Nunca podremos
entender ese Amor Infinito y Misericordioso que persiste en Dios, nuestro
Padre, sin merecérnoslo. No cabe en nuestra cabeza ser amado y rechazar ese
Amor. Es tan contradictorio que, nosotros mismos, deseando buscar la felicidad
eterna, la rechazamos por unos pocos días de una felicidad de espejismos y
temporal.
¿Acaso estamos
ciegos? ¿Acaso no somos capaces de pararnos, pensar y darnos cuenta de que sólo
el Amor Misericordioso de ese Dios Padre que se nos revela en su Hijo, nuestro
Señor Jesús, busca solamente nuestra felicidad eterna? ¿Cómo es posible que
estemos tan ciegos y seducidos por falsos espejismos de felicidad caduca y
vacía?
Sin embargo, a pesar de no entenderlo, seguimos rechazando lo que realmente buscamos: queremos y buscamos ser felices, y, cuando tenemos en nuestras manos esa felicidad que Dios, nuestro Padre, nos regala gratuitamente, la rechazamos. Cambiamos nuestra felicidad por unos años en este mundo donde nunca encontraremos la felicidad, y en donde pasaremos más tristezas que alegrías. Porque, sólo en Dios encontraremos esa paz, alegría y felicidad que afanosamente buscamos.
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