jueves, 7 de mayo de 2015

NO PORQUE LO DIGA CON SUS PALABRAS SINO PORQUE LO PRUEBA SUS OBRAS

(Jn 15,9-11)


No ama Jesús al Padre porque lo confiese muchas veces, sino porque lo descubren sus obras. Su vida es una prueba de obediencia a la Voluntad del Padre. Cumple con todo lo que el Padre le encarga hasta dar la Vida libremente por el rescate de todos los hombres.

El amor no se sostiene en las palabras, sino que las palabras expresan y manifiestan lo que vive y obra la vida. Sin esa correspondencia la Voluntad del Padre no sería cumplida. Está claro la dirección en la que tiene que ir nuestro esfuerzo, perseverar e insistir en permanecer en el Amor del Señor Jesús. Tal y como Él permanece en el Amor del Padre.

Experimento y descubro que, en la medida que te alejas del Amor del Señor, pones tu vida en peligro quedándote en manos del Maligno,, y, en el tiempo, se te hace más difícil escaparte. Él no va a desperdiciar la oportunidad que tú le brindas y aprovechará para dejarte bien atado. Al contrario, cuánto más permanezcas en el Señor más difícil le será al diablo ganarte para él y tentarte.. El Espíritu Santo te defenderá y protegerá.

El Señor te ama y te invita a permanecer en Él. Nos lo enseña con su Vida y nos da ejemplo con su testimonio. Ahí están sus obras. Quiere que nosotros vivamos igual, porque vivir así supone ser alegre y estar esperanzado. Y si eso no nos ocurre es porque no hemos entendido o porque el demonio nos tiene, quizás, cogido.

También puede ocurrir que confundamos la alegría de la verdadera alegría.. No se trata de la alegría del mundo, de la diversión o del placer, porque esa alegría es caduca. Se trata de la alegría que nace del gozo que da la paz de sentirnos satisfecho al hacer lo que deberíamos hacer. Y eso no es otra cosa que buscar el bien común en la verdad y la justicia, procurando que todas las personas sean dignas de tener lo necesario para vivir en paz y en plenitud.

Esa es la alegría que Jesús nos propone y en la que debemos permanecer permaneciendo en su Palabra y su Amor.

miércoles, 6 de mayo de 2015

MIS OBRAS SON TUS OBRAS, SEÑOR

(Jn 15,1-8)


Nos preocupamos mucho por los resultados. Medimos nuestro apostolado y eficacia según los resultados obtenidos. En ese sentido no hemos cambiado mucho respecto a antiguamente cuando tenía gran peso la cantidad de comuniones y de gente en las misas. Hoy sabemos que eso no es lo importante, porque no es la cantidad sino la cualidad lo que importa.

Nos acusamos de no tener fe, o tener muy poca, porque parece que no convencemos a nadie. Al mismo tiempo experimentamos que nos quedamos solos y que la Iglesia no se nutre de nuevos creyentes. Hace un momento, un amigo me comentó sobre mi fe, pero también habló sobre la suya, y se confesó creyente. Aunque matizó que, a su manera.

Quizás no nos damos cuenta, pero nuestra manera de vivir y actuar si llega. Esa persona sabe de mi fe, y se cuestiona la suya, aunque no se acerca a la Iglesia y la vive según él cree. No tenemos que hacer nada nuevo, sino seguir las enseñanzas que nos dio Jesús y que, ahora y hoy, nos sigue dando a través del Espíritu en el Evangelio de cada día. La fe se contagia y se transmite cuando la vivimos convencidos y seriamente. La fe se transmite cuando nuestra vida la transparenta en los criterios, estilo y Palabra del Señor.

No podemos imponerla, sino proponerla. Y el resultado de que sea aceptada o no, no es cosa nuestra, ni depende de nosotros. El hombre es libre y puede acogerla o rechazarla. Sé de muchos que habiendo recibido un buen testimonio y conservando la amistad con esa persona no se abre al encuentro con el Señor. Los resultados dependen del Labrador. Nosotros somos las ramas, y daremos frutos si nuestras ramas están bien agarradas al tronco que nos nutre de su savia.

