miércoles, 24 de julio de 2013

EL QUE TENGA OÍDOS, QUE OIGA


(Mt 13,1-9)

¿Dónde han caído las semillas de mi siembra particular? ¿Por qué no dan los frutos apetecidos? ¿Acaso se la han comido las aves? ¿O han caído en terreno pedregoso donde no hay mucha tierra y se han agostado por no tener raíz? ¿O quizás han nacidos entre abrojos que al crecer las han ahogado?

¿Dónde está la tierra buena de mi vida que las acoja y las haga florecer y dar buenos frutos? ¿Soy yo acaso tierra mala? ¿Podré convertirme en tierra buena? ¿Es posible que pueda abrirme y dejarme cultivar por el buen Labrador y convertirme en tierra abonada y fértil para dar buenos frutos?

Depende de ti y de mí que preparemos nuestra propia tierra y la dispongamos a acoger esa lluvia fresca, renovada de la Palabra de Dios que la transformará para que produzca frutos buenos y en abundancia. El Sembrador nos espera. Él ha sembrado la Palabra y espera tu respuesta, pues eres libre de recibirla y acogerla. Depende de la tierra que tú quieras preparar: al lado del camino; terreno pedregoso; abrojos o tierra buena.


martes, 23 de julio de 2013

INJERTADOS EN ÉL

Jn 15, 1-8


Para dar frutos necesito permanecer y estar injertado en la Fuente que me alimente y fortalezca para que mis esfuerzos se conviertan en frutos buenos. No podré dar buenos frutos si no permanezco unido al Árbol que dé buenos frutos. Jesús nos dice: "Yo soy la verdadera Vid, y mi Padre el Labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Se trata de dar frutos, y eso significa que todos tenemos una misión que realizar, pues los frutos son productos de una labor y un trabajo. "Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da fruto abundante, porque sin Mí no podéis hacer nada".

Está claro que para dar frutos, frutos buenos según quiere Dios, tenemos que estar unidos a Jesús, permanecer en Él. Y eso significa vivir presentes en la oración, penitencia y Eucaristía, alimentados por su Palabra, por su Cuerpo y su Sangre.

Sólo así podemos dar frutos abundantes que den gloria a mi Padre, dice el Señor Jesús,  y ser sus discípulos.

lunes, 22 de julio de 2013

¡NO ESTABA EN EL SEPULCRO!

(Jn 20,1-2.11-18)


¡Estaba sorprendida!, María Magdalena no podía ni imaginar que el cuerpo de Jesús no estuviese en el sepulcro. ¿Dónde podía estar? ¡Menos, imaginar que hubiese resucitado! Luego, no sabían ni esperaban que Jesús resucitase, y, por supuesto, no habían entendido nada.

Sin embargo, Jesús les había cautivado y sus palabras les había dejado esperanzado el corazón. Aquel Hombre respiraba vida, y vida eterna. Vida que daba sentido a la vida y llenaba de esperanza y gozo el corazón. Y sin embargo no habían imaginado que estaba vivo.

Podemos, desde ahí, imaginar que supuso para María y los apóstoles despertar al conocimiento de experimentar que Jesús había Resucitado. Y, por supuesto, eso explica el despertar de sus vidas y la nueva orientación que emprendieron. El camino empieza con la Resurrección, y Resurrección significa nuevo comienzo, nuevo camino, nuevo hombre.

Al camino le precede el encuentro, y el encuentro se produce en la Resurrección. No obstante cuando celebramos, exultamos proclamándola como el fundamento de nuestra fe. Y es que sin Resurrección no se encuentra el camino ni se percibe meta. El camino es un camino de vivos, de Resurrección.

Gracias Señor por tus Palabras llenas de esperanza con las que me haces hijo de tu Padre: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios».

domingo, 21 de julio de 2013

EN MEDIO DEL RUIDO DEL MUNDO

(Lc 10,38-42)


Sin darnos cuenta y sin apenas tomar conciencia de quienes somos, el mundo nos envuelve y nos saca fuera de nosotros mismos. No hay tiempo para pensar, y menos para discernir qué es lo más importante. Nos ponemos en marcha sin saber muy bien qué hacemos o que merece la pena hacer.

Simplemente caminamos y caminamos, pero no sabemos muy bien a dónde nos conduce el camino. Y, pronto, nos damos cuenta de que nos angustiamos, nos desesperamos y clamamos ayuda para que el desasosiego no nos desequilibre y nos anule.

