miércoles, 13 de mayo de 2020

IGUAL QUE UN ÁRBOL DA FRUTOS, TAMBIÉN TÚ ESTÁS LLAMADO A DAR FRUTOS


Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo ...
Jn 15,1-8
Durante una parte de nuestra vida estamos recibiendo los frutos de otros, en gran manera de nuestros padres. Pero, llegará un momento que esos frutos recibidos, que nos han ayudado a crecer, desarrollarnos y formarnos, empezarán también a dar frutos para que otros los reciban y se puedan aprovechar de ellos. Ahora, esos frutos pueden darse con amor o con egoísmo. Es decir, pueden ser frutos dados con generosidad o frutos narcisistas para provecho y egoísmo propio. En eso estriba la diferencia.

El Evangelio de hoy nos habla precisamente de eso. Todo árbol que no da fruto es arrancado y echado al fuego. Porque, la misión específica y natural de un árbol es dar frutos. De la misma forma, la misión de un hombre y una mujer es dar frutos. Frutos entendidos en servicio a los demás; frutos entendidos como la concepción de nuevas vidas - los hijos - para Gloria de Dios y como consecuencia del amor. Frutos como resultado de una entrega y servicio, por amor, al bien de los demás.

Es momento para pararnos y para pensar que frutos estamos dejando a lo largo de nuestro camino y nuestra vida. Frutos recogidos y pensados para mi propia cosecha y provecho, o frutos cosechados buscando el bien y la verdad que redunden en beneficios de todos. Frutos que buscan el bienestar social como resultado de un bien económico que no mira las desigualdades y pobreza de los que no alcanzan esos frutos, o frutos trabajados buscando salvar las desigualdades y la justicia para todos los hombres.

Esa es la reflexión de hoy, ¿Dónde están mis frutos? Y si hay frutos en mi vida, ¿Qué destino les doy? Porque, al final de mi vida me preguntarán por mis frutos. Esos frutos que debo dar porque se me han dado talentos para ello, y, cosechados, ¿qué utilidad o servicio les he dado? Porque, al final lo que cuenta es eso, no tus oraciones, novenas, rosarios y Eucaristías. Bien es verdad, ¡y muy importante!, que son imprescindibles y necesarias, pero si no dan esos frutos de los que te habla Jesús, han sido realizadas con otras egoístas intenciones.

martes, 12 de mayo de 2020

UNA PAZ QUE SE MANIFIESTA EN EL DOLOR

Cruz Catóilca — #EvangelioDelDía Evangelio según San Juan...
Jn 14,27-31a
La experiencia nos dice que el dolor está siempre presente. Lo hemos vivido en nuestras familias con nuestros padres, hermanos, familiares y amigos. Unas veces por dolor físico, otras veces será dolor moral o simplemente espiritual. Por una u otra causa el dolor siempre hace acto de presencia y, tarde o temprano lo hará con la muerte. Esa es la realidad de nuestra vida de la cual el dolor forma parte principal.

No obstante, el hombre busca, dentro de ese dolor, la paz. Pero, se equivoca si la paz que busca la apoya el la fuerza, en el poder, en la ciencia y esfuerzo por vencer la enfermedad, adulterar la moralidad o desligarse de lo espiritual. Y digo que se equivoca porque ahí no está la paz, y si la buscas donde no está, nunca la encontrarás. Jesús nos lo dice muy claro: Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.

La paz que nos trae Jesús es una paz que se basa y se apoya en el amor. Es una paz que no busca vengarse sino reconciliarse, porque, la venganza engendra conflicto, guerra y enfrentamiento. Sin embargo, la reconciliación apoyada en la misericordia y el perdón sana y cura las heridas y siembra la verdadera y única paz. Una paz que vive en el amor misericordioso que da siempre la oportunidad de empezar y de crecer en la virtud de hacer el bien y de vivir en la verdad.

