sábado, 29 de marzo de 2025

SÓLO EL QUE RECONOCE SU INDIGNIDAD Y PECADO, SE RELACIONA CON DIOS.

Es obvio considerarlos así. ¿Cómo, el orgulloso y que se cree digno por sus méritos, puede relacionarse con Dios, si, en su prepotencia, no lo necesita? El orgullo y la suficiencia te apartan de Dios, pues piensas que todo lo que tienes te lo mereces por tus esfuerzos y trabajo, y que no necesitas de Dios.

Es evidente que el suficiente se olvida de pedir ayuda, se basta consigo mismo y, por tanto, se olvida de Dios. Piensa y cree que no lo necesita. Se cree bueno, y mejor que otros a los que trata de inferiores y de pecadores, sin embargo, él se cree limpio y merecedor de todo lo que tiene.

En la parábola que Jesús nos dice hoy, queda retratado esa figura del orgulloso, del suficiente y del que se cree bueno. Recordemos que cuando aquel joven rico – Mc 10, 17-27 -  se acerca al Señor, y le dice: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.  Quedémonos con estas palabras de Jesús: Nadie es bueno sino Dios.

Reconocernos pecadores nos exige humildad, y el sabernos pobres, limitados y, nunca mejor que nadie, ni que el más y aparente pequeño y marginado. Tengamos siempre en cuenta que somos simples criaturas de Dios, sin más derechos que el que Él, con su Infinita Misericordia y Amor, nos regala y nos da.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.