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miércoles, 12 de junio de 2019

PERDIDOS EN LAS TRADICIONES

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Mt 5,17-19
No son las tradiciones lo que realmente marcan el sentido de nuestra fe, sino esa actitud que, quizás escondida en la tradición, da plenitud a la Palabra que Jesús, el Hijo de Dios, nos ha revelado. Está fuera del contexto quedarnos en la romería, en la promesa de la caminata al santuario, en rezar un rosario con los brazos en cruz y un sin fin de promesas y costumbres que solo cobran sentido en esos días de celebraciones y rituales. No es esto lo importante, ni siquiera lo que nos revela Jesús.

Se trata de, con nuestras costumbres y tradiciones, dar sentido pleno a la Palabra de Dios, que consiste plenamente en vivir en la verdad, en la justicia, en el compartir con el más necesitado, en asistir al pobre y desamparado, al impedido o impotente que espera nuestra ayuda. Consiste en amar como Jesús nos amó durante el tiempo que pasó en la tierra junto al hombre y la mujer. Consiste en darle importancia y sentido a lo que verdaderamente es importante y tiene sentido. 

Desde ahí y en esa actitud podemos reflexionar y contemplar esta Palabra que Jesús nos propone hoy. Una Palabra que habla del cumplimiento de la Ley, sin omitir lo más simple, lo más pequeño o sin aparente importancia, porque todo lo que va dirigido a dar plenitud al amor humano será tenido en cuenta y de vital importancia. No así lo superfluo, lo van al, lo carente de sentido y despojado de verdadero amor.

Cuidemos, pues, de vivir en actitudes banales, sin sentido y que no reflejan ni dan testimonio del amor al prójimo que nos propone Jesús. En actitudes apoyadas en tradiciones que obedecen a costumbres y formas de expresar una fe rancia, vacía, sin contenido y simplemente ritualista y puntual. Una fe concretada en actos desencarnados de la realidad que pierden todo su sentido y se alejan de la propuesta que nos hace Jesús. Y es, desde ahí, desde esa perspectiva, de donde Jesús nos advierte que «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

martes, 13 de marzo de 2018

OBSESIONADOS CON LA LEY

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¿Qué es lo que hacemos? Miramos para la ley y los cumplimientos, ¿y las personas? ¿Acaso es la Ley, sus normas y cumplimientos más importantes que las personas? Nuestra obsesión nos pierde, y la causa subyace en la falta de encuentro y silencio. Tendríamos que pararnos para vernos y encontrarnos, nosotros y el Señor. ¿Qué nos dice el Señor? ¿Nos habla de que primero es la Ley y lo Profetas y luego el hombre? ¿Qué nos está pasando?

Posiblemente el ruido de este mundo no nos deja pensar. En ese sentido decía que nos hace falta pensar. En cierta ocasión, hace ya años, tenía un problema y descubrí que tenía que buscar espacios de silencio para ordenar mis ideas. Posiblemente, eso sea también lo que nos está faltando ahora. ¿Qué había en aquella piscina para dar la curación? ¿No suena eso a algo establecido y, quizás manipulado? Es posible que ayudara a desentumecer el cuerpo y que sus aguas tuviesen unas características medicinales, pero la curación del alma no se nos quita con un baño en la piscina.

Y es esa la curación que buscamos, la que nos salva eternamente. Y sólo la podemos encontrar, encontrando a Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y, no importa el tiempo, está siempre pendiente de ti y de mí. Nos aguarda y nos tiende su Mano de salvación. Él busca tu salvación fuera de la Ley y los Profetas, el Antiguo Testamento, porque, Él es la nueva Alianza, el Amén del Padre, la Plenitud de la Alianza Eterna que Dios ha hecho con su pueblo.

