domingo, 31 de mayo de 2015

ÚLTIMAS INSTRUCCIONES

(Mt 28,16-20)


Se acerca el momento de la ascensión, y Jesús da las últimas instrucciones a sus discípulos. Acuden al monte indicado por Jesús y al verle le adoran. Sin embargo, la duda persiste en algunos. Jesús se acerca y les dice: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

No cabe duda que estamos llamados a hacer discípulos, y esto significa proclamar la Palabra para que se bauticen en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Somos misioneros y el día de nuestro bautizo hemos quedado configurados como sacerdotes, profetas y reyes. Pero misionero no significa que todos hagamos lo mismo y de la misma forma. Misionero no implica marcharse a otros países o lugares. Misionero es proclamar la Palabra de Dios con tu palabra y vida. Y eso lo puedes hacer desde cualquier lugar o circunstancias.

Puedes hacer misiones en tu casa, familia, trabajo, con tus amigos, en el deporte, en tus ratos de ocio o diversiones...etc. Puedes hacer misiones en cada momento de tu vida, y también lo puedes hacer en los lugares donde todavía no se conoce al Señor. Misioneros somos todos, porque misionar consiste en evangelizar.

Y evangelizar consiste en dejar salir el amor de Dios con toda la fuerza posible para que otros noten su presencia en ti. Evangelizar es reflejar el amor de Dios en todos los actos de tu vida para que los que entran en contacto contigo noten su presencia. Evangelizar es decir al mundo que tenemos un Padre que nos quiere hasta el punto de esperarnos con los brazos abiertos y danos todo su Amor Misericordioso.

Evangelizar no es preocuparse, ni afanarse en métodos y estrategias, que sin despreciarlas y utilizarlas, siempre pueden ayudar. Evangelizar es simplemente vivir el Amor de un Padre que te quiere, que te busca, que te acompaña, que te perdona, que tiene paciencia contigo y tus pecados, que su Misericordia es Infinita y que te busca para decirte que no estarás mejor en ningún otro lugar que en su Casa.

Evangelizar es ponerte en las Manos del Espíritu Santo y dejarte conducir por Él tratando de liberarte de toda atadura y esforzándote en estar disponible. Y, por supuesto, teniendo la confianza que cuentas con su ayuda, porque sólo será imposible.

sábado, 30 de mayo de 2015

EL BAUTISMO DE JUAN


(Mc 11,27-33)

El problema del hombre es su soberbia. Porque de su soberbia nace todo lo demás que le contamina y le pierde. De su soberbia le viene su prepotencia, su superioridad, su exigencia y su poder. Y de esa actitud soberbia, engreída y arrogante nacen los pecados que manchan su alma.


El hombre soberbio se rebela contra Dios y contra su hermano. Así Adán come la manzana que le ofrece Eva, y Caín mata a Abel. El mundo sigue ese mismo camino porque el hombre soberbio, ensoberbecido, valga la redundancia, no se abaja y se hace humilde. Y sin humildad no se puede amar ni perdonar.

Aquellos sumos sacerdotes y letrados son los hermanos de los gobernantes, intelectuales y políticos del mundo que nos ha tocado vivir a nosotros, que pretenden dirigirlo con sus ideas y pensamientos, despreciando e imponiéndose a los demás. Se creen con derechos a legislar y dirigir la vida de los demás. Ven sólo derechos y deberes que pueden adaptar y cambiar según les interesen y cumplan con sus apetencias y egoísmos.

Aquella pregunta dirigida a Jesús - ¿con qué autoridad haces esto? - refleja esa soberbia que los descubre y retrata. Sin embargo, Jesús, paciente y humilde, acepta el reto y lo asume. Y les devuelve la misma moneda con otra pregunta rociada de buena intención amorosa, que busca precisamente descubrirles sus limitadas capacidades, sus ignorancias, sus pobrezas, sus pecados, para, reconocidos, descubran la verdadera autoridad de quien les habla, Jesús, el Hijo de Dios Verdadero.

Porque sólo al Hijo de Dios se le puede ocurrir esta pregunta cargada de amor y de buenas intenciones. Una pregunta que de querer responderla les descubre que no tienen respuesta. Porque, de decir que el Bautizo de Juan viene de Dios, se exigirían creerle y, por supuesto, obedecerle. Y, por el contrario, de decir que de los hombres les enfrentaría al pueblo, que pensaba que Juan era un profeta.

No saben responder y se sienten desconcertados, sorprendidos y superados. Pero no se abajan y se reconocen inferiores y pecadores. Les cuesta humillarse. Mantienen su actitud arrogante y soberbia que les lleva a la única salida: "Matarlo". Volvemos al pecado de Caín.

No son actitudes de ayer, sino que también pertenecen al hoy. Existen muchos caines que sólo ven la solución de matar cuando se encuentra delante de alguien que trata de compartir y amar. Existen muchos caines, hoy quizás talibanes, que no comparten las ideas de otros y matan si no se aceptan las suyas. Quizás los haya también en la misma Iglesia.

Jesús nos pone hoy ese planteamiento bautismal como un camino de arrepentimiento y de conversión, que nos prepara para el encuentro con Dios. Un Dios Trino que es Padre, Hijo y Espíritu, y que se nos revela en el Amor a los hombres.

Porque sólo lo seremos y encontraremos cuando, aceptado y recogido el Amor venido de Él, lo compartamos con los demás.

viernes, 29 de mayo de 2015

QUIZÁS HOY TODAVÍA UTILIZAMOS EL TEMPLO



Muchas veces me pregunto si no estamos perdiendo la conciencia de la presencia de Jesús en el Templo. Entramos en las iglesias y advertimos mucho ruido. En mi tiempo se guardaba y se respetaba el silencio. Nadie se atrevía a romperlo y se iba fuera si la necesidad de decir algo era muy necesaria.

