viernes, 14 de marzo de 2025

RECONCILIACIÓN

Es lógico y evidente que los mandamientos ponen límites al comportamiento humano. Y, diríamos, es justo y muy necesario. De no ser así podemos imaginar que sucedería en nuestras ciudades y pueblos. Es fácil suponer que sería el desmadre y la anarquía.

Sin embargo, el espíritu de los mandamientos no se queda en el mero cumplimiento. Sus mandatos van más allá hasta el extremo de alcanzar la reconciliación, incluso con el enemigo. En el espíritu de los mandamientos subyace el amor al prójimo que llega hasta al enemigo. Y eso supone, más que simplemente el deseo de matar, el llamar a su hermano imbécil, necio o idiota.

No sólo el incumplimiento se queda en el acto en sí de matar, sino que llega hasta el insulto de odiar, blasfemar o simplemente ofender. Y lo debido o lo correcto será tratar de alcanzar la reconciliación. Es el antídoto de la ofensa, la reconciliación, y a ella hay que caminar porque para eso ha venido Jesús, el Hijo de Dios, para que todos nos amemos como Él nos ama.

Y es notorio y meridianamente claro que nosotros por sí solos no podremos reconciliarnos. Nuestra naturaleza, herida por el pecado, nos limita e impide la reconciliación. Pero, unidos al Espíritu Santo, en nosotros desde la hora de nuestro bautismo, podemos lograrlo y vencer nuestras malas inclinaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.