martes, 29 de julio de 2025

UNA FE VIVA

—Me quedo de piedra al ver la confianza que tiene esa mujer, Marta, en Jesús. Siente dolor, pero no se derrumba, ni se queda en él, y sale al encuentro de Jesús. Y me asombra lo que dice, Pedro.
—¿Qué dice?
—Es asombrosa su fe. Mira: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.” ¿Y te das cuenta de lo que dice al final? “Sé que todo lo que pidas a Dios, te lo concederá.” ¡Dios mío, cómo me gustaría tener una fe como la de esa mujer!
—¡Asombroso! También a mí me gustaría creer con esa fuerza y firmeza.
—Pero más asombroso aún me parece lo que le responde Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá.” Eso no va dirigido solo a Marta. También me lo dice a mí. ¿Te das cuenta, Pedro?
Se me están poniendo los pelos de punta, Manuel. Y no cómo reaccionar ni qué decir.
—A mí me pasa algo parecido. Pero mira cómo le responde Marta a Jesús: “Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.” Y, aunque no llego a esa fe, me gustaría tenerla y confiar de esa manera en Jesús.
—Manuel, se me ocurre una idea: recemos para que nuestro Padre Dios aumente nuestra fe. Pidamos, busquemos y llamemos, y no desfallezcamos. Dios nos escucha y premia la insistencia. ¿No te parece?
—Buena idea, Pedro. Hagámoslo

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