No se trata
simplemente de ver, sino de ver con la claridad de la pura realidad. Es decir,
ver realmente las cosas desde la óptica del Evangelio. Porque, todo lo que se
mira desde el punto de vista humano está sujeto al error. Mientras lo que se
mira desde la óptica de la Palabra de Dios es Camino, Verdad y Vida.
Todo lleva su
tiempo, y las cosas no se pueden ver claramente de un segundo para otro. Igual
que la fruta necesita tiempo para madurar, también nosotros necesitamos tiempo
para ver y dejar que nuestro corazón madure en la Verdad de la Palabra de Dios.
Todo lleva su tiempo, y sólo la Voluntad de Dios rompe esa temporalidad.
Nuestra mirada
está esclavizada por el pecado y eso emborrona nuestra vista hasta el punto de
cegarnos e impedirnos ver la realidad que nos rodea. Jesús viene a abrirnos los
ojos para que veamos desde la óptica de su Palabra esa realidad en la que nos
movemos y vivimos. Una realidad que debe, con nuestra aportación, a inclinarse
a la fraternidad, al amor y la misericordia en un mundo mejor según la Voluntad
de Dios.
Y eso, también para nosotros, lleva su tiempo. Un tiempo que pasa por poner disponible nuestro corazón en manos del Señor en la esperanza y confianza de madurar para ver el mundo de una manera nueva desde la claridad del Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.