Y cuando
digo todos, también me incluyo yo, y supongo que tú, que quizás puedas leer esta
humilde reflexión, también te consideres entre los que abandonaron al Señor.
Porque, cada momento de nuestra vida, cuando actuamos contrariamente a la
Voluntad del Señor, le estamos dando la espalda y abandonándolo.
Quizás
sea de forma no querida, involuntaria o sometido por nuestras debilidades,
pasiones y egoísmos, pero, bien por una u otra cosa, le abandonamos. Y sostiene
nuestra esperanza y nuestra fe su Infinita Misericordia. Dios nos salva por los
mérito de su Hijo Jesús, porque, lo ha enviado precisamente para eso, para
darnos la oportunidad, una y mil veces, de arrepentirnos, de darnos cuenta de
que sólo en Él encontraremos esa felicidad eterna que buscamos.
Y esa oportunidad se concreta en su Infinita Misericordia. Es evidente que no la merecemos. Es puro regalo de su Infinito Amor, pero cada instante de nuestra vida que experimentamos dolor de contrición y nos duele no esforzarnos en hacer y vivir en su Voluntad, estamos poniéndonos en sus manos y dejándonos llenar por su Gracia y Amor Misericordioso. Amén.
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