Dios se había convertido para el pueblo judío en un Dios inaccesible, lejano y necesitado de sacrificios. Un Dios que, al parecer, para los judíos tenía un precio que todos no podían pagar. Jesús no acepta eso, le es imposible, y, con la exclusión de los vendedores, cambistas y mercaderes, busca la inclusión de todos aquellos que realmente desean aproximarse a su Padre Dios.
Dios es posible,
nunca imposible. Jesús viene a decirnos eso, a anunciarnos que Dios es un Padre
Misericordioso, que nos busca y llama, y nos invita a su Reino, que quiere
compartir con todos nosotros, sus hijos. Y, para eso, envía a su Hijo, que
entregando su Vida por nosotros, paga ya por todos nosotros, y nos señala,
gratuitamente, el Camino, la Verdad y la Vida.
Dios no tiene precio, se da y ofrece gratuitamente. Sólo y simplemente por Amor. Un Amor Misericordioso que busca redimirnos, perdonarnos y transformar nuestros endurecidos corazones hasta el punto de amarnos como Él nos ama.
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