Hoy hay celebraciones que son un bullicio enorme. Hay momentos que pienso que dirá el Señor, pues Él es el menos importante. La gente está pendiente de los saludos y de la fiesta, de verse y lucir sus nuevos vestidos y, sobre todo, de quedar bien. No hay conciencia de lo que van a celebrar y el Señor pasa desapercibido. 

La algarabía es tremenda y, por momentos, el templo parece más un salón festivo que una iglesia donde se va a celebrar la primera comunión de algunos niños. Pero también ocurre en cualquier celebración. No con tanto ruido, pero si con una relajada y distraída actitud de falta de respeto y conciencia de que estamos en la presencia del Señor. Pero lo peor es que, sin darnos cuenta, nos vamos contagiando y perdiendo la conciencia y el respeto de que estamos en la Casa de Dios.

No trato de decir que no se pueda hablar o comunicar algo, sino que hay una actitud un poco distraída e inconsciente de que estamos en el templo, la Casa de Dios, y que Él debe ser el centro de toda nuestra atención. Corresponde más a que se hable un poco lo necesario, a una falta de actitud y consciente de la presencia del Señor. Afortunadamente, en la celebración se guarda silencio y respeto.

No son nuestros templos lugares mercantiles ni de negocios como ocurrió en tiempos de Jesús, pero quizás los estamos convirtiendo en lugares de entretenimientos, encuentros de amigos y distracción que desplazan al Señor a un lugar secundario en nuestro corazón. Sería cuestión de revisarnos y de reflexionar sobre nuestras actitudes al respecto.

Pero lo notorio es que si se habla o se distrae no se reza, y sin oración no hay comunicación con Dios. ¿Qué entonces es y a qué vamos al Templo? La oración es necesaria y también la fe. Ambas van unidas porque sin fe no hay oración, y sin oración no hay fe. Y, claro, quienes rezan, tienen fe y, por la gracia de Dios, reciben fuerza para perdonar.

jueves, 28 de mayo de 2015

JESÚS SE QUEDA BAJO LAS ESPECIES DE PAN Y VINO

Lc 22, 14-20


Todo permanece igual, no se ha cambiado ninguna palabra. La institución de la Eucaristía permanece sin ninguna alteración. Es el centro de nuestra fe en la que permanece y reina la presencia viva de Jesús.

El Señor se hace presente entre nosotros y nos brinda su Espíritu para que en Él seamos su presencia en este mundo y la semilla que lo transforme hasta implantar su Reino. La Eucaristía es el centro de los sacramentos, porque en ella recibimos el Cuerpo y la Sangre presente de Jesús bajo las especies de pan y vino.

El encuentro con Jesús nos renueva y nos fortalece. Por eso, la Eucaristía es el sacramento frecuente, y si se puede, diario, que el creyente debe celebrar. No es la Eucaristía un acto más de piedad, sino una celebración que celebra, valga la redundancia, el encuentro con Jesús. ¿Y quién no celebra y tiene un encuentro con su mejor amigo cada día?

La Eucaristía es el instante que, lleno de Jesús, fortaleces tu alma y vigorizas tu voluntad para la lucha de cada día en este mundo en el que vives, pero al que no perteneces. Es el entreno necesario para, por la Gracia del Espíritu, encontrar luz y sabiduría en tu camino hacia la liberación de tu propia esclavitud por el pecado. Claro queda que le necesitamos, y que cada Eucaristía es un regalo inmenso que no tiene precio. 

Claro queda que debemos priorizar, siempre que podamos, acudir a la Eucaristía porque en ella fortalecemos nuestro espíritu y voluntad para vivir según el Espíritu de Jesús y cumplir su Palabra.

Jesús es el Señor que ha sellado una nueva alianza con su sangre para, derramada por todos los hombres, salvarnos de la esclavitud del pecado y darnos la Vida Eterna.

miércoles, 27 de mayo de 2015

COTAS DE PODER

Marcos 10, 32-45


Hay una tendencia a subir, y superada la cota más alta empezamos a mirar para la siguiente. Ocurre también entre los apóstoles. Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, aspiran a subir y estar arriba entre los primeros y, acercándose a Jesús, le dicen: 

Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: ¿Qué queréis que os conceda? Ellos le respondieron: Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? Ellos le dijeron: Sí, podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.

No se trata de pedir, ni siquiera ser elegido, sino que se trata de servir y ser el último. Muchos elegidos no responden a la confianza que en ellos se ha depositado. Ahora en tiempos de elecciones tenemos muy fresca esa experiencia, y la corrupción, falsas promesas y mentiras están a la orden del día. Solo los que, fieles a sus promesas, se dedican a servir, serán los que sean elevados a los primeros puestos.

La ambición nos pervierte porque nos empuja a pasar por encima del otro, aun siendo injusto, con tal de conseguir nuestros propios intereses y objetivos. Advertimos que los discípulos no se enteran de lo que Jesús les dice, pues se le acercan para pedirle un lugar en su Gloria sin darse cuenta que Jesús les anuncia su Pasión y Muerte. Están distraídos y pendientes de sí mismos.

Igual nos puede y nos ocurre a nosotros ahora. Estamos más pendiente de los actos de piedad y celebraciones que de lo verdaderamente importante: el servicio por amor. 

martes, 26 de mayo de 2015

DIFÍCIL DE ENTENDER, PERO PODEMOS PEDIR LUZ PARA ENTENDERLO

(Mc 10,28-31)


Resulta difícil elegir un camino de persecución. No apetece elegirlo, y no llegas a entender y menos explicarlo que conviene elegirlo. ¿Cómo y de qué manera hacerlo entender? Levantar la mirada es lo único que se me ocurre en estos momentos. Tú dirás, Señor.

Sin embargo podríamos preguntarnos quien no sufre en esta vida. Podríamos convenir en que todos pasamos por momentos muy difíciles, y que muchos desean hasta acabar con su propia vida. El resultado es que nadie se libra de sufrir y pasarlo mal: desamores, fracasos, muertes y accidentes de seres queridos, relaciones sentimentales rotas, engaños, enfermedades...etc.

