Todos buscamos comer bien, y,
el objetivo, a parte de sabores, va buscando salud. Es decir, vida lo más
eterna que se pueda. Sin embargo, tenemos la oferta de Vida Eterna al alcance
de nuestra mano y, muchos, ni siquiera la toman en cuenta, indagan sobre ella o
se interesan en conocerla, escucharla, experimentarla y tener una experiencia
de encuentro con ella.
Simplemente, esa oferta es
Jesús, el Hijo de Dios Vivo. Nos lo dice Él claramente en el Evangelio de hoy: (Jn 6,52-59): En aquel tiempo,
los judíos se pusieron a discutir entre sí y decían: «¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis
la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el
último día …
Más claro no se te pude
decir. Simplemente, leerlo, entenderlo, reflexionarlo y experimentarlo. Es
gratis y no pierdes nada, pero no basta decir: No me convence sin antes tratar
de acercarte, probar e intentar escuchar y conocerlo. Claro, todo eso exige sinceridad
y mucha humildad, pues un corazón endurecido y cerrado a la verdad no se abrirá
a la acción del Espíritu Santo.
Esta propuesta no se impone,
ni se exige. Simplemente se propone, y así te la propone el Señor: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y Yo
en él». Eres libre para aceptarla, acogerla y
experimentarla. Tu decides, pero también responsable de tu decisión.