lunes, 28 de julio de 2025

UN REINO ESCONDIDO EN LO PEQUEÑO

Mt 13, 31-35

     «Cuesta mantenerse en pie, pensaba Pedro, en su camino, al ver que el poder, la fuerza y lo grandioso aplastan a lo pequeño y humilde. Todo parece decirnos que nunca escaparemos de la opresión del fuerte sobre el débil».
    Algo aburrido, resignado, y casi con deseos de tirar la toalla, Pedro tomó asiento en su terraza favorita. Mantenía la esperanza de ver a Manuel y contrastar con él esa impresión que le angustiaba. Observando que no estaba Manuel, se atrevió a compartirlo con los compañeros que en ese momento estaban allí.
    —Vengo angustiado y algo derrotado. Siempre sucede lo mismo: el grande aplasta al pequeño. ¿Cómo lo ven ustedes?
Si miras para atrás, observas que siempre ha pasado eso. Los fuertes oprimen a los pequeños. Lamentablemente, aunque no se desea, siempre ocurre y, resignados, nos callamos la boca —dijo Fernando.
Sí, parece que eso es lo que suele ocurrir siempre —agregó Felipe, otro de los tertulianos.
Había llegado Manuel y, evitando intervenir, poniéndose a la escucha, se sentó. Levantó la mano para indicar a Santiago que le trajera su café. Ya situado y saboreando su café, se hizo todo oído para adentrarse en lo que compartían.
Todo transcurría dentro de lo normal. Y digo “normal”, porque se estaba dando por buena esa sensación de que siempre el grande vence al pequeño. Un poco perdido, Pedo, al percatarse de que estaba Manuel, le lanzó la pregunta.
—¿Sabes de qué va la cosa, Manuel? ¿Podrías darnos tu opinión?
—Lo intentaré. Primero, una observación. Cuando estamos atrapados, decepcionados, perdidos, no nos sintamos nunca derrotados. Miremos al Señor, leamos su Palabra y, escuchándole, tratemos de buscar soluciones y salidas. No será la que mejor nos guste, pero, seguro, será una buena salida.
—Y en este caso concreto, ¿qué nos aconseja? —le invitó Pedro a seguir.
—Buenos, se me ocurre releer la historia David contra Goliat – Samuel 17, 49-50 – en esa narración podemos comprobar cómo el Señor se vale del débil para vencer al fuerte. ¡Y hay más!, María, mujer sencilla y pobre; y José, un simple carpintero. ¡Y Juan el bautista y los apóstoles! ¿Ven a alguien poderoso entre ellos? Y, sin embargo, la Noticia del Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios, contra viento y marea, ha llegado a nosotros. ¿Responde esto a la pregunta planteada?
—Evidentemente, Manuel, saltó Pedro con un semblante gozoso, animado y aires de triunfo.
—¡Y lo más importante!, cuando todo parecía perdido, Jesús crucificado en la cruz, los apóstoles muertos de miedo y muchos – Emaús – retirándose, ¡Jesús Resucita! Definitivamente, el Amor había vencido. Esa es la Buena Noticia, nuestra esperanza y el fundamento de nuestra fe. Así que mantengamos siempre nuestro corazón levantado y esperanzado.

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