Repetidas veces hemos
descubierto que la vida es una lucha sin cuartel. Una lucha entre el bien y el
mal; entre los buenos y los malos; entre los que buscan hacer el bien y los que
se empeñan y busca el mal. La parábola que hoy nos describe Jesús da la clave
de la cuestión entre el bien y el mal.
Si no se actúa con
inteligencia y se supera las malas intenciones de los que buscan su propio
provecho por encima de los demás, quedaremos a merced de aquellos que posponen
el bien de los demás a sus propios bien. Imagino que no hace falta decir mucho más
para darnos cuenta de lo que queremos compartir. Estamos viviendo precisamente
ese problema, no sólo los ciudadanos de España, sino de Europa y muchos otros
lugares. Diría que en todo el mundo que conocemos.
Hay muchos malos
administradores que buscan su bien
particular por encima de que a los demás les vaya bien o no. Hay muchos
administradores que ponen su bien como prioridad sin importarles lo que le
suceda a los demás. La parábola que nos narra Jesús lo deja muy claro. Los hombres
y mujeres de bien tienen que espabilarse y actuar. Y tenemos una gran ventaja,
la ayuda y asistencia del Espíritu Santo.
Otra cosa es que nuestra cruz sea aceptada, pero eso no nos exime de defender la verdad, denunciarla y de luchar por el bien. Sobre todo de los más que sufren y necesitan ser ayudados. Fue eso lo que hizo Jesús hasta el extremo de entregar su Vida. Y también nos toca a nosotros ahora hacerlo. Eso sí, siempre con astucia, con valentía y en defensa de la verdad, el amor y la misericordia.
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