Un sin fin de circunstancias que nos hacen la vida dura y cuesta arriba. Pero lo peor no es eso, sino que perdemos la esperanza porque no tenemos ningún horizonte que nos anime en el camino. La conclusión es: ¡qué vida perra!

Por el contrario, injertados y apoyados en Jesús, el camino es diferente. Sí, es verdad que nadie te quita el sufrimiento y, sobre todo, la persecución, pero tampoco nadie te puede quitar la esperanza. La esperanza de llegar un día a Jesús y descansar en Él para siempre. Sí, seremos perseguidos como Él, ¡no faltaría más!, pero resucitaremos en Él y viviremos feliz, también cómo Él, para la eternidad.

Esa es la diferencia, y vale la pena. Sin Él no hay esperanza ni tiene sentido nuestra vida. Por muchas felicidades que persigas e intentes vivir. Llegará un final vacío y sin sentido. Un final de muerte y de perdición.

Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, y en Él todo tiene sentido y resultado feliz. Vale la pena, a pesar de ser perseguido como Él, recorrer el camino que nos lleva a su encuentro.

lunes, 25 de mayo de 2015

UNA OPCIÓN QUE EXIGE RENUNCIA

(Mc 10,17-27)


Privarse de algo no es fácil, sobre todo cuando ese algo interesa, da placer o te permite vivir con comodidad y cierto confort. Se está bien, al menos aparentemente, cuando se da rienda suelta a las apetencias y placeres que nos tientan y atraen.

Dejar esta situación es complicado y molesta, por lo que se hace difícil cambiar. Supongo que fue lo que le ocurrió a ese personaje, que corrió al lado de Jesús a plantearle que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Y recibió como respuesta la de seguirle dejando todo lo demás. No pudo dar una respuesta, porque tenía su corazón en el mundo apegado a todas las cosas que le poseían.

Porque son, precisamente, las cosas las que te poseen y te esclavizan despojándote de tu propia libertad y haciéndote esclavo. A mayor poder, riqueza y bienes, mayor dependencia y esclavitud. Tanto es así que el resultado es someterte hasta el extremo de resistirte al Amor de Dios y rechazarle. Así ocurrió con aquella persona. No resistió el poder de sus riquezas y rechazó la invitación de seguir a Jesús.

¿Qué nos ocurre a nosotros? No estamos lejos de esa actitud y decisión, y nadamos en el medio. Queremos seguirle, pero también estamos en el mundo y miramos para el mundo. Y de esa forma será muy difícil servir al Señor. La sentencia que pronuncia Jesús se hace real. Las riquezas nos alejan del camino de salvación y nos pierden, porque nos esclavizan y nos esconden la verdad. Y sin verdad es imposible ser libre.

Nadie es bueno sino sólo Dios. Y si Jesús es bueno es porque es Dios. Su vida es intachable y su doctrina se instala en la Verdad y la Justicia. Verdad y Justicia que tienen que refrendarse en las obras de tu vida. Sólo así, dando testimonio de tu fe con tu vida, puedes transmitir la verdad del amor.

No estaba dispuesta aquella persona a dar el salto. Se había limitado a practicar y a cumplir, pero fuera de ahí nada más. El compromiso no llegaba tan lejos, pues se daba prioridad a los bienes, riqueza y poder, que a la del seguimiento a Jesús. Es un gran obstáculo que Jesús compara metafóricamente con que sería más fácil pasar un camello por el agujero de una aguja, que entrar un rico en el cielo.

Jesús sabe de nuestras dificultades y de la capacidad de nuestra fuerza, y nos advierte sobre lo que debemos hacer. El cumplir debe ir acompañado del vivir en la Palabra con las obras.

domingo, 24 de mayo de 2015

EN EL ESPÍRITU SANTO ALCANZAMOS EL PERDÓN

(Jn 20,19-23)


¿A dónde iríamos por nosotros mismos? ¿Qué haríamos sin el poder del Espíritu Santo? Sin lugar a dudas, el Señor, que nos conoce a fondo, nos tenía reservado ese momento en el que recibiríamos el Espíritu Santo. Porque sin Él nada podemos hacer.

Por medio de sus apóstoles, Jesús confiere el poder del Espíritu de Dios para que transmitan y proclamen el Evangelio a todos los hombres. Seremos nosotros ahora, que, por el Bautismo, hemos sido configurados como sacerdotes, profetas y reyes, los que en el Espíritu demos fe y testimonio del Evangelio y la Palabra del Señor.

En el Espíritu Santo son perdonados nuestros pecados. «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

No podemos perdonarnos nosotros mismos. Recibimos el perdón de quien tiene poder para perdonar. Y ese no es otro sino Jesús. Es Él quien lo ha conferido a sus discípulos, y estos lo dan en su Nombre. El perdón se pide, se pide a Otro. Y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado (de la Homilía de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2014).

Experimentamos en el perdón una paz y unas renovadas fuerzas que nos da ánimos para transmitir y contagiar a los que abran sus corazones a la acción del Espíritu. Porque es en el Espíritu Santo donde encontramos ese tesoro que todos buscamos: la felicidad eterna.

Las cosas del mundo terminan por esclavizarnos y ser una carga demasiada pesada en nuestra vida. Sus consecuencias son envidia, ambición, poder, riqueza, soberbia...etc, que nos llenan de infelicidad y tristeza. Es la experiencia que observamos en este mundo en el que vivimos. Todas las historias están salpicadas de enfrentamientos y luchas a muerte.

Gracias Señor por darnos tu Espíritu, para que, abiertos a su Gracia, podamos encontrar la sabiduría, la fortaleza y la paz necesaria para llevarte a ti en nuestro corazón y darlos a todos los hombres. Amén.


sábado, 23 de mayo de 2015

DESPOJARME DE MIS PLANES

Jn 21, 20-25


Queremos y confesamos seguir a Jesús, pero, quizás sin darnos cuenta, seguimos nuestras propias ideas y planes. Por nuestra propia naturaleza nos cuesta seguir los planes de otros, y también los de Jesús. Nos resistimos a sus señales, signos o indicaciones, y optamos por los nuestros.