Tratemos de buscar al Señor en el fondo de nuestro silencio, porque sólo en la brisa suave y el silencio. que nos disipa las tinieblas, podemos encontrarnos con el Señor. No lo busquemos en el ajetreo de la piscina, de los tumultos, de los ruidos y los acontecimientos extraordinarios, porque, Él, sólo se encuentra en el silencio, que se fragua en la humildad y en la pobreza de nuestros corazones. Todo lo verdadero y bueno nace y se encuentra en la sencillez y en la Verdad, y viene sin hacer ruido, como brota el amor de una madre y nace el sol cada mañana.

lunes, 15 de enero de 2018

CUIDADO CON CONFUNDIRNOS

Mc 2,18-22
Sucede muchas veces que confundimos la ley con la verdad. Nos empeñamos en hacer ley las prácticas y los ritos, y hasta las tradiciones y costumbres. No cabe duda que el ayuno es algo bueno que puede ayudarnos en muchos momentos. Esos momentos de debilidad y de oscuridad donde las tentaciones nos amenazan con derrumbarnos y echarnos abajo toda nuestra fidelidad y perseverancia. Y es que confundimos la verdad con la costumbre, y la ley con la verdad.

No es momento de mirar para atrás. Atrás queda lo antiguo, la ley, que sigue vigente, pero que se transforma en amor misericordioso. Jesús empieza un tiempo nuevo. Un tiempo de nuevos vinos y nuevos odres. Un tiempo de estrenar paños nuevos y no mezclarlos con los viejos. Porque, lo viejo contagia y rompe lo nuevo. Y es que lo nuevo no anula ni borra lo viejo, sino que rejuvenece, renueva y perfecciona lo antiguo.

Estamos con el novio, y, por lo tanto, no es momento de tristeza ni de ayunos. Disfrutemos la presencia del Esposo y gocemos de la alegría y la paz que nos proporciona su presencia. Es hora de exultar de gozo, alegría, felicidad y paz. El Esposo está con nosotros. Llegarán tiempos de zozobra y de tormenta. Habrán horas de sacrificio, de ayuno y sufrimientos, y necesitaremos permanecer en el Espíritu Santo para perseverar y soportar las tribulaciones, las tentanciones y las amenazas que tratan de apartarnos del Esposo.

Dejemos lo antiguo, lo viejo y lo que nos encorseta y nos paraliza. Busquemos lo nuevo, la novedad que nos trae el Esposo. La Misericordia y el Amor. No nos quedemos paralizados por la ley, las prácticas y las costumbres. Miremos hacia adelante. Un mandamiento nuevo nos trajo el Señor, y es que toda la Ley está contenida en ese nuevo mandamiento: el Amor, pero un Amor compartido, correspondido, mutuo y entre todos.

 Un Amor que libera, que enriquece y que nos llena de gozo, de alegría y de eternidad. Un Amor que nos renueva y nos llena de esperanza transformando nuestro viejo corazón en un corazón nuevo y misericordioso.

domingo, 12 de febrero de 2017

LA LEY VIVE EN EL CORAZÓN

(Mt 5,17-37)
Nos asimos a la ley como un conjunto de leyes que hay que cumplir. Y nos pegamos a la letra y al cumplimiento como norma que no se puede incumplir. Pero, sucede, que muchos, precisamente los que mandan, a veces la adaptan a sus intereses. Sin embargo, la Ley es algo más que una norma o un cumplimiento. La Ley tiene también un espíritu que llega hasta la misericordia.

Jesús alarga la ley hasta lo más profundo del corazón. Porque no solamente mata aquel que quita la vida a una persona, sino también el que la deshonra, la critica difamándola y murmura desprestigiándola. No sólo roba el que se apodera de algo ajeno, sino también aquel que vive en el deseo de tener lo que tiene el otro y ambiciona poseerlo incluso despojando al otro. 

No sólo comete adulterio aquel que lo consuma, sino también aquellos que lo desean y lo consciente en su corazón gozando en ello. No sólo es la materialización de los hechos, sino también las intenciones del deseo de querer hacerlo. Jesús va más allá de lo meramente escrito. Llega y profundiza en el corazón del hombre. Por eso, nadie puede juzgar al otro, porque no llega a entender lo que alberga el corazón del otro.

