Jn 20, 24-29 |
Veo que el testimonio de muchos me hace pensar y
ayuda a creer; experimento que la verdad y los buenos actos me alegran el corazón
y me hacen libres; experimento que cuando actúo en verdad y justicia, mi corazón
exulta de gozo. Y me pregunto, ¿no está ahí Dios? ¿Acaso necesito verlo para
experimentar su presencia dentro de mí? ¿No me doy cuenta de que lo que busco y
lo que me hace sentir felicidad y alegría es amar. Amar en verdad y justicia,
porque, hacerlo egoístamente es mentir. Y eso al final te llena de amargura,
tristeza y angustia. Es un oasis ficticio que como un espejismo te distorsiona
la realidad y te autoengaña. Y ese amor
que da gozo y felicidad está contenido en Dios. Abre tus ojos y verás que está
a tu lado, dentro de ti, en el centro de tu corazón. Tómalo y dale el lugar que
le corresponde, ponlo en el mismo centro de tu vida y de tu corazón.
—No cabe ninguna duda de que las dudas aparecen en muchos momentos de tu vida, y de eso se aprovecha el mundo, demonio y carne. Pero, si tienes los ojos bien abiertos te darás cuenta de que Jesús, el Hijo de Dios, murió y Resucitó. Y eso sólo es suficiente para avivar tu fe, pedirla y confiar en la Palabra de Dios Padre.
—Estoy contigo. Las dudas siempre irán con nosotros. Pero, también está nuestra razón y nuestros deseos de vivir en la verdad, lejos del engaño, la mentira y los egoísmos. Y eso deja muy claro la existencia y presencia de Dios en nuestras vidas. Es esa semilla de la que habla el Evangelio que ha sido sembrada en nuestros corazones. Y sólo la ha podido sembrar nuestro Padre Dios.
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