Realmente nos cuesta despojarnos de nuestros egos, y, liberados, seguir los de Jesús. Pedro, al parecer, no estaba muy de acuerdo con que fuera Juan detrás de él y de Jesús, pero, interpelado Jesús, le responde que a él no le corresponde decidir. Pedro tenía sus planes, pero los que importa son los planes de Jesús.

Igual nos ocurre a nosotros. Interpelamos a Jesús y ponemos trabas a sus proyectos. Incluso los rechazamos. Le seguimos cuando nos interesa y cuando los vientos nos son favorables, pero no ocurre así cuando la dirección del viento cambia y sopla en dirección opuesta. No nos da lo mismo, ponemos nuestra condición e interrumpimos nuestro camino y nos paramos. 

Entonces tomamos un atajo que nos parezca  más acorde con nuestros planes y rechazamos los de Jesús. Ponemos nuestras condiciones y establecemos un plan que sea compatible con el nuestro. En otras palabras, encendemos una vela a Dios y otra al diablo, o algo parecido. Es esa la cuestión. Debemos priorizar y poner a Jesús en el centro de nuestra vida y por encima de todos y todo.

Jesús como fundamento y camino de nuestra vida, sin miramientos ni influencias, envidias, o retos que vengan de otros lugares o personas. Él es la Referencia, el Modelo, la Palabra, el Norte que debe impregnar mi vida de criterios, de verdad, de justicia y, sobre todo, de amor.

Nos descubrimos egoístas, pecadores y suficientes. El Señor es el Mesías, el Hijo de Dios Verdadero. Redentor y Salvador bajado del Cielo para salvarnos de la esclavitud del pecado. ¿Cómo no seguirlo? Es Él quien nos llevará por la senda de la Verdad y de la Vida, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

viernes, 22 de mayo de 2015

NO HAY OTRA MANERA DE DECIRLE AL SEÑOR QUE LE AMAS SINO AMANDO AL PRÓJIMO

(Jn 21,15-19)


Puedes hablar el idioma que quieras, pero Jesús sólo entendera un idioma: El Amor. Fuera del Amor nada tiene valor, porque lo que no se haga con Amor se hace por egoísmo e interés. El Amor es la prueba del compromiso solidario y del interés por el bien común. 

Donde no existe amor aparecen las rencillas, las envidias, los enfrentamientos, la mentira y el deseo de venganza. Se hace insoportable la vida y viene el caos. Es en ese lugar donde se mueve a sus anchas el Maligno y donde despliega su poder para confundirnos y enfrentarnos. Y si permanecemos solos, sin la asistencia del Espíritu, nuestras posibilidades de amar son nulas, y en cambio las de perdernos, todas. 

Pedro tuvo la sabiduría del arrepentimiento. Abrió su corazón a la Gracia de Jesús y sostuvo su mirada en el Señor. Lloró amargamente su pecado, pero creyó en la Misericordia de Dios y permaneció pacientemente en su Palabra. Pero, ¿qué significamos con permanecer? ¿Qué realmente queremos expresar cuando decimos permanecer en el Señor? Permanecer quiere decir servir, porque la Voluntad de Jesús se hace servicio, y entrega su vida por darse y servir a todos los hombres.

Es esa la Voluntad del Padre, y Jesús ha venido para cumplir la Voluntad del Padre, que no es otra sino servir a los hombres por amor para salvarlos de las garras del pecado. Pero se nos hace difícil entenderlo, porque en nuestra cabeza no entra nada que sea entregado gratis. Nuestro mundo es un mundo de intereses y rentabilidades. Vales por lo que tengas y puedas conseguir. El amor se compra, y a todo se le pone un precio.

Olvidamos que el egoísmo e interés rompe la esencia del amor, porque amar significa darse sin pedir nada a cambio. Y eso está escrito dentro de las entrañas del hombre. Quieras o no quieras, te sentirás mejor y en paz cuando tu amor es desinteresado y gratuito. Ese es el amor que te gustaría recibir y, también, dar. 

Y cuando experimentas que has sido vencido por el egoísmo y el interés, te sientes mal. Sabes y prefieres que ese amor dado gratuito es lo que te gustaría y lo que te hace feliz. Supongo que eso fue lo que experimentó Pedro y otros muchos hombres arrepentidos. Vale la pena levantarse y tender la mano al Espíritu Santo para dejarnos levantar y amar por Jesús.

jueves, 21 de mayo de 2015

JESÚS RUEGA POR TODOS

(Jn 17,20-26)


No es nuestro Dios un Dios que señala y revela el camino y se desentiende de los caminantes que lo emprenden. Todo lo contrario, no sólo lo marca y señala, sino que lo recorre con cada uno de los que, confiados en Él, corresponden con la voluntad de emprenderlo apoyados en su Palabra.

No encontramos en ninguna otra religión un Dios de estas características. Un Dios que nos ama con verdadero amor, hasta la locura de encarnarse en naturaleza humana, y dar su Vida para salvarnos. No hay mayor prueba de amor que ese compromiso extremo de entregarse hasta la muerte. Y una muerte de Cruz, señalada como la muerte más baja e indigna para un hombre. No existe ningún otro Dios que se le pueda igualar.

Nuestro Dios es único, inigualable, misericordioso, justo, verdad, camino, vida, pero de una forma especial, es Amor. Es el Dios Verdadero, creador del mundo, del cielo y la tierra, de todo lo visible e invisible. Señor de la vida y la muerte. Rey del Universo y único Dios. Un Dios en el que encontramos misericordia, comprensión, perdón, ternura, afecto, compañía, alegría, consuelo, gozo, felicidad, pero sobre todo Amor.

 Un Dios que busca salvarnos y unirnos y que se preocupa de nuestra respuesta de amor. Y permanece en cada uno de nosotros para, con nosotros, buscar personalmente caminos y soluciones a los obstáculos que nuestra vida nos presenta. Porque nuestra naturaleza tocada por el pecado es tentada y provocada por el Maligno.

