Esa es mi pregunta.
Ahora, ¿cuál es mi respuesta? Sólo a mí me pertenece darla, También a ti, amigo
lector que, quizás puedas leerla, te corresponderá responder. Nadie podrá
hacerlo, ni por ti ni por mí. Nos corresponderá a nosotros, con nuestra vida y
actos, responder y demostrar de que nuestra respuesta sea coherente a esa pregunta
sobre mis frutos.
¿Doy frutos de amor
y misericordia, o soy estéril a la Palabra de Dios? ¿Mi vida se conforma en dar
respuesta a la Voluntad de mi Creador, o miro para otra parte y responde a las
apetencias que me seducen del mundo, demonio y carne? ¿Qué frutos trato de dar
en mi vida?
Está claro que
Jesús, el Señor, es infinitamente paciente y espera a que mi respuesta sea la
correcta, a que mi vida dé esos frutos de amor misericordioso que sean del
agrado de su Padre, mi Dios y Señor. Sin embargo, pasan los años y mi vida
sigue pasiva, indiferente y, por supuesto, estéril.
¿Cuándo voy a reaccionar? Se me puede acabar el tiempo de mi vida sin dar frutos. Quizás ha llegado la hora de hundir mir raíces en esa tierra de amor y misericordia para engendrar esos frutos de amor misericordiosos. Tanto tú, como yo, tenemos la palabra.
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