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Mt 14, 1-12 |
Nuestra opinión sobre
alguien muchas veces depende de cuánto lo conocemos. Y lo que más contagia e
inspira a seguir no son tanto sus palabras, como la coherencia de su vida. El
testimonio es lo que arrastra.
Sentado en su mesa favorita
de la terraza, Manuel saboreaba su aromático café. Eran momentos, para él, casi
mágicos: instantes de reflexión, donde su pensamiento transitaba caminos de
búsqueda y trataba de dar respuesta a los acontecimientos que afectan, de una u
otra manera, a la vida.
—Pedro, estaba pensando en
las decisiones que toman muchos poderosos. Aun sabiendo que perjudican a mucha
gente de su entorno, pueblo o familia, las mantienen solo para que prevalezcan
sus propios intereses. —¿Te parece justo actuar así?
—¡Por supuesto que no! Eso
es una injusticia. Y todos, incluso los más sencillos e ignorantes, se dan
cuenta. ¿No has oído decir alguna vez: “Esa persona es mala”? Es la opinión que
se forma la gente cuando ve a alguien actuar de manera injusta.
—Según lo que dices, ¿qué
opinión te merece el tetrarca Herodes? Me refiero a aquel que mandó decapitar a
Juan el Bautista.
—Sí, claro, lo conozco por
la historia. Está recogido en el Evangelio de Mateo, capítulo 14, versículos
del 1 al 12. Es un ejemplo claro de lo que estamos hablando. Herodes, un
poderoso, decide ejecutar a Juan, no por justicia, sino arrastrado por sus deseos,
por un juramento imprudente, por quedar bien ante sus invitados… y, sobre todo,
por la presión de Herodías, que no soportaba que Juan le denunciara su pecado.
La vida de un justo, desechada por la envidia y el miedo.
—Coincido contigo. Es lo que
suele pasar cuando el poder se vuelve egoísta y ciego. Cuando se quiere
sobresalir a cualquier precio, se pisa al otro, se callan las voces que
incomodan, se eliminan las verdades que duelen… Incluso aunque esas voces sean
como la de Juan el Bautista.
La lección estaba dada. Son
muchos los poderosos —también hoy— que, movidos por sus propios temores, buscan
quitar de en medio todo lo que estorba sus intereses. Sin embargo, no logran
acabar con ellos del todo. Porque esas voces, por frágiles que parezcan, son
fuerzas del Reino. Y, como semillas silenciosas, siguen acercando el futuro de
Dios en la historia.
Por muchos violentos Herodes
y envidiosas Herodías que haya, la voz de la verdad nunca será silenciada del
todo. El Reino avanza. Siempre.
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