El mundo que
esperamos nos es inmensamente desconocido. Hoy mismo pensaba sobre el gran
misterio de nuestra vida. ¿A dónde iremos? ¿Cómo será la eternidad y el gozo
inmenso de estar junto a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Se me hacía imposible
imaginar y comprender esa eternidad en plenitud de gozo y felicidad. Sin
embargo, es ese deseo el que duerme en inquieta espera dentro del corazón de
cada hombre. Pero, también esa es la lucha que se entabla dentro de sus
corazones: primeros, deseo ahora en este mundo, o, últimos, disponibles para
servir y amar como nos enseña nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo, con su
Palabra.
Y, lo sabemos y reconocemos por experiencia. Nos cuestas quedarnos atrás, ser últimos y estar disponibles para el servicio. Despojarnos de toda ambición de trepar y ser más que el otro es la batalla de la humildad. Humildes y sencillos para que nuestros corazones sean mansos y abiertos al amor y la misericordia. En definitiva, abrir esa puerta estrecha de nuestro corazón es resistir las tentaciones de ser primeros y preferir ser últimos conscientes y necesitados de la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios.
Es esa nuestra disyuntiva y la que debemos elegir en este tiempo y en este mundo. Elegir ser primeros o últimos. Ahí está la clave y, también, el secreto de nuestra eterna felicidad.
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