017

PERDIDOS EN EL CAMINO

(Mc 6,30-34)
Es bueno, de vez en cuando, perderse en el camino. Perderse con la intención de descansar y, tranquilos y en paz, reflexionar. La reflexión es la luz que alumbra el camino y lo pone en orden. Pero, siempre y cuando el indicador y guía sea la Luz del Espíritu Santo.

Lo que ocurría en tiempo de Jesús puede estar pasando también hoy. La gente anda perdida y sin brújula. Necesitan orientación y mucha luz. Quizás tú y yo, en nombre y por la Gracia del Señor, podemos ayudar. Claro, para eso, primero tenemos que orientarnos nosotros, para luego orientar a los demás. Y, no cabe ninguna duda que, la brújula, en la que buscamos orientación es el Espíritu Santo. Lo hemos recibido en nuestro Bautismo y ha venido para alumbrarnos a seguir los pasos de Jesús, el Señor que nos guía y nos salva.

Sólo, desde esa unión con Él podemos también nosotros ser luz para los demás y ayudar a, encontrándonos, a que también los demás puedan encontrar el camino que lleva al Señor, y por Él, a la Vida Eterna junto al Padre. Y eso nos exigirá mucho trasiego y fatigas. Hoy es uno de esos días que poco he descansado. Los compromisos familiares y los espirituales a veces se encuentran y producen estrés y desasosiego. Son las 22 horas y veinte minutos y estoy escribiendo las reflexiones de mañana. Todavía quedan cosas que hacer de este día. Acabo de llegar de la catequesis de Bautismo, y el cansancio empieza a hace mella. 

Experimento el Evangelio de hoy y adviertes que no podemos hacer todo lo que nos gustaría. Se hace realidad la falta de obreros y lo extenso de la mies. Pero, también se experimenta gozo y la satisfacción del deber cumplido, de darte gratuitamente por hacer el bien y abrir camino para que los demás puedan caminar. Y todo por la Gracia de Dios, que experimenta te llena de sabiduría y te da fuerza para seguir adelante.

viernes, 3 de febrero de 2017

LA FAMA NOS INTRANQUILIZA

(Mc 6,14-29)
Cuando alguien adquiere fama suele ocurrir que genera envidia. Sobre todo en aquellos que ven en peligro su situación o se sienten perjudicados por su presencia. O simplemente por propia vanidad. Somos inclinados a no alegrarnos con los éxitos de otros. Pero, el caso que nos ocupa es el del rey Herodes. Llega a pensar que ese Jesús del que tanto se habla es el espíritu de Juan resucitado. Ese Juan que él mismo había mandado matar por su promesa a la hija de la mujer de su hermano Filipo, Herodías.

Sabemos la historia, pero lo importante es aplicarla a nuestra vida. También nosotros podemos matar a otras personas con nuestra lengua y murmuraciones. Cuántos criticamos y desnudamos a otras personas de su honor con falsos testimonios y mentiras. Se dice; se rumorea. Pero, al final no se sabe nada. Todo queda en un a lo mejor; posiblemente. Tenemos que saber distinguir donde y en qué nos tenemos que comprometer o ser consecuente con nuestra palabra.

Porque no se puede cumplir una promesa haciendo un mal. Nunca se puede satisfacer algo prometido cuando lo pedido y solicitado va y atenta contra el honor y la dignidad de la persona. ¡Y menos aún cuando se trata de la vida! Pero esas cosas ocurren cuando anteponemos nuestro prestigio y nuestra soberbia a la verdad, a la justicia y al sentido común. Y cuando no valoramos la vida de las demás personas.

Hoy también ocurre con muchos niños asesinados en el vientre de sus madres. Porque priorizan sus intereses, ya sean económicos, profesionales, de comodidad o de satisfacer sus pasiones y apetencias. Se mata a la criatura, porque, ¿cómo voy yo a perder mi vida? ¿Qué le digo a mi jefe, o qué hago con mi profesión? Hay muchos Herodes en el mundo y conviene mirar para adentro y reflexionar, porque también muchos católicos somos cómplices con nuestros votos a permitir el aborto.

