| Lc 17, 20-25 |
Reflexionaba sentado en la terraza. Sus pensamientos se detuvieron
cuando sus labios pronunciaron lentamente:
«Venga a nosotros tu Reino».
«¿Sabemos realmente lo que decimos?» —se preguntó.
Aquel pensamiento llenó plenamente el corazón de Manuel. Movió la
cabeza, como si quisiera encontrar a su alrededor la presencia del Señor.
«¿Cuándo vendrá su Reino?» —se dijo, sintiendo un gozo interior que se
reflejó en una suave sonrisa.
Manuel solía buscar en aquella terraza sus momentos más hondos de
silencio. Era un lugar donde su alma se abría para dejarse iluminar por el
Espíritu Santo. Tenía la certeza de que ese impulso interior no nacía de él
mismo, sino que era una insinuación de Dios.
—Buenos días —lo interrumpió Pedro, que acababa de llegar—. ¿Qué tal
anda el señor?
Al ver a Manuel ensimismado, añadió:
—¿Reflexionando otra vez?
—Estaba pensando cuándo será ese momento culminante y hermoso en el que
se establezca el Reino de Dios —respondió Manuel.
—Supongo que será de repente… o cuando este mundo se destruya —dijo
Pedro encogiéndose de hombros—. En realidad, no lo sé.
—En Lucas 17, 20-25 dice que el Reino de Dios está en medio de nosotros
—afirmó Manuel.
Levantó suavemente la mirada hacia el cielo y añadió:
—Creo que Jesús ha venido de forma sencilla, pobre, casi sin que nos
diéramos cuenta.
—Pero… el mundo lo ha ignorado —exclamó Pedro con cierto ímpetu—. Bueno…
muchos —corrigió con una sonrisa más serena.
Se hizo un silencio que abría interrogantes dentro de los dos.
Manuel respiró hondo, como quien está a punto de pronunciar algo
esencial:
Dios no fuerza a nadie. Se ata las manos ante nuestras decisiones.
La libertad es un regalo… pero también una responsabilidad.
Algunos compañeros que habían llegado a la terraza habían escuchado sus palabras. Se quedó un silencio notable. Todos comprendieron que la vida hay que aprovecharla, y que el final puede llegar en cualquier momento.
El Reino está aquí.
La pregunta es: ¿Lo dejamos entrar?