lunes, 25 de mayo de 2015

UNA OPCIÓN QUE EXIGE RENUNCIA

(Mc 10,17-27)


Privarse de algo no es fácil, sobre todo cuando ese algo interesa, da placer o te permite vivir con comodidad y cierto confort. Se está bien, al menos aparentemente, cuando se da rienda suelta a las apetencias y placeres que nos tientan y atraen.

Dejar esta situación es complicado y molesta, por lo que se hace difícil cambiar. Supongo que fue lo que le ocurrió a ese personaje, que corrió al lado de Jesús a plantearle que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Y recibió como respuesta la de seguirle dejando todo lo demás. No pudo dar una respuesta, porque tenía su corazón en el mundo apegado a todas las cosas que le poseían.

Porque son, precisamente, las cosas las que te poseen y te esclavizan despojándote de tu propia libertad y haciéndote esclavo. A mayor poder, riqueza y bienes, mayor dependencia y esclavitud. Tanto es así que el resultado es someterte hasta el extremo de resistirte al Amor de Dios y rechazarle. Así ocurrió con aquella persona. No resistió el poder de sus riquezas y rechazó la invitación de seguir a Jesús.

¿Qué nos ocurre a nosotros? No estamos lejos de esa actitud y decisión, y nadamos en el medio. Queremos seguirle, pero también estamos en el mundo y miramos para el mundo. Y de esa forma será muy difícil servir al Señor. La sentencia que pronuncia Jesús se hace real. Las riquezas nos alejan del camino de salvación y nos pierden, porque nos esclavizan y nos esconden la verdad. Y sin verdad es imposible ser libre.

Nadie es bueno sino sólo Dios. Y si Jesús es bueno es porque es Dios. Su vida es intachable y su doctrina se instala en la Verdad y la Justicia. Verdad y Justicia que tienen que refrendarse en las obras de tu vida. Sólo así, dando testimonio de tu fe con tu vida, puedes transmitir la verdad del amor.

No estaba dispuesta aquella persona a dar el salto. Se había limitado a practicar y a cumplir, pero fuera de ahí nada más. El compromiso no llegaba tan lejos, pues se daba prioridad a los bienes, riqueza y poder, que a la del seguimiento a Jesús. Es un gran obstáculo que Jesús compara metafóricamente con que sería más fácil pasar un camello por el agujero de una aguja, que entrar un rico en el cielo.

Jesús sabe de nuestras dificultades y de la capacidad de nuestra fuerza, y nos advierte sobre lo que debemos hacer. El cumplir debe ir acompañado del vivir en la Palabra con las obras.

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