No es cuestión de cumplir sino de vivir en y con el pensamiento más puro. La Ley no es sólo un acto de hacer o no hacer, sino de sentir y vivir. Así dice la santa Madre Teresa de Calcuta: "Ama, porque el amor es lo único que llenará tu vida". No son las leyes, cumplimientos, normas y tradiciones las que van a llenar tu vida, sino las buenas intenciones que anidan en tu corazón y los buenos pensamientos. Y en eso consiste el amor.

Amar no son sentimientos, ni afectos, ni caricias, ni emociones. El amor es un compromiso. Un compromiso con la verdad, la justicia y la paz. El amor hace que la Ley se cumpla porque busca el respeto, la verdad, la justicia, la paz. Pero, también, el amor escucha y comprende, y, por lo tanto, perdona. Porque quien ama es también misericordioso. Quien ama cumple la ley.

viernes, 19 de agosto de 2016

LA LEY Y LOS PROFETAS

(Mt 22,34-40)

Los judíos estaban aferrados a las leyes. Leyes que regulaban sus vidas y que consistía en la práctica de muchas leyes, que ordenaban y sometían sus vidas. Saber cuál era la primera era vital y de suma importancia. Porque debería estar claro cuál era la que regía la vida de todo judío.

Un fariseo, experto en leyes, queriendo comprometer a Jesús y con la intención de atraparlo le pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Toda la Ley y los Profetas están contenidos en estos dos mandamientos, que se funden en uno. Y no hay más, porque todas las demás leyes están contenidas en estos dos. Es decir, quienes los vivan y los lleven a sus vidas, estarán cumpliendo todos los demás establecidos. Porque el amor es la plenitud de la ley.

Sería bueno dejarlo aquí y pasar por nuestro corazón esta reflexión. Quizás lo mejor es que escribas en tu corazón lo que te sugiera y te diga esta reflexión sobre las Palabras de Jesús respecto a la pregunta de aquel fariseo, o dejando tu comentario al respecto. Porque compartir nos fortalece, nos compromete y nos ayuda a avanzar.

miércoles, 8 de junio de 2016

LOS PIROPOS A DIOS

(Mt 5,17-19)

Podemos decir muchos piropos a Dios, pero ninguno será como el cumplimiento de su Voluntad. Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos dice: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15). Por lo tanto, la única forma de decírselo claramente y como a Él le gusta es cumpliendo sus mandamientos.

Al contrario, podemos decirle a Dios, por activa y pasiva, que le amamos y demostrárselo con muchos actos de piedad, pero si realmente no guardamos sus mandamientos, nada de nada. Esos piropos no llegan a Dios, se evaporan en el camino. El amor a Dios se lo manifestamos en y con las obras. Es bueno decírselo, pero haciendo y cumpliendo su Palabra y Voluntad.

Por eso, es necesario conocer las enseñanzas de Jesús y saber de primera mano, las Escrituras, sus sabias y hermosas parábolas, en las que nos dice como nos ama su Padre Dios y como debemos nosotros amarle con nuestras obras. Y eso es lo que espera Dios de nosotros y lo que nosotros debemos hacer con la ayuda y el auxilio del Espíritu Santo.

Y no sólo no lo hacemos, sino que cuando lo hacemos mal, lo transmitimos mal y escandalizamos a aquellos que se fijan en nosotros y a los que les servimos como señal y signo en sus caminos. Pobre de nosotros si no tratamos de corregirnos y mejorar. Jesús, al respecto, nos dice: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Pidamos al Señor fortaleza, sabiduría y voluntad para dar cumplimiento a su Palabra en nuestras vidas y así llenarle de piropos de amor en justicia y verdad.

miércoles, 2 de marzo de 2016

LA TENTACIÓN DE SEGUIR MIS IMPULSOS

(Mt 5,17-19)

Sucede que, en muchas ocasiones, nos vemos tentados a seguir las indicaciones que creemos más lógicas y de sentido común. Nos parece a nosotros que hay algunas cosas que no comprendemos y, por tanto, no vemos ni encajamos en el limitado entendimiento que nosotros tenemos. Se nos hace difícil comprender muchas señales y mandatos que Dios nos indica.