Sólo hay un camino, una manera de ser creyente: Creer en Jesús y seguir sus pasos. Porque eso de creer según mi manera no es serio. ¿Cómo puedes tú inventarte tu fe y hacer lo que a ti te parece más conveniente? Eso no parece lógico ni es de sentido común. La fe tiene un camino que Jesús, para eso se hizo Hombre como nosotros, nos enseña revelándonos la Voluntad del Padre.

Y un Camino que tendrá muchas cosas que no nos gustan, o que no entendemos, o que nos cuestan demasiado cumplirlas o vivirlas. Pero ese es el Camino. Un Camino necesitado de amor, de exigencias y de esfuerzos; un Camino necesitado de comprensión, de escucha, de humildad, de paciencia y comprensión, pero sobretodo de perdón.

Un Camino que sin Él no podemos recorrer, porque Él es la Vid, y nosotros los sarmientos. Y ya sabemos que si los sarmientos se separan de la Vid, se secan y mueren.

martes, 5 de mayo de 2015

UNA PAZ NUEVA

(Jn 14,27-31a)


La paz de este mundo es una paz establecida con las fuerzas y el poder. Desde que hay un desequilibrio se impone la fuerza y el sometimiento. La igualdad y los intereses establecen el equilibrio de la paz. Es una paz de fuerzas, de poder, de riquezas...

La paz de la que habla Jesús es otra paz diferente. Es la paz que nace del corazón, de un corazón que ama, que habla en verdad, en justicia y en libertad. Es la paz que defiende y que habla de la dignidad del hombre, y establece la igualdad y justicia para todos. Es la paz que hermana y nos hace fraternos y solidarios. Es la paz que permite a los pueblos vivir en buenas relaciones y convivir en verdad, justicia y, valga la redundancia, en paz.

Jesús nos promete volver a nuestro lado, y nos descubre que el Padre es más que Él, el Hijo enviado, y por eso vuelve al Padre. Porque Él hace la Voluntad del Padre. Ahora llega la hora del Príncipe del mundo, que a pesar de no poder con Jesús, si tiene permiso para actuar sobre nosotros, y poder para vencernos y seducirnos. 

Por eso el Señor no nos deja solo. Nos envía el Paráclito, el Espíritu Santo, que nos ayuda y nos asiste contra la amenaza del Príncipe de este mundo, y nos ilumina y fortalece para la lucha por la paz y la unidad de todos los hombres. Esa es nuestra meta, primero encontrar paz en nuestras conciencias, para luego darla y llevarla a un mundo enfrentado por envidias, odio, guerras, poder, ambición y venganza.

Comprendemos que sin el Espíritu de Dios nos será imposible encontrar paz, porque dentro del corazón del hombre habita el pecado, y por el pecado entramos en conflicto unos con otros hasta  llegar a la guerra y muerte. Necesitamos la asistencia del Espíritu Santo para arrojar luz y serenidad en nuestras conciencias que nos permita abrir espacios de diálogo en verdad y justicia y que haga posible la convivencia fraterna entre los pueblos.

Por eso, convencidos de que el Señor está presente en el Espíritu entre nosotros, pedimos luz para encontrar espacios de diálogo fraterno y paciencia para mantener siempre viva la esperanza de una paz nueva, según la Voluntad de Dios, que mantenga viva la llama de nuestro amor.

lunes, 4 de mayo de 2015

LA RECETA ES SENCILLA, PERO NO FÁCIL DE CUMPLIR

(Jn 14,21-26)


No es complicado entender el Mensaje del Señor. Todo se reduce a amarnos como Él nos ama, porque el Señor mantiene su promesa y, en el Espíritu Santo, nos continúa amando ahora mismo, en este momento. Pero, por propia experiencia, cuesta bastante amar.

