Nuestra manera de
pensar nos hace reaccionar de forma negativa y rechazable ante lo que no vemos.
De tal manera que llegamos a afirmar que aquello que no ven nuestros ojos es
rechazado por nuestra razón. Pero, sucede que también nos formamos una imagen y
una idea de como tiene que ser ese Dios de quien nos habla Jesús, el Mesías
prometido.
No aceptamos el
Dios que Jesús, su Hijo predilecto, nos anuncia. Tenemos ya nosotros un dios
formado a la medida de nuestra razón. Y ese el Mesía que esperamos. Por eso,
para cerciorarse más sobre el Dios Padre que Jesús les anuncia le piden un
signo. Un signo que demuestre y les pruebe ese dios que ellos esperan. Quizás
puede suceder que también a nosotros nos ocurre lo mismo. Pedimos pruebas para
cerciorarnos de ese Dios que Jesús nos anuncia.
El Evangelio de
hoy plantea ese problema que sigue vivo y actual en nuestro siglo y entre
muchos de nosotros: ¿Qué Dios esperamos encontrar y en qué Dios creemos? La
respuesta por parte de Jesús es categórica y clara: (Lc 11,29-32): En
aquel tiempo, habiéndose reunido la gente, Jesús comenzó a decir: «Esta
generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra
señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para …
Conviene aprovechar este tiempo de cuaresma para interiorizar nuestro pensamiento con la Palabra que Jesús nos anuncia y discernir al respecto: Nuestro Dios es un Dios inaccesible a nuestra razón, un Dios inimaginable y libre, cuyos planes son muy diferentes a los que crea nuestra limitada razón.
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