El plan de Dios se revela por los profetas. Moisés recibe el encargo de liberar y transmitir la Ley de Dios. Él conduce al pueblo, liberado de Egipto, al desierto hasta alcanzar la tierra prometida. La Ley se transmite por la escritura y a ella se somete el pueblo de Dios.
Jesús es la plenitud de la Ley. Nada se quita, sino se perfecciona. El Espíritu de Dios alumbra y trae una nueva Ley: El Amor. Todo queda encerrado en el Amor. El amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo tal cual nos lo enseña Jesús. En ambas actitudes queda contenida toda la Ley y los profetas, y también perfeccionada.
Todo queda dirigido y perfeccionado en el amor. Porque si amas no harás daño, ni cometerás injusticias, ni engañarás a tu hermano, ni robarás o matarás. Y, por el contrario, actuarás de forma positiva respetando, colaborando, solidarizándote, compartiendo, ayudando y siendo paciente. Tendrás paciencia y tratarás de ser comprensivo, humilde y generoso.
El gran paso que se había dado con "el ojo por ojo y diente por diente", limitando el deseo de venganza, es perfeccionado por Jesús con el amor sin limites y a los enemigos. En el amor,que Jesús vive y pone en práctica, todo se cumple y perfecciona. No manda sólo la Ley, sino que es el Espíritu arrastrado por el amor quien regula y lleva a cabo su cumplimiento. De tal forma que, la ley está para servir al hombre y serle útil para su bien y dignidad.
Así, no está hecho el hombre para servir a la ley los sábados, sino que es el sábado quien está al servicio del hombre junto a la ley. Jesús es la plenitud, la referencia y el principio y fin de toda ley, porque en Él todo se cumple y se da para la salvación del hombre. Está pues la ley para servir al hombre, y no al revés. Y es este Reino de Dios lo que Jesús viene a instaurar y revelar. No quita nada, sino que invita al cumplimiento pero desde el amor.
Así, es necesario e importante curar al hombre en sábado, a pesar de que el cumplimiento de la ley lo prohiba, que dejarlo enfermar y sufrir en defensa de la ley. Porque es el hombre, criatura de Dios, lo más importante, y para lo que Jesús, el Hijo de Dios, ha bajado desde el Cielo, para salvarlo. La ley queda por detrás y en función de su provecho y salvación.
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