Amar significa renunciar a muchas cosas que has pensado o que te gustaría hacer. Y que son interrumpidas por la necesidad de otro que te necesita o que se interpone en tu camino. Amar significa dejar tu tiempo y gastarlo para otro; amar significa olvidarte de ti y entregarte a aliviar la necesidad o el sufrimiento del otro. Amar arreglaría muchas vidas de otros que padecen y sufren carencias y necesidades.

Amar no es fácil. El pecado nos esclaviza, y el egoísmo nos impide renunciar a apetencias y apegos que tiran de nosotros y nos ponen la entrega y el desprendimiento a un precio muy alto. Muchos padecen hambre y sed por falta de amor; hay enfrentamientos y guerras por falta de amor. Y el mundo permite la injusticia y la mentira por falta de amor. Sin amor es imposible que haya paz, y menos justicia.

Jesús nos habla hoy del amor. De un amor que se concreta, no en palabras, sino en hechos y obras. Guardar los Mandamientos y cumplirlos es amar al Señor. No el que reza y expresa con su boca el amor a Dios, le ama, sino aquel que lo hace en los hombres según la Voluntad de Dios. 

Hoy Jesús nos hace una promesa muy esperanzadora: «Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho». No estamos solos, el Espíritu Santo nos acompaña y nos asiste, y nos va enseñando y alumbrando el camino. Por eso empezamos todos nuestros actos invocándole para que nos guíe y nos muestre el camino.

En Él podemos encontrar paz, sabiduría y fortaleza para vencer las dificultades que nos salen al paso en la lucha de cada día. El Espíritu nos anima y nos da fuerza para vivir ese amor de renuncia y entrega a los que lo necesitan y a proclamar la Palabra. El Señor nos conoce y sabe que le necesitamos. Él nos lo dice, por eso, en el Espíritu Santo, no se aparta de nosotros y nos acompaña siempre.

Ven Espíritu Santo, llenas los corazones de tus fieles y encienden en nosotros la llama de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y nuestros corazones serán creados de nuevo Amén.

domingo, 3 de mayo de 2015

¡QUÉ FORMA DE HABLAR TAN CLARA!

(Jn 15,1-8)


No sé lo que me ocurre, pero me quedo maravillado por la claridad de las Palabras de Jesús. No puedo ni terminar el pasaje evangélico, porque tan solo con sus primera Palabras me quedo asombrado y surge en mí estos deseos irrefrenables de expresar lo que siento.

He leído este pasaje muchas veces, y nunca, igual que el de ayer, he experimentado, al menos no lo he advertido, esta sensación de claridad, de seguridad y de grandiosa revelación que nos hace el Señor. Sin lugar a duda que Él es la Vid. Lo hemos repetido muchas veces a lo largo del año. Sin el Señor no somos ni podemos hacer nada. Y, ¡claro también!, que su Padre es el Viñador. Todo sarmiento que no da fruto en el Señor, es cortado, más el que da fruto se limpia para que dé más frutos.

Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.

Son Palabras del Señor. Palabras tan claras que no dan lugar a ninguna duda. Y no son Palabras que dijo ayer, sino que son Palabras que se actualizan y las dice hoy. A ti y a mí, y a todos los que quieran escuchar. Escucha: Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

No se puede hablar más claro. Está dicho todo, y los que creemos en Él seguimos adelante contra viento y marea, porque Jesús es el Señor, la Vida Verdadera en la que, injertados podemos dar frutos. Porque esa es la Gloria del Padre, que demos muchos frutos y seamos discípulos de su Hijo Jesús.

Tú, Señor, eres el Camino, la Verdad y la Vida; Tú, Señor, eres la Fuente inagotable de Vida y Felicidad Eterna; Tú, Señor, eres la Vid Verdadera en la que, injertados, podemos dar frutos tal y como tu Padre espera de los que te seguimos.