Necesitamos, pues, la asistencia del Espíritu para superar esas pruebas con la que el Maligno quiere alejarnos y perdernos. Pidamos al Espíritu la luz y la sabiduría de encontrar fortaleza y paciencia que nos sostengan y nos ayuden a permanecer confiados a su acción.

miércoles, 20 de mayo de 2015

UN DIOS PADRE, ÚNICO Y VERDADERO DIOS

(Jn 17,11b-19)


Hay un sólo Dios y un sólo camino de salvación. No hay otros dioses ni otra forma de ser dios sino la que reveló el Señor Jesús. Un Dios Padre que nos ama y nos cuida, y que acabada la misión de su Hijo Jesús, es requerido por éste para que no nos deje solos y nos proteja de los peligros del mundo.

Esta es la gran diferencia. Nuestro Dios es el único y Verdadero porque es un Dios Amor. Un Dios que se implica en nuestra salvación y que se hace el único y verdadero camino por el que podemos salvarnos. Mientras otros dioses nos dan una doctrina, método o normas para que las cumplamos, manteniéndose ellos fuera de nuestro camino, el Dios de nuestro Señor Jesús nos invita a caminar con Él y a dejarnos conducir y salvar por su Misericordia y Amor.

No nos salvamos nosotros por nuestro cumplimiento y esfuerzo, sino que es la Gracia del Dios revelado por el Hijo quien nos redime por su Misericordia y Amor. Sí, nos hace libre para que, colaborando con Él, pongamos en sus Manos el regalo de nuestra libertad y, dejándonos amar dejemos redimirnos por su Amor. 

Jesús nos revela hoy al Único y Verdadero Dios que nos busca y se hace el encontradizo para ofrecernos su Amor incondicional y su Misericordia Infinita. Él es el Mesías prometido, el Hijo de Dios Vivo, que se hace Hombre para, entregando su Vida por nosotros, pagar un rescate de salvación que sólo está al alcance del Dios Verdadero. 

Jesús ruega al Padre, momentos antes de su Ascensión, pidiéndole que nos proteja ante los peligros del mundo, para que, fortalecidos e iluminados por su Gracia, seamos capaces de superar las pruebas y obstáculos que el mundo nos ofrece. Nunca pactando componendas que nos separen el amor a Dios del amor al prójimo. Porque es precisamente en el amor a los hombres donde Jesús es glorificado al entregar su vida por la salvación de todos.

Por eso, Señor, consciente de mis pecados, mis fracasos y debilidades, te entrego mi vida y mi libertad para que, glorificada en Ti, sea capaz de amarte a Ti amando a los hombres. De manera especial a los más pobres, desposeídos, enfermos y necesitados. Sé Señor que no estoy a la altura de lo que Tú me has dado y me pides, y que nunca lo estaré sin Ti, pero no pierdo la esperanza de que, por tu Gracia, mi corazón sea transformado. Amén.

martes, 19 de mayo de 2015

CRISTO SE UNE A NOSOTROS

Jn 17, 1-11


Hace días hablábamos de un Dios que se implica con el hombre que ha creado. Un Dios que no se aparta ni se aleja, sino que se acerca y busca al hombre para amarlo y salvarlo. Un Dios que no se va, sino que se queda y se une a cada uno de nosotros.

Nuestro Dios es un Dios diferente. Es un Dios que no nos explica una doctrina y nos exhorta a cumplirla, sino que la enseña, la vive, y quiere también vivirla con nosotros. Para eso, se pone el primero y camina delante de nosotros dándonos testimonio de su amor. No hay ningún Dios como el nuestro. Realmente, Jesús es el Hijo de Dios Vivo y Verdadero.

Un signo que nos indica su Divinidad como es la Paz. Dónde esté el Señor, allí tendrá que haber paz, y donde hay paz se hace la Voluntad de Dios. Por lo tanto, todo creyente debe vivir en la paz, y, para eso, dejarse amar por Dios, porque Dios es Amor y Paz. No significa eso que dejemos de luchar, sino todo lo contrario: luchar de forma constante y paciente por lograr que reine el amor, la justicia y la paz entre los hombres.

Jesús nos propone vivir en la Verdad y la Justicia. Ambas van unidas, y así, respecto a la unidad también debemos de estar y permanecer todos los hombres. Porque sólo hay una verdad, y sí una Verdad, una sola también Justicia y un sólo Camino. Todo se hará entonces como nos sugiere la Voluntad de Dios. Todo lo demás son desviaciones y caminos erróneos.

No olvidemos que nunca estamos solos aunque lo parezca. El Espíritu de Dios permanece en nosotros si nosotros le permitimos, y en Él estamos seguros, y nada nos puede ocurrir que nos haga perder el Tesoro de nuestra vida y amor al Señor. Entonces viviremos en paz, porque la paz nace de la semilla de la Verdad y la Justicia.

No estamos escuchando a alguien que propone una doctrina y que luego, él cumple solo sin implicarse en los demás. Ni de un profeta que habla y no se sabe bien si él cumple o dónde se encuentra. No hablamos de los que proponen, sino de Alguien que propone, pero primero lo vive, da ejemplo, lo sufre y padece y lo ofrece con la garantía de que Él lo ha hecho de forma satisfactoria venciendo y realizándolo.

Ese es el Señor, que tiene Palabra de Vida Eterna y lo demuestra y prueba con su Resurrección

lunes, 18 de mayo de 2015

NO HAY POR QUÉ TENER TEMOR, CRISTO HA VENCIDO AL MUNDO

Jn 16, 29-33


Podemos experimentar que el mundo está mal y que no hay quien lo arregle. Se suceden fiestas centradas en el sexo, porno y en darle riendas suelta a las apetencias y al cuerpo. Prima las satisfacciones, el gozo y la lujuria. La vida hay que vivirla. Experimentamos que la fe en Cristo se debilita y que no podemos resistirnos a las tentaciones del mundo, demonio y carne.

