Mt 7, 21-29 |
Es
evidente que todo lo que nos ayude a vivir en la Voluntad de Dios conviene y es
bueno. En ese sentido, las prácticas de la liturgia, oraciones, novenas,
rosarios … etc., son, diría necesarias, y reman en el mismo sentido. Sólo
importa vivir en la Voluntad de Dios, y, se supone, quien hace realmente la
Voluntad de Dios, ama con misericordia. Y en el amor y misericordia está
contenida la Voluntad de Dios.
—¿Sabes, Pedro, que nuestro seguimiento a Jesús no está en ser piadoso y
practicar religiosamente las prácticas – valga la redundancia – de piedad? El
seguimiento tiene que concretarse tratando de vivir el espíritu del sermón de
la montaña.
—¿Te
refieres a las bienaventuranzas?
—Evidentemente,
a eso me refiero. Hacer la Voluntad de Dios no se hace en las prácticas de
piedad. ¡Que de hecho se necesitan!, sino en tus obras. Ahora, te digo que las
prácticas se necesitan, nos fortalecen y, sobre todo, celebrar la Eucaristía será
imprescindible. Es el alimento que nos da vida, nos sustenta y alimenta
espiritualmente.
—Creo
que dices bien, amar es lo fundamental. Sobre todo a los necesitados, a los
últimos, a los diferentes e incluso a los enemigos.
—Ahí
está nuestra tarea, y esa es la Voluntad de Dios, amar como Él nos ama.
Precisamente, Jesús, su Hijo, viene a enseñarnos el Camino, la Verdad y la Vida.
Apoyar
nuestro amor sobre roca es apoyar nuestro amor en Jesús, nuestro Señor. Él es
la Roca que nos sostiene, que nos capacita y que nos fortalece para superar las
adversidades, la soberbia, el egoísmo y todos los obstáculos, tanto los que
vienen de afuera como los propios que viven en nuestro corazón.
Es
verdad que el amor nos debilita, porque cuando amamos nos sentimos impotentes y
fáciles de ser agredidos, ridiculizados o humillados, pero solo el amor nos
dará el verdadero pasaporte para el gozo eterno junto al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo.
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