Marta experimentó esa experiencia en sí misma. Decidió que lo importante era servir, y olvidó escuchar. No observó que si no escuchas no aprendes a servir, porque la Palabra escuchada es la que te enseña y te prepara para cómo servir y cuándo servir. La referencia del servicio, es decir, del amor, la da Jesús, y eso significa que primero hay que escucharlo, y segundo también, porque la escucha dura todo el recorrido de nuestro camino.

María, sin embargo, eligió la mejor parte: "Escuchar". Escuchar, no a un cualquiera o prestigioso maestro, sino a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios Vivo. Seguramente, María supo después el cómo y porqué del amor, y fue llena de la Gracia que la Palabra genera para concentrar la energía del servicio.

Quizás sea esa la lección de hoy: saber apartarse de los ruidos que nos amenazan, y encontrar la paz y la tranquilidad de escuchar la Palabra de Jesús, porque su Palabra es Palabra de Vida Eterna.

sábado, 20 de julio de 2013

LOS ATENDÍA A TODOS


(Mt 12,14-21)

A pesar de ser perseguido con mala intención, Jesús en su retirada va curando a todos aquellos que se les presentan en el camino. Él no tiene en cuenta los insultos y amenazas que le profieren, y procede con amor y misericordia.

Perdona Señor mis arrebatos. La mayoría de las veces no me puedo reprimir, y me desahogo despotricando contra todos aquellos que considero culpables de las injusticias que someten a los pueblos. Pero ocurre que yo tampoco estoy limpio de culpa.

Perdona también mi impotencia e indecisiones ante mis propias responsabilidades y, sobre todo, las autojustificaciones que las esconden tratando de autoengañarme. Perdona Señor mi pobreza y falta de valentía por no saberme enfrentar a mi soberbia y orgullo, y dar riendas suelta a mis sentimientos en perjuicio de los demás. 

Quisiera ser como Tú, y permanecer en silencio sin responder a los insultos y ofensas de los demás tal cual Tú has hecho. Tú, que eres el Único que puedes responder en justicia y verdad, dame la constancia y la capacidad de saber transmitirla y contagiarla.

viernes, 19 de julio de 2013

SE HACE HOMBRE PARA SALVARNOS

(Mt 12,1-8)


No viene Jesús a darnos una tabla de leyes que cumplir, y cumplidas se ha acabado la historia. No, Jesús viene a dar prioridad al hombre por encima de todo lo creado, y a proclamarle que es la criatura mimada y querida por el Padre, que envía a su único Hijo a decirles que los ama hasta ofrecer la vida de su único Hijo.

Todo está en función del hombre y para bien del hombre. Nada está por encima, y así, las cosas son para ser utilizadas buenamente para el provecho del hombre. No se puede supeditar a la norma, ni a leyes que lo esclavizan y lo rebajan a un segundo plano. El hombre es la criatura amada por Dios, y tanto es su Amor que entrega a su único Hijo a una muerte de cruz para redimirle y salvarlo.

Está fuera de toda duda que las leyes están para cumplirla, pero nunca pasando por encima del bien del hombre. Una ley que subordina o esclaviza o hace al hombre dependiente de ella, es una ley que debe abolirse, quitarse o saltarse, pues es el hombre el centro del Amor de Dios. 

El Señor nos enseña, con su Misericordia, a tomar conciencia de nuestros pecados, pero también a darnos cuenta que los demás, de nuestra parte, también necesitan comprensión y perdón como nosotros.

jueves, 18 de julio de 2013

¿CUÁL ES TU YUGO, SEÑOR?


(Mt 11,28-30)

Porque el Señor nos invita hoy a tomar sobre nosotros su yugo y aprender de Él que es manso y humilde. Pero también nos promete que hallaremos descanso para nuestras almas, porque su yugo es suave y su carga ligera.

No cabe duda que su yugo significa remar contra corriente, porque el mundo busca un yugo personal, hecho a medida de cada uno. Y la medida de cada uno se apoya en el bienestar personal indiferente a los demás. Un bienestar egoísta que busca la comodidad, la seguridad, el placer, riqueza y poder donde encontrar ser feliz. 

Seguir a Jesús supone aceptar su Plan de vida y cargarlo, y eso implica amar sin condiciones olvidándome de mí y dándome a los demás. Sí, el yugo se hace duro y pesado, pero Jesús no nos deja solo, va Él con nosotros y nos lo hace ligero y suave. Ese es el reto, caminar en la fe y la esperanza de saber que Jesús tiene Palabra de Vida Eterna.