lunes, 29 de diciembre de 2025

LÍDERES DE JUSTICIA Y PAZ

Lc 2, 22-35

   En algunos momentos desesperaba, no encontraba la paz que tanto buscaba. Se sentía intranquilo, pero, al mismo tiempo, deseoso de darle sentido a su vida.

   Fernando se levantaba cada día con la ilusión de trabajar por un mundo más justo y en paz. Discrepaba un poco con muchas injusticias que se sucedían un día sí y otro también.  Esa intuición le daba esperanza y le alimentaba cada día de su existencia.

    Animado con esos pensamientos, decidió dar un paseo y, quizás, tomarse un buen café en la terraza de Santiago, su lugar preferido.

    —Necesitamos líderes que trabajen por la justicia y la paz —alzó la voz Pedro. Hombres que sientan dolor por su patria y traten de ordenarla en dirección del bien y el progreso.
   —Eso está muy bien —dijo Orlando— con entusiasmo, pero con cierto desencanto y resignación.

    Fernando, que ya estaba tomando su café, miró con entusiasmo a Orlando.

    —El problema —intervino uno de la tertulia— es que los hombres honrados y cabales no quieren oír hablar de política, ni de cualquier otro asunto que los implique en tareas sociales.

    Pedro tomó de nuevo la palabra convencido de que no era eso simplemente el problema.

    —Posiblemente falte el compromiso. Y ese sí que es un problema todavía mayor.

    Fue entonces cuando Manuel decidió, volviéndose a todos, entrar en la conversación.

   —Para mí lo que sucede es que cuando no tenemos profundamente enraizado nuestro compromiso social y fraterno, nos preocupamos solamente por nosotros.

    Detuvo sus palabras y miró las caras, perplejas, de los que le escuchaban. 

    Entonces, haciendo mención al evangelio de Lucas 2, 22-35, dijo:

   —El anciano Simeón, que esperaba el consuelo de Israel, reconoce en aquel Niño que llevan al templo José y María, al Salvador como promesa de haber dedicado la vida entera a su espera.

   Hizo una pausa, esperó unos breves segundos para que abrieran bien sus oídos y dijo:

    —Y tomando al Niño en sus brazos —el anciano Simeón—, pronunció estas palabras:
    —«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”, a quien has presentado ante todos los pueblos:
    “Luz para alumbrar a las naciones” y gloria de tu pueblo Israel.

   Eso es lo que echamos de menos en nuestras comunidades, no solo falta de compromiso, sino de la respuesta solidaria a la que nos compromete la fe en Jesús, el Mesías que viene a liberarnos de la esclavitud del pecado.

domingo, 28 de diciembre de 2025

LA SAGRADA FAMILIA

Mt 2, 13-15. 19-23

      La familia es la Iglesia doméstica y debe ser la primera escuela de oración. En ella nos hacemos personas, tenemos espacios de convivencia y de crecimiento humano.

     Juan y Santiago eran dos hermanos que valoraban mucho su familia. Y temían que los nuevos gobernadores trataran de desestabilizarlas.

  Temerosos de que eso sucediera, trataron de pasar desapercibidos hasta tiempos mejores.

     Mientras, y de forma paralela y casual, en la tertulia se hablaba de la importancia de la familia.

    —Creo que intentan destruirla —dijo Pedro—, e individualizar al hombre. De esa forma será más fácil manipularlo y someterlo.
    —Estoy de acuerdo —agregó Juan, hermano de Santiago—. Me siento amenazado, pues la familia es todo para nosotros.

    Manuel escuchaba atentamente mientras buscaba en su Biblia la referencia que nos diera luz para tomar el camino correcto.

     En ese momento, se levantó un tertuliano, decidido y convencido de lo que decía:

    —En la familia —al menos esa es mi experiencia— he aprendido a amar y ser amado, a dialogar, a contemplar la realidad, a mirar por el bien de los demás, a servir sin llevar cuentas.

       Juan y Santiago cruzaron sus miradas con gran regocijo y emocionados.

    Entonces, Manuel, con su Biblia en la mano, dijo:

    —La Sagrada Familia, compuesta por José, María y el Niño, es nuestra referencia más clara (Mt 2 o relato de la infancia de Jesús). Mirándonos en ellos, aprendemos qué significa ser hijo y ser hermano.

     En ese momento, Juan y Santiago se dieron un fuerte abrazo.  Mientras, Manuel seguía hablando:

   —Es la escuela básica del crecimiento humano, no conocemos ninguna mejor. Debemos felicitarnos por nuestras familias y dar gracias por cada una de las personas que forman parte de ella, porque de todas aprendemos.

    Todos se sentían reconfortados, animados y llenos de gozo y esperanza. Los dos hermanos, Juan y Santiago, dejaron escapar, bajo su emoción, unas lágrimas que expresaban su felicidad.

