Es pura actualidad. A Jesús lo mataron
porque denunciaba todo el mal que los poderosos, agarrados a sus intereses y
beneficios, ejercían sobre el pueblo. Y hoy sucede lo mismo, los poderosos
coartan la libertad de los que tratan de descubrir el mal, e imponen sus
mentiras y engaños a costa de sostenerse en el poder, acumular riquezas y
someter a los bien intencionados que claman la verdad.
La verdad emerge a pesar de tanta
oscuridad. Es imparable, aunque cueste ríos de sangre y muertes. Jesús entregó
su Vida por la Verdad, y, a pesar de morir crucificado, su Resurrección marca
el triunfo del bien sobre el mal; del amor sobre el desamor; de la verdad sobre
la mentira; de la justicia sobre las injusticias.
Jesús Resucitado es el fundamento de nuestra fe. Sus obras brillan por sí mismo, de modo que a los tiranos se les hace insoportable. Ese es el origen y la causa por la que, ayer, y hoy también, la Iglesia es perseguida. Molesta a los que mienten y egoístamente quieren vivir de la mentira y el engaño.
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