martes, 4 de febrero de 2025

DESESPERACIÓN Y ESPERANZA

El curso normal de las cosas nos lleva, si no hay remedio y arreglo, a la desesperación. Hay momentos, incluso, estamos al borde del suicidio, cuando nuestras esperanza están al límite. Es el caso que hoy nos narra el Evangelio de ese jefe de sinagoga, o esa mujer que, por detrás, toca el manto de Jesús. Ambos desesperados al tener todos sus recursos de solución agotados. Entonces viene a su corazón la posibilidad de ese Jesús que han oído que cura.

Quizás nosotros no estemos tan lejos. Muchos nos acercamos a Él, participamos en la misa, pero no damos el brazo a torcer. No estamos seguro de que es el Mesías, el Salvador de nuestra vida. Necesitamos una demostración, un milagro, algo espectacular y … quizás creamos. Incluso, muchos practicamos y cumplimos, pero no llegamos a conectar personalmente ni profundamente con Jesús. Nos quedamos en eso, en meros cumplimientos.

¿Qué es lo que nos ocurre? ¿Acaso necesitamos un milagro? ¿Acaso estamos esperando algo espectacular que nos deslumbre y nos convenza? ¿No se nos ha sembrado en nuestro corazón la semilla que nos asemeja al amor de Dios? ¿No nos damos cuenta de que, la vida, esa hermosa oportunidad que nos da nuestro Padre Dios, es para que nos liberemos del pecado y seamos felices eternamente? ¿Tan ciegos estamos?

Al menos, aquel jefe de sinagoga y la mujer que padecía de flujo de sangre confiaron en que Jesús era su única solución, y se movieron en buscarlo. Y nosotros, ¿qué hacemos?

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