     Nuestra familia es también sagrada. Familia sagrada donde Dios habita, visita y acompaña.

sábado, 27 de diciembre de 2025

RESURRECCIÓN

Jn 20, 1a. 2-8

  La desilusión era la tónica dominante del grupo. La desesperanza se había apoderado de toda la comunidad. Muchos regresaban a sus tareas de antes, y otros, desorientados, vagaban como pájaros sin rumbo.

   No se entendía nada. ¿Cómo era posible que aquel hermoso proyecto se hubiera venido abajo cuando todos pensábamos que era la solución a nuestros problemas?

    Servando, uno de los líderes del grupo, se levantó y, como una veleta al viento y sin rumbo, se echó a caminar. No tenía ninguna dirección, solo pretendía evadirse del problema. Al parecer, todo se había terminado.

   ¿Cuál era el problema? Había desaparecido el líder y todo se había quedado a medio camino. Ya no tenía sentido seguir. La ilusión se había derrumbado.

    Cansado de caminar y de pensar, Servando decidió sentarse y tomar algo de agua. Pensó que con un poco de tranquilidad podía encontrar alguna salida.

    Distraído en estos pensamientos, oyó una voz que le reclamaba su atención.

    —Señor, ¿desea tomar algo? —le dijo Santiago, con cierto titubeo.

    Servando, con la mirada perdida y sin darse mucha cuenta, respondió:

    —¡Ah!, sí, un café y agua, por favor.
    —Enseguida, señor —respondió Santiago, y marchó con diligencia a servirle.

    La cara de Servando no podía estar quieta. Miraba para todos los lugares dando la impresión de que buscaba o esperaba la aparición de alguien.

    Eso llamó la atención de Manuel, que, acercándosele, le preguntó.

    —¿Espera usted a alguien? —le dijo con cierta indecisión.
   —¡No, no!… bueno, esperábamos a una persona, pero ha desaparecido. Pensamos que ha claudicado y nos ha dejado en la estacada.
    —¿Y no tienen esperanza de que vuelva? —insinuó Manuel, tratando de reanimarlo.
   —Parece que, por los gestos y manera de actuar la última vez que le vimos, no volverá —dijo Servando— con cara cariacontecida.

     Fue entonces cuando Manuel, impulsado por levantarle el ánimo, le dijo:

    —Una tal María Magdalena, según el evangelio de Juan —capítulo 20—, en el primer día de la semana, echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo…

     Puso sus ojos en él y, hablándole con cariño, le dijo:

    —El evangelio termina diciendo: Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

     Y mirándole, con los ojos llenos de esperanza, le invitó a experimentar que nuestra vida está llamada a seguir adelante y a renovarse constantemente, porque quien ha venido para salvarnos sigue con nosotros, nunca se ha ido ni se irá hasta darnos vida eterna en plenitud.

    En ese momento, Servando dejó quieta su mirada. Levantó sus ojos al cielo y su rostro expresaba gozo y alegría.

     Ya no esperaba a nadie; sabía que a quien necesitaba, estaba a su lado. Y eso le bastaba.

viernes, 26 de diciembre de 2025

SEGUIR A JESÚS

Mt 10, 17-22

   El identificarte como cristiano nunca ha sido bien acogido en muchas partes del mundo. Hay lugares en los que el declararte cristiano representa una amenaza, incluso de muerte.

  El tema de la tertulia versaba sobre eso. Muchos se escandalizaban por esas violentas persecuciones a los cristianos. En estas réplicas y contrarréplicas, Pedro alzó la voz.

    —Siempre ha sido así. Desde el principio se le negó la acogida a Jesús. Hoy celebramos su nacimiento desde un pesebre. Nadie le abrió la puerta de su casa.
   —Tienes mucha razón —dijo Manuel—, el mensaje de Jesús se abre paso en medio de conflictos, incomprensiones y violencias, que no hay nada idílico en un Belén marcado por la expulsión, el pesebre y el frío.

    Entonces, Pedro, convencido de que estaba en lo cierto, agregó:

    —Tengamos en cuenta que vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron.

    Con la paciencia y suavidad que le caracterizaba, Manuel lentamente abrió su Biblia y leyó:

    —Sin embargo, en medio del rechazo, la claridad de la mirada de Esteban y la confianza en su Señor son un testimonio que arrastra y mueve a un seguimiento fiel del Maestro.

    Levantando su Biblia con su mano, dijo:

    —En Mateo 10, 17-22, Jesús dijo a sus apóstoles: «¡Cuidado con la gente!, porque les entregarán a los tribunales, les azotarán en las sinagogas y les harán…

    Al terminar de leer, miró para todos y concluyó:

    —Termina diciendo: «Serán odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el final se salvará».