Los valores del consumismo, del capitalismo, de la sensualidad y del materialismo están en boga y en todo lo que suponga ponerse en sintonía con las exigencias evangélicas. Pero, este conjunto de valores y de maneras de entender la vida no dan ni la plenitud personal ni la paz, sino que sólo traen malestar e inquietud interior.

 No va la gente contenta y alegre por las calles. Al contrario, van enfurruñadas, cerradas, tristes y preocupadas por un futuro que no ven nada claro, precisamente porque se lo han hipotecado al precio de un coche, de un piso o de unas vacaciones que, de hecho, no se pueden permitir. La experiencia nos revela que detrás de todas esas cosas, que vivimos en el mundo, hay una puerta falsa que conduce al vacío y sin sentido. El mundo no ofrece soluciones verdaderas, sino espejismos que pronto desaparecen sumiéndonos en la perdición y muerte.

Cristo ha vencido al mundo. Nos anima a vencerlo también nosotros. Ha tenido que sufrir padeciendo una muerte de Cruz, pero ha Resucitado. Y con su Resurrección ha alcanzado la Vida Eterna, aquella que no tiene obstáculos ni límites, porque ha vencido todos los límites y ha superado todas las dificultades. 

Nuestro camino no será un camino de rosa, pero injertado en el Señor podemos recorrerlo y superar todos los obstáculos y dificultades que salgan al paso. Superar pérdidas de amigos; separaciones de personas amadas; fracasos de proyectos y debilidades humanas son muertes que irán acaeciendo a lo largo del camino, pero recorriéndolo en el Espíritu de Dios iremos venciendo cada uno de esos obstáculos.

Nos apoyamos en Ti, Señor, y caminamos en paz a pesar de los peligros que nos acechan, porque sabemos y confiamos que al final Tú nos sostendrás en pie para alcanzar el triunfo.

domingo, 17 de mayo de 2015

¡LA RESURRECCIÓN, EL MOMENTO CULMINANTE DE NUESTRA VIDA!

(Mc 16,15-20)


La Resurrección es la hora y el momento glorioso del triunfo de Jesús sobre el demonio, el pecado y la muerte. La muerte, nuestra mayor preocupación y nuestro azote. Vivimos llenos de miedo, hasta tal punto que disimulamos o miramos para otro lado para no pensar en ello.

No queremos enfrentarnos y algo nos sucede que nos somos consciente del peligro de cada día ni lo que nos jugamos en cada momento de nuestra vida. Vivimos pendientes de la vida o la muerte, pero el mayor peligro no es morir, sino morir para siempre. Y pienso que no somos muy consciente de ello.

Hoy Jesús da por finalizada su etapa de apariciones y asciende definitivamente al Cielo, pero eso no significa que no volverá. Nos ha prometido ir a prepararnos un lugar para luego venir a buscarnos y llevarnos con Él. Termina eso si sus apariciones, pero se queda en el Espíritu de Dios para recorrer con nosotros nuestra etapa hacia la Resurrección también. Hermoso esta etapa de nuestra vida. Hermosa y apasionante. Caminamos hacia el Cielo por esa escalera gigante que nos conduce a él. Y allí nos encontraremos con Jesús. ¿No es hermoso? 

La muerte ya no tiene poder sobre nosotros. Es simplemente el pasaporte para ir al encuentro con Jesús. Proclamemos esta buena noticia con nuestra vida."Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien." 

Jesús está con nosotros. Está aquí presente porque creemos en Él y porque le hemos llamado. Jesús Vive y en Él encontraremos el camino para vivir en la Verdad  según su Palabra. Palabra que siempre se cumple y que está sucediendo en todos aquellos que creen según la Voluntad del Señor. Recordemos lo vivido por Jesús y lo que tuvo que sufrir hasta la muerte de Cruz. Esa fue la Voluntad del Padre para que su Cruz se convirtiera en signo de salvación para todos los hombres.

No desaprovechemos esta oportunidad de vivir esperanzados y con alegría. A pesar de nuestros sufrimientos, nuestras pruebas y sacrificios. Todo tiene sentido porque Jesús le da verdadero sentido a nuestra vida.

sábado, 16 de mayo de 2015

ATRÉVETE A PEDIR

Juan 16,23-28.


Sorprende y asombra leer las Palabras de JesúsYo les aseguro: cuanto pidan al Padre en mi nombre, se lo concederá.  De Jesús nos sorprende todo. Sorprende que se presente como Hermano; sorprende que se presente como Hijo; sorprende que se presente como igual al mismo Padre. De Él sorprende todo, y la mayor sorpresa y grandeza es que nos presenta a su Padre también como nuestro Padre. Único Dios Padre, porque no existe otro Dios que se presente como Padre.

Pero más todavía, nos descubre un Padre enamorado de sus hijos, que los quiere hasta la locura de entregar a su Hijo a una muerte de Cruz para salvarlos. No existe prueba mayor de amor. ¿Dónde encontramos a un Padre con más amor? ¡Dios nuestro Padre es único! ¡Señor de la Vida y de la muerte!

Tengamos la confianza de ser buenos hijos y corresponder al amor del Padre. Y de pedir todo lo que necesitamos para alcanzar el camino de salvación. Tenemos la Palabra y la Promesa del Hijo, que nos invita a que nos atrevamos a pedirle al Padre en su Nombre. Es verdad que se nos presenta un problema, ¿qué pedimos? Porque no sabemos pedir. Posiblemente, por nuestra naturaleza humana pedimos cosas que quizás no nos hagan falta o no nos sirvan para el camino de nuestra salvación.

Es importante saber pedir, y conocer lo que verdaderamente es fundamental e importante para nuestra salvación. Es eso lo que necesariamente debemos pedir, y confiar que nos será dado como afirma Jesús. Conocemos que el amor es el fundamento de la Voluntad del Padre, pues por Amor nos ha salvado, y Jesús nos revela que la Voluntad del Padre es que seamos capaces de amarnos como su Hijo Jesús nos ha enseñado.

