(Mt 12,14-21) |
A pesar de ser perseguido con mala intención, Jesús en su retirada va curando a todos aquellos que se les presentan en el camino. Él no tiene en cuenta los insultos y amenazas que le profieren, y procede con amor y misericordia.
Perdona Señor mis arrebatos. La mayoría de las veces no me puedo reprimir, y me desahogo despotricando contra todos aquellos que considero culpables de las injusticias que someten a los pueblos. Pero ocurre que yo tampoco estoy limpio de culpa.
Perdona también mi impotencia e indecisiones ante mis propias responsabilidades y, sobre todo, las autojustificaciones que las esconden tratando de autoengañarme. Perdona Señor mi pobreza y falta de valentía por no saberme enfrentar a mi soberbia y orgullo, y dar riendas suelta a mis sentimientos en perjuicio de los demás.
Quisiera ser como Tú, y permanecer en silencio sin responder a los insultos y ofensas de los demás tal cual Tú has hecho. Tú, que eres el Único que puedes responder en justicia y verdad, dame la constancia y la capacidad de saber transmitirla y contagiarla.
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