viernes, 10 de febrero de 2017

EL ENCUENTRO CON JESÚS NO SE PUEDE OCULTAR

(Mc 7,31-37)
Cuando tienes una experiencia con Jesús no puedes callarte. Es tanto el gozo, la alegría y la experiencia de sentirte salvado que corres a pregonarlo por doquier. Es el júbilo de la Gracia, la misma que recibimos en nuestro Bautismo, pero, ¿dónde se ha quedado nuestra fe y nuestro encuentro con el Señor? ¿Se ha dado, o se ha quedado en la misma ceremonia bautismal?

Es posible que nosotros tengamos también que pedirle al Señor que nos abra los oídos y desate nuestra lengua. Tanto para escuchar su palabra como para proclamarla. «Effetá» es la palabra que necesitamos oír y experimentar. "¡Ábrete!" a la acción del Espíritu Santo. 

Esa es la pregunta de nuestra humilde reflexión: ¿"Estamos dispuesto a abrirnos a lo que el Espíritu Santo nos vaya indicando"? ¿Nos disponemos a ello? Ese es el síntoma de la fe, la inquietud y el deseo de abrirnos, de estar atento para ponernos en camino, para ser dócil a su Palabra.

En estos días estamos viendo como la fe actúa. Como el Señor responde a aquel que le pide con fe. Y es que Él nos lo ha dicho ( Jn 14, 13). Posiblemente, nuestra fe esté muerta o casi muerta. O, quizás, dormida, despistada, inconsciente, distraída, pasiva, tribulada, indiferente, simulada y desviada por las cosas de este mundo.

Necesitamos despertar, ver y oír. Y, para ello, busquemos al Señor en el camino de nuestra vida. Acudamos a Él con fe, confiados y dispuestos a dejarnos empapar por su Gracia y despertar a la vida. La verdadera Vida Eterna y en plenitud de gozo que tanto buscamos.

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