Y esa es nuestra esperanza, que a pesar de nuestra condición humana, débil y pecadora, en Ti, Señor, podamos ser purificados y fértiles para dar frutos. Esos frutos que tu Padre quiere y espera. Amén.

sábado, 2 de mayo de 2015

LAS PALABRAS DE JESÚS ME ASOMBRAN

(Jn 14,7-14)


Me quedo perplejo, asombrado, admirado, irresoluto... Porque no se puede decir más. Hoy Jesús se descubre con una transparencia meridiana. Sus Palabras me impactan de tal forma que me dejan con la boca abierta, y hasta cierto punto muy preocupado. Porque si creo en Él podré hacer las obras que Él hace. ¡Y qué lejos estoy de eso!

«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Significa que conocer al Señor es conocer al Padre, y eso quiere decir que son iguales, es decir, que son uno, como diría en otro momento. A la pregunta de Felipe sobre que les muestre el Padre, Jesús responde: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?

¿Es qué se puede decir más claro? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. 

No entiendo como se puede tener dudas o pensar de otra forma. Puedo entender que no quieras o no puedas creer, ¿pero cambiar las Palabras de Jesús y decir que Él y el Padre no son Uno?, no me cabe en la cabeza. Jesús lo ha dicho muy claro, y nos remite a sus obras si es que tenemos dudas.

Mis dudas son sobre mi poca fe, porque Tú, Señor, me has dicho que si creo en Ti, haré tus mismas obras. Y yo sé que no las hago. Y no dudo de tu Palabra, sino de mi poca fe, porque las haría si tuviera esa fe que Tú me dices y comparas con un grano de mostaza. Por eso, Señor, te pido que aumentes mi fe y me des la capacidad de hacer tus obras según tu Voluntad.

Pero, también, Señor, quiero decirte que, sólo si Tú así lo decides y quieres. Porque me conformo con saber que Tú me quieres y aceptas como hijo, aunque sea un mal hijo y deje mucho que desear. Sólo quiero Señor estar contigo, seguirte y obedecerte, y vivir en y según tu Palabra. Y para ello, te pido la sabiduría y fortaleza de poder cumplir tu Voluntad.

viernes, 1 de mayo de 2015

¡CUIDADO CON NUESTRO ENFEBRECIDO APASIONAMIENTO!

(Jn 14,1-6)


Suele ocurrir que nos apasionamos tanto que, de la misma manera, acabamos por perdernos, desnortarnos y confundirnos perdiendo el rumbo del verdadero Camino. Separarnos de Jesús, no sólo puede ser peligroso, sino que es la muerte para nuestra vida. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Y fuera de Él estamos perdidos.

Las Palabras que Jesús nos brinda hoy son enormementes tranquilizadoras: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 

No se puede dar más paz, serenidad y confianza. Nos prepara una mansión. Nos habría dicho que no si no fuese así. Jesús nunca miente. Todo en Él es Verdad y se ha cumplido. En la Casa del Padre hay muchas mansiones y nos guarda una para nosotros. No es maravilloso oír estas palabras. ¿No vale la pena creer en Jesús y seguirle? ¿Se puede aspirar a algo mejor?

Realmente estamos ciegos para no escuchar y seguir al Señor. El mundo nos ciega y nos hace perder el norte y lo trascendente de nuestra vida. Vamos a la deriva ofuscados por un mundo sin sentido y perdido en las pasiones, egoísmos, envidias, guerras, muertes...etc. Por eso, sabiendo que no podemos encontrar el camino sin El, el mismo se nos hace Camino, Verdad y Vida. Nadie va al Padre sino por Él.

Jesús es nuestra referencia y nuestro modelo. No podemos alejarnos de Él. Por eso se queda para ser nuestro Guía y nuestro Pastor. Hoy nos lo deja bien claro y nos invita a creer en el Padre y también en Él. Tengamos confianza, porque Jesús nos la ha dado y nos promete prepararnos una mansión. No un lugar cualquiera, sino una mansión para vivir en plenitud de felicidad junto a Él.

Señor, Tú sabes nuestras intenciones, y también nuestras debilidades. No dejes que nos apartemos de Ti y que distraídos por este mundo perdamos la esperanza y el verdadero sentido de nuestra vida, que es llegar a Ti.