Pidamos luz, fortaleza, sabiduría y voluntad para poner delante de todo, la vida y los valores de la justicia, la verdad y la dignidad de la persona humana.

jueves, 2 de febrero de 2017

PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

(Lc 2,22-40)
También nosotros hemos sido presentados. Por un lado han dado justificación en el juzgado de lo civil de tu nacimiento. Y también hemos sido registrado y empadronado en el Ayuntamiento de nuestro pueblo o ciudad. Son los tramites que la ley exige y prescribe.

Pero, también, si nuestro padres son cristianos creyentes, nos han bautizado en la Iglesia. Para ello solicitan el Bautismo y nos presenta a la comunidad de la Iglesia. Jesús también, como cualquier hijo de Israel, fue presentado en el Templo de Jerusalén, según la Ley de Moisés, para su consagración al Señor. 

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. 

Si observamos las palabras de Simeón, advertimos como describe la misión de Jesús. Como canta la salvación que Dios ha ofrecido a su pueblo enviando al Mesías, al salvador y redentor. Proclama que sus ojos han visto ya al Salvador al contemplar a aquel Niño. ¿No es esto una prueba más que suficiente para todos aquellos que quieren pruebas? ¿Es qué están ciegos?

Y continúan Simeón diciendo que es la salvación que ha preparado el Señor a la vista de todos los pueblos. Luz para iluminar a los gentiles y gloria de Israel. Somos nosotros los destinatarios de esa salvación. Ahora, ¿abrimos nuestros ojos para que esa Luz nos ilumine? O dicho de otro modo, ¿nos dejamos iluminar por esa Palabra que nos salva y nos señala el camino de salvación? Será cuestión de reflexionarlo y meditarlo. Pero también de pedirlo y abrirnos a la Gracia del Espíritu Santo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

¿PROFETA EN TU PUEBLO?

(Mc 6,1-6)
Se hace difícil ser reconocido en su propio pueblo o ciudad. Allí, donde te conocen tus méritos no son valorados. Serás siempre el hijo de fulano o mengano, y tu labor será criticada. Más, sobre todo, si eres un hijo de un carpintero y de María, una mujer sencilla y humilde. Y es que la convivencia desnuda tu vida y los que la conocen no la valoran. 

A pesar de tus milagros y sorprenderse por lo que dices y haces, remitirán siempre sus criticas a tus orígenes y, en base a ella, no serás escuchado ni valorado. Por eso, dice Jesús: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio».

Jesús mismo lo sufrió, y tuvo que alejarse de su pueblo para ser reconocido y valorado. Allí siempre sería el hijo del carpintero y de María. Y a pesar de admirarse de las cosas que hacía, no podían olvidar que allí estaba su familia y parientes. Luego, ¿de dónde le viene este poder? Indudablemente, nadie es profeta en su tierra. Esa experiencia la vivimos todos y nos sucede a todos en nuestras propias familias. Incluso, muchos santos son criticados y rechazados en sus mismos ambientes.

Se intensifica más ese rechazo cuando esas personas destacan en sus trabajos o carreras. Reconocemos las criticas que hacemos a nuestros vecinos y amigos. Nos cuesta reconocer la labor de otro. Sobre todo cuando progresa. Es como un virus que tenemos dentro que nos sienta mal lo que de bueno y mejor tienen otros. Incluso, sucede dentro de la misma Iglesia. Es un veneno mortal la crítica que genera la envidia, la venganza y hasta la honra. Y se murmura y mata con la lengua para poner en tela de juicio la buena labor de otros.

Jesús sufrió ese escarnio con el que intentaron mermar su autoridad alegando que conocían su origen: Un joven, hijo de un carpintero y una humilde María. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? Quizás tenga razón el Papa Francisco cuando llama terroristas a aquellos que murmuran, critican y extienden infundios. Tratemos de darnos cuenta y reconocer el valor de las personas sean de donde sean y pertenezcan a las familias que pertenezcan. Pues el Espíritu de Dios sopla donde quiere.