Jesús es el Modelo y la Referencia. Nuestra actitud de amar tiene que ser como la de Él. Y lo más importante es dejarnos amar por Él más que intentar amarle. Porque en el abandono a su Amor se nos dará la Gracia de corresponder y amar como Él. 

Pidamos al Señor que nos transforme nuestro corazón humano y de piedra, en un corazón tierno, suave, grande en generosidad, sabiduría y comprensión para amar como Él nos ama.

viernes, 15 de mayo de 2015

LOS DOLORES PRECEDEN A LA ALEGRÍA

san Juan 16, 20-23


Sabido es que detrás de la tristeza viene la alegría. No hay mal que cien años dure, y eso es lo mismo que decir que tras el mal viene la paz y con ella la alegría. Toda empresa comporta riesgos, pero tras ellos se espera la alegría de conseguir los objetivos. Tener hijos supone un camino de privaciones, renuncias y sacrificios. Se sufre y al parto se va con miedo y dolor, pero la alegría del nuevo ser es inmensa y compensa todo sufrimiento pasado.

En el camino de salvación ocurre lo mismo. Todos los sufrimientos se dan por buenos si al fina se consigue el objetivo, es decir, la salvación. Vuelve la alegría y eso es lo que importa. Todo lo pasado, incluso los sufrimientos y tristezas se olvidan y se dan por buenos. La alegría es lo que queda y lo que verdaderamente importa.

"También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar".

Sabemos que las fiestas celebran el triunfo del esfuerzo, del trabajo y de la perseverancia con el premio de la alegría y la recompensa. Detrás de cada fiesta hay un sacrificio y una lucha celebrada. Un cumpleaños premia el esfuerzo y el trabajo de todo un año, y, cumplido este, lo celebramos con una fiesta alegre y festiva. 

Así nos presenta el Señor su venida. Nos invita a esperar con fe y paciencia. Nos habla de tristeza y sufrimiento porque el mundo nos tienta y nos persigue, pero nos revela su venida y la recuperación de la alegría de encontrarnos con Él. 

Además, no estamos solos. Contamos con la presencia del Espíritu Santo y con la promesa de su venida y de su presencia constante entre nosotros. Recordamos que nos dijo que donde dos o más se reunen en su Nombre, allí está Él con nosotros. Nuestro Dios es nuestro Padre, y nosotros sus hijos. No hay ninguna religión que tenga a su Dios por Padre como la nuestra. Y que nos llame hijos, porque en su Hijo Jesús nos ha hecho hijos adoptivos suyos.

Es una maravilla nuestro Dios, un Dios que es Misericordioso, pero lo es porque nos Ama hasta la locura de comprometerse entregándonos a su Hijo, haciéndolo hermano nuestro y hasta el extremo de una muerte de Cruz. 


jueves, 14 de mayo de 2015

EL EGOÍSTA VIVE ENCERRADO EN SÍ MISMO

Jn 15, 9-17


Quizás muchos no adviertan a su propio egoísmo ni se den cuenta que son egoístas. Y cuando lo adviertan, posiblemente sea ya tarde. El egoísmo se va metiendo en el cuerpo y como la diabeti no la descubres sino con un análisis.

De la misma forma, el egoísmo no lo descubres sino con una reflexión sobre tus actitudes y tu disponibilidades. Te descubres poco abierto a colaborar y a estar disponible en ofrecerte y en darte a la solidaridad y a compartir. Organizas tu tiempo y tu vida sólo pensando en ti. Si eso es así y lo observas en tu vida, posiblemente seas egoísta. El egoísta se encierra en sí mismo y vive su propia vida separado de los demás.

Hay mucha gente que, aparentando ser generosas y sociables, son egoístas y cerradas. Son abiertas para las cosas que les interesan; son abiertas para conseguir circunstancias y también ocasiones donde satisfacer sus propios egoísmos, sin pensar en los inconvenientes y en las dificultades que generan a los demás. Piensan en ellos solos y los demás no existen. 

Y ocurre que cuando esas circunstancias u ocasiones desaparecen, los demás también, porque ellos estaban ahí mientras eran centro de interés o beneficio. Experimentamos que el egoísta piensa solo en sí mismo, y eso es contrario al mandamiento nuevo que Jesús nos da. El mandamiento del Amor. Un amor no inventado según nuestros intereses y objetivos, sino un amor ágape abierto al bien de todos tal y como nos ha amado y nos ama Jesús.

Necesitamos la fuerza del Amor de Jesús para sentirnos también nosotros fuertes. No se trata de amar como pensamos nosotros, sino amar como piensa Jesús. Él es el modelo y referente y en el que debemos mirarnos todos, porque nuestra misión es llegar a amar como lo hace y lo ha hecho Él en la tierra.

Por eso nos ponemos en Manos del Espíritu Santo, para que guiados por Él podamos transformar nuestro corazón egoísta en un corazón abierto, generoso y rebosante de amor.

miércoles, 13 de mayo de 2015

EL PLAN NECESITA TIEMPO

16, 12-15


El espacio y el tiempo delimitan nuestra vida. La fruta no se puede comer cuando apetece, sino cuando, transcurrido su tiempo, ha llegado a la madurez de su crecimiento y está lista para servir de alimento. Todo necesita su tiempo y también su espacio.

El Plan de Dios lleva también su tiempo. No ha sido pensado para ser entendido enseguida, sino que lleva un tiempo de asimilación y madurez. Jesús nos dice hoy: Tendría que decirles muchas cosas más, pero no podrían entenderlas ahora. Cuando venga el espíritu de la verdad, los iluminará para que puedan entender la verdad completa.

Así lo ha pensado Dios, y así sucede. El Espíritu Santo se encargará de irnos revelando, no sólo aquello que no hayamos entendido, sino todo lo que falta por llegar. Jesús instruye a sus discípulos y apura sus últimas recomendaciones. 

