Nos cuesta
entender como el mundo no se pregunta cuál es su origen. Y digo esto porque
constato que mucha gente vive sin apenas pararse, reflexionar sobre lo que vive
y experimenta, y menos, preguntarse de dónde viene y a dónde va. Algo así como
si viviéramos adormecidos por las seducciones que el mundo nos presenta, las
debilidades de nuestras propias pasiones y el sometimiento al poder del
demonio.
Da la sensación de
que hay una resignación general, tanto lo que viven en la opulencia y el poder,
como los que apenas tienen para vivir. Todos se resignan a vivir según puedan y
sin más esperanza. Lo inmediato es buscar placer y una falsa felicidad que, al
final, te deja más vacío.
¿Qué realmente nos
pasa? ¿Acaso no hemos sido creados para dar respuesta a esa felicidad que todos
buscamos? Entonces, ¿por qué no la buscamos? ¿No somos capaces de interpretar
el tiempo cuando observamos que se aproxima una tempestad o fuerte lluvias? Luego, ¿cómo es que no nos proponemos discernir
sobre el bien y el mal? ¿Cómo es que no distinguimos lo que está bien del mal?
Y en base a eso, ¿cómo no descubrimos que la Palabra de Dios nos orienta hacia el bien, la verdad y la justicia y llena de sentido toda nuestra vida dándole salvación eterna? ¿Acaso estamos ciegos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.