Hay días, pensaba Manuel, en los que siento la presión que la vida me impone. El ritmo acelerado termina angustiándome, y eso trae impaciencia y hasta desesperanza. Entonces, busco espacios de silencio, de calma, como si tratara de detener el tiempo con mis manos para poder pensar, sosegarme y hallar paz. Pero, sobre todo, cuando tras esa búsqueda me encuentro con Dios, experimento una paz profunda y un gozo verdadero. En Él se disuelven mis pesares y ansiedades.
No se te van a pedir tus éxitos, sino el amor que hayas gastado en beneficio de los demás.
domingo, 10 de agosto de 2025
LA VIDA, TIEMPO DE VIGILIA
—Buenos días —dijo Pedro—. Hoy me siento lleno de
vida y alegría. No sé por qué, pero hay días en que todo parece más hermoso.
—Nunca llueve a gusto de todos —respondió Manuel—. A
mí me sucede todo lo contrario. Hoy siento que el día es pesado, me invade la tensión
y la angustia, sin saber bien por qué.
—Si tú no lo sabes, será difícil encontrar
respuesta.
—Quizás tiene que ver con los tiempos en que
vivimos. Ahora todo es más acelerado, imprevisto, no hay nada seguro, ni
siquiera el puesto de trabajo. Este ritmo acelerado puede ser respuesta a mis
sentimientos de hoy.
—Creo que algo de eso sucede. Hay días en que siento
que todo me empujan, que no hay tiempo para nada, que la vida va demasiado
deprisa.
—Sí, realmente es así. Sin darnos cuenta, aceleramos
nuestra vida, y no caemos en la cuenta de que no podemos mover ni un pelo de
nuestro cabello. Todo tiene su ritmo, y las cosas suceden cuando llega la
madurez. La razón y el sentido común no se apresuran; llegan en su momento. Pero
el hombre va contra ese tiempo natural, especialmente en la economía, los proyectos
y las ganancias, volviéndose esclavo de un ritmo frenético. Y una vez más
encuentro la respuesta en la Palabra de Jesús.
—¿Cuál es esa respuesta? —Preguntó Pedro.
—No apurarse, mirar los signos de los tiempos, permaneciendo
en espera vigilante. No dejar que ese ritmo frenético domine tu vida y tu alma.
Y, por el contrario, perseverar pacientemente, poniendo tu esperanza y
confianza en Dios. Mira, experimento cierto sosiego y serenidad en la medida
que hablo y voy haciendo mías la Palabra de Jesús. La vida tiene siempre un
ritmo establecido, y alterarlo trastoca nuestra vida y nuestra alma. Solo el
Señor da serenidad y paz.
—Tienes razón. A veces, la gente se vuelve loca por
pasarse con la velocidad.
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