Sus Palabras son de una claridad meridiana: El no hablará por su cuenta, sino que dirá únicamente lo que ha oído, y les anunciará las cosas venideras. El me glorificará, porque todo lo que les dé a conocer, lo recibirá de mí. Todo lo que tiene el padre, también es mío; por eso les he dicho que todo lo que el Espíritu les dé a conocer, lo recibirá de mí.

No deja nada desatado y todo muy claro. Y deja muy claro que todo lo del Padre es también de Él. Es decir, una igualdad total, o lo que es lo mismo. Un sólo Dios en tres Personas. Y es el Espíritu Santo, el Paráclito, quien nos va a acompañar y a asistir en nuestra aventura de recorrer el tiempo de nuestra vida en y con la misma actitud y sentimientos que lo recorrió Jesús. Necesitamos la Luz del Espíritu para, fortalecidos en Él, superar las tentaciones y los obstáculos que nos presenta este mundo.

En y por la acción del Espíritu Santo podemos conseguir y asumir las actitudes que, como Jesús, favorezcan la paz y la comunión fraterna entre todos los hombres. Circunstancias y espacios de concordia y justicia solidaria que permitan habitar un mundo más humano donde los hombres sean portadores de justicia, paz y amor.

Dejémonos ungir por el Espíritu de Dios y  abiertos a sus Palabras, dejarnos dirigir hacia la Verdad Plena.

martes, 12 de mayo de 2015

JESÚS HA ASCENDIDO

(Jn 16,5-11)


No importa los tropiezos y dificultades del camino, porque lo verdaderamente importante es como termina el final del camino. Solemos decir que los resultados no son como se empieza, sino como se termina. De eso se trata y eso es lo verdaderamente importante.

Ocurre y experimentamos que las dificultades son muchas. El camino está lleno de renuncias, de sacrificios, de incomprensiones, de indecisiones y dudas. En muchos momentos el tropiezo está en no saber elegir o no conocer el camino que debo tomar. La oscuridad nos confunde y no hace dudar. Sufrimos mucho en estas circunstancias y sentimos fuertemente un deseo de dejarlo todo y abandonar. La tentación de dejarnos llevar por la corriente del mundo nos ataca e invade muy fuertemente.

Pero lo importante es llegar y vencer. Es decir, se trata de creer y confiar en que Jesús está vivo. Vivo porque ha Resucitado. Ha vencido a la muerte, y nos promete que también nosotros la venceremos si permanecemos unidos a Él. Se trata, pues, de caminar permaneciendo en Él. Unidos a Él. No importan los obstáculos ni sufrimientos. En Él conseguiremos Vivir para siempre. Y eso es lo verdaderamente importante.

Por eso, al ascender a los cielos, Jesús no se ha ido, sino que nos acompaña y nos defiende, porque está con cada uno de nosotros y por su Resurrección, resucitamos nosotros también. Eso es lo que importa. Es verdad que no podemos obviar los sufrimientos y los peligros, pero en y con Él podemos superarlos. El Príncipe de este mundo está ya condenado y vencido, y aunque tratará de tentarnos no podrá, porque, apoyados en el Paráclito enviado, seremos fuertes para vencer.

Jesús ha ascendido y eso significa que ha vencido y triunfado. Nosotros estamos invitados a hacer lo mismo. A vencer y a triunfar. Sabemos que antes tenemos que pasar un camino de cruz, pero también conocemos que Jesús lo ha pasado de forma victoriosa, y en Él, porque nos lo ha dicho, nosotros también podemos pasarlo. Y eso es lo que importa.

Sabemos, Señor, que Tú nos invita y nos garantizas la salvación si creemos y permanecemos en Ti. Y nosotros queremos. Danos la sabiduría, fortaleza y la paz de no abandonarte y de permanecer fieles a tu Palabra. Amén.

lunes, 11 de mayo de 2015

LLAMADOS A DAR TESTIMONIO

(Jn 15,26—16,4)


Ser cristiano es dar testimonio. Un cristiano sin testimonio deja de ser cristiano. Ocurriría igual en los enamorados. Un enamorado sin testimonios de amor no es enamorado, porque el amor necesita que se vea, y la novia, igual que el novio, necesitan que le expresen y le testimonien ese amor.

Por lo tanto, los sentimientos y la fe necesitas, no sólo confesarse sino también verse. Es lo que decimos con la expresión:  no sólo hay que ser, sino también parecer ser. El cristiano no se puede esconder, porque eso no sería coherente. No es cuestión de arrogancia ni de estar soplando a cada instante tu identidad cristiana, pero sí vivirla en cada circunstancia y acto que la vida te lo exija.

Por eso y para eso, no estamos solos. El Paráclito, el Defensor, que será enviado desde el Padre, dará testimonio del Señor, y nosotros  también lo daremos. Y lo daremos con nuestra vida, proclamando el amor que el Señor nos da y correspondiendo en los hermanos con ese mismo amor. No como nosotros hacemos, sino como hace Jesús. Amando incluso a nuestros propios enemigos, a eso que nos lo pondrán difícil y nos harán sufrir y padecer.

El Señor Jesús es nuestra referencia y nuestro modelo. Nos ama, y a pesar de todos nuestros rechazo e indiferencia nos espera con infinita paciencia tratándonos de contagiarnos de su Amor y Alegría, para que nosotros hagamos lo mismo. Necesitamos creerle y poner nuestra libertad en sus Manos. De Él la hemos recibido, pero nos la respeta y no nos impone nada.

Espera nuestra elección y confía en que sepamos descubrir donde se esconde la felicidad y la eternidad que buscamos. No está en este mundo sino en Él. Para eso ha venido, para darnos vida abundante y en plenitud. Y nos previene de lo que nos sucederá, porque, como le ocurrió a Él también nos ocurrirá a nosotros. Y nos lo dice para que nos acordemos de que nos lo había dicho..

Simplemente, Señor, danos la sabiduría de permanecer en tu Amor y no desfallecer a pesar de que el mundo nos diga lo contrario y las tinieblas nos envuelvan y nos confundan.  Porque desde el principio, como Tú nos dice, estamos contigo y queremos seguir estando.