Es evidente que
muchas de las cosas que hemos conseguido se esconde detrás de nuestra propia
curiosidad. Porque, la curiosidad nos ha empujado a emprender este u otro
camino. Posiblemente, Zaqueo se subió a aquel sicomoro empujado por la
curiosidad de ver a Jesús. Una curiosidad despertada por todo lo que había oído
hablar de Jesús.
Quizás a nosotros
no nos ocurre eso. Ni tampoco nos hemos preguntado quien es Jesús ni
experimentamos curiosidad por conocerlo. En mi caso propio hay muchas cosas que
no conozco de mi propio pueblo, ni siento curiosidad por conocerlas. En
realidad no suponen nada importante en y para mi vida. Mis deseos de felicidad
no pasan por conocer estas y otras cosas.
Sin embargo, la
Persona de Jesús es diferente. De Él se dicen muchas cosas que me importan
demasiado, hasta el punto de que, según lo que dicen de Él, mi felicidad
depende de conocerle o no. Está en juego mi vida y mi felicidad. Y además, gozo
eterno. Precisamente lo que más deseo. Por tanto, me interesa y siento gran
curiosidad, como Zaqueo, por conocer a Jesús.
Y eso es lo que me he propuesto en mi vida: Conocer a Jesús, seguirle y tratar de vivir mi vida desde su Palabra, en el esfuerzo de hacer su Voluntad.
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