    Todos comprendieron que realmente se puede morir así —Esteban era el primer testimonio— cuando se ha descubierto una vida que colma por dentro de sentido, dignidad y esperanza.

    Había un sentimiento que envolvía el convencimiento de que vale la pena tener a Cristo como Señor de nuestras vidas.

jueves, 25 de diciembre de 2025

¿QUÉ SENTIDO TIENE LA NAVIDAD?

Jn 1, 1-18

    La ciudad estaba llena de luces; se notaba que el ambiente era diferente al de otros días. Había bullicio, cantos, algarabía y una atmósfera de alegría.

   Juan caminaba entre la gente y se sentía atraído por ese clima festivo que lo envolvía. Sin embargo, se resistía a entregarse. Algo le decía interiormente que ese no era el modo de celebrar lo que él intuía que todos celebraban.

     Se detuvo y se preguntó:

  ¿Qué celebran realmente? Porque lo que veo no se corresponde con lo que verdaderamente deberíamos celebrar.

     Ante los ojos de Juan, el mundo, obnubilado por luces de artificio y engañado por guiños de deseos insaciables, parecía celebrar el poder, la fuerza, el deseo narcisista y la codicia de bienes, responsables de tanta marginación y tanto olvido.

     Con tristeza pensó: «No era eso lo que, al menos para él, significaba la Navidad».

   Siguió su camino con el deseo de huir de tanto ruido. Entonces vio un lugar más tranquilo, donde apenas unas pocas luces alumbraban tenuemente a un pequeño grupo de personas que se calentaban alrededor de una hoguera.

    Silenciosamente, y con cierta timidez, se acercó. Alguien, al notar su proximidad, levantó el brazo y le invitó a unirse al grupo.

   Juan, movido por un impulso interior, aceptó la invitación y se incorporó. Todos lo recibieron con alegría, saludándolo con la paz.

   Celebraban la natividad del Niño Jesús, una ventana abierta a la esperanza, especialmente para quienes viven en la oscuridad, para quienes experimentan la soledad o el abandono, para los descartados del mundo.

    Si este Niño que nace en un pesebre tiene futuro —y lo tiene—, entonces hay futuro para todas las personas que sufren. Si es acogido y amado, habrá acogida y ternura para todos, incluso para el último de los excluidos.

    El corazón de Juan quedó iluminado.

   Esta noche nos recuerda que no hay nadie que carezca de dignidad humana, nadie que pueda darse por amortizado.

   A todos, en Jesús, se nos promete acogida, bendición y plenitud.

miércoles, 24 de diciembre de 2025

HA NACIDO EL MESÍAS, EL SALVADOR

 

FELIZ NAVIDAD


PROFETAS Y PROMESAS

Lc 1, 67-79

   Julio se sentía desamparado. Experimentaba temor ante la amenaza de todo aquello que le oprimía y le quitaba libertad. El horizonte se presentaba nublado, sin dejar atisbo alguno de esperanza.

   Sentado en la terraza —a la que acudía con frecuencia para tomar su buen café—, Julio se sentía abatido al pensar en todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

    El consumismo, el activismo ideológico, la ideología de género, los feminismos, el relativismo moral, el hedonismo, el materialismo, el individualismo o las nuevas bioideologías —que sueñan con vencer a la muerte— eran, pensaba, las corrientes hegemónicas que pretendían convencer al ser humano de que él mismo es el centro del mundo y el fin último de su existencia.

   Casi sin advertirlo, brotó de sus labios un grito desgarrado, en busca de esperanza. Manuel, que lo observaba desde hacía un buen rato y había notado su semblante abatido, le dijo:

    —¿Te ocurre algo, Julio? Te noto triste y nervioso.
    —Estoy preocupado. El mundo en el que vivo —al menos así lo siento— me impide alzar la mirada a lo alto. Todo el ambiente te arrastra al individualismo y a perder de vista al otro. Y eso me angustia y me deprime.
    —Mostrar la vida eterna y recuperar la mirada trascendente es un reto tan sencillo como complejo —respondió Manuel—. Muchos tendrán que volver a empezar.
    —¡Eso me parece imposible! —replicó Julio con expresión de desespero.
    —Siempre hay esperanza. Así lo canta Zacarías cuando profetiza diciendo (Lc 1, 67-79): «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza…».

    Hizo una pausa, levantó la mirada, fijó sus ojos en Julio y, con cariño y ternura, continuó:

   —«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

    Julio cayó en la cuenta de que se estaban cumpliendo las promesas dadas por Yahvé a su pueblo desde el remoto origen en Abrahán. Su expresión se transformó: ahora era serena y confiada.

     Había renacido en su interior la esperanza.