Un Dios, el nuestro, que no se queda con los brazos cruzados esperando nuestra reacción, sino que nos busca y sale a nuestro encuentro. El Dios de los judíos, también nuestro Dios, es un Dios Padre, que se preocupa por sus hijos, los busca y sale a su encuentro. 

No hay ningún Dios como Él. En las otras religiones, es el hombre quien busca la trascendencia, el más allá y la eternidad. Pero nuestro Padre Dios, además de revelársenos como un Padre Bueno y Misericordioso, nos busca, viene a nuestro encuentro porque está empeñado en salvarnos. No quiere nuestra perdición y envía a su Hijo, nuestro Señor Jesús, para que, incluso dando su Vida por nosotros, nos redima y  dé la oportunidad de salvarnos. ¿Se puede encontrar otro Dios Misericordioso como este?

Quizás, por nuestros pecados y ceguera, oponemos resistencias a muchas cosas que no entendemos faltando a la docilidad en la Palabra y la fe en el Señor. Nuestro Padre Dios no se puede contradecir, porque de hacerlo, dejaría de ser Dios. Y nuestro Señor Jesús no puede venir a contradecir o quitar lo que el Padre ha puesto antes. Sería contradictorio. Yo y el Padre somos uno (Jn 10, 30).

Luego, es posible que algunas cosas se nos puedan atragantar o no comprender, sobre todo del Antiguo Testamento, pero en Jesús todo queda explicado, renovado, actualizado y bajo la Ley. Y todo debe ser tenido en cuenta y cumplido: Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 

Pidamos al Señor la Gracia de poner atención a la Palabra del Señor y ser dócil y fiel a su Palabra.

miércoles, 10 de junio de 2015

JESÚS ES LA PLENITUD DE LA REVELACIÓN

(Mt 5,17-19)


El plan de Dios se revela por los profetas. Moisés recibe el encargo de liberar y transmitir la Ley de Dios. Él conduce al pueblo, liberado de Egipto, al desierto hasta alcanzar la tierra prometida. La Ley se transmite por la escritura y a ella se somete el pueblo de Dios.

Jesús es la plenitud de la Ley. Nada se quita, sino se perfecciona. El Espíritu de Dios alumbra y trae una nueva Ley: El Amor. Todo queda encerrado en el Amor. El amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo tal cual nos lo enseña Jesús. En ambas actitudes queda contenida toda la Ley y los profetas, y también perfeccionada.

Todo queda dirigido y perfeccionado en el amor. Porque si amas no harás daño, ni cometerás injusticias, ni engañarás a tu hermano, ni robarás o matarás. Y, por el contrario, actuarás de forma positiva respetando, colaborando, solidarizándote, compartiendo, ayudando y siendo paciente. Tendrás paciencia y tratarás de ser comprensivo, humilde y generoso. 

El gran paso que se había dado con "el ojo por ojo y diente por diente", limitando el deseo de venganza, es perfeccionado por Jesús con el amor sin limites y a los enemigos. En el amor,que Jesús vive y pone en práctica, todo se cumple y perfecciona. No manda sólo la Ley, sino que es el Espíritu arrastrado por el amor quien regula y lleva a cabo su cumplimiento. De tal forma que, la ley está para servir al hombre y serle útil para su bien y dignidad.

Así, no está hecho el hombre para servir a la ley los sábados, sino que es el sábado quien está al servicio del hombre junto a la ley. Jesús es la plenitud, la referencia y el principio y fin de toda ley, porque en Él todo se cumple y se da para la salvación del hombre. Está pues la ley para servir al hombre, y no al revés. Y es este Reino de Dios lo que Jesús viene a instaurar y revelar. No quita nada, sino que invita al cumplimiento pero desde el amor.

Así, es necesario e importante curar al hombre en sábado, a pesar de que el cumplimiento de la ley lo prohiba, que dejarlo enfermar y sufrir en defensa de la ley. Porque es el hombre, criatura de Dios, lo más importante, y para lo que Jesús, el Hijo de Dios, ha bajado desde el Cielo, para salvarlo. La ley queda por detrás y en función de su provecho y salvación.