Esa es realmente la paz que, no sólo nos anuncia y da Jesús, sino que la vive y nos la manifiesta con sus obras y sus actos de misericordia y amor. El príncipe de este mundo - demonio - está vencido, pero nuestro Padre Dios ha querido que seamos libres para que podamos elegir por nosotros mismos. Y, si permanecemos alejados de Jesús, el demonio lo tendrá fácil con cada uno de nosotros. Ahora, junto a Jesús y abiertos al Espíritu Santo, seremos inaccesibles e invencibles para el demonio. El mundo no nos quitará la paz.

lunes, 11 de mayo de 2020

TODO CONSISTE EN DEJARNOS AMAR POR NUESTRO PADRE DEL CIELO

Mensajes de Dios el Padre
Jn 14,21-26
Jesús, el Hijo, ha venido a mostrarnos el Amor del Padre. Él lo hace voluntariamente, pero, por mandato del Padre. Y lo hace porque, Él, también nos ama con locura. Claro, el problema que se nos plantea es que eso no lo podemos entender. Es un misterio inexcrutable para cada uno de nosotros. ¿Cómo es posible que Dios, mi Señor y Creador, me ame con esta locura hasta el punto de hacerse hombre como yo y entregar su vida por mi salvación? Eso no cabe en ninguna cabeza humana.

Todo es tan sencillo como la misma Palabra de Dios. ¿No has reparado lo fácil que es entenderla, pero lo difícil que se nos hace vivirla? La cuestión es ponernos en sus manos y dejarnos amar por Él. Y será Él quien transforme nuestro corazón y nos haga a su imagen y semejanza. Sí, es verdad, nos ha creado libre y necesitará que tú y yo le demos permiso y nos pongamos en sus Manos.

Confieso que he perdido mucho tiempo tratando de ser yo mi propio protagonista, a pesar de creerme y confesar que es Dios quien actúa en mí, pero, ¿verdaderamente lo creo así en lo más profundo de mi corazón? Esa realmente es la medida y profundidad de mi fe. Ayer, viendo la película de la vida de San Felipe de Neri experimenté esa presencia de Dios en mi vida a través de la vivencia del santo con respecto a la presencia del Señor. Es la fe la que mueve montañas y la que transforma tu corazón al ponerlo en las Manos de Dios. Él dirige, mueve y ordena tu vida, no como tú deseas y quieres, sino como Él quiere.

Sólo Él sabe lo que conviene, lo que es realmente bueno y necesario. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. El Evangelio de hoy lunes lo expresa muy bien: En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» ...

domingo, 10 de mayo de 2020

UNA MORADA EN EL CIELO

Pin en Alimento Del Dia Blog http://alimentodeldia.blogspot.com/
Jn 14,1-12
Es gratificante y esperanzador saber que se nos prepara un morada en el cielo. Son Palabras del mismo Jesús: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».

Hemos oído, por lo menos los asiduos a la escucha de la Palabra de Dios, muchas veces estas Palabras de Jesús, y, quizás, no recapacitamos o, por oírlas muchas veces, no le damos la importancia que tienen y lo mucho que significan. Se nos prepara y reserva un lugar en el cielo, y eso significa que la muerte no tiene la última palabra ni la importancia que le damos. Porque, vamos a seguir viviendo y en un lugar en el cielo que el mismo Jesús nos está preparando y que vendrá a buscarnos para llevarnos donde Él está.

No nos debe dejar indiferente ni ajenos a esto estas Palabras de Jesús. Significan mucho para cada uno de nosotros, pues implican que la muerte ha sido vencida y con ella no termina todo. Al contrario, es el comienzo de una vida nueva en la Gloria de Dios Padre y junto a Jesús, el Hijo de Dios. Desde esta perspectiva, la hora de la muerte debe significar un momento glorioso. Así deberíamos entenderlo.

Ahora, dependerá de nosotros ganarnos esa morada en el Cielo. Porque, no podemos vivir de acuerdo con nuestras ideas y pasiones, sino según la Voluntad y mandatos de Dios, que es, precisamente, lo que nos viene a enseñar y señalar Jesús. Se trata de vencer el mal que hay en nosotros para, apartándolo de nuestro corazón, excluirlo y emerger lo bueno, la bondad y el amor. Y eso lo logramos fijándonos en Jesús y siguiéndole. Porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

sábado, 9 de mayo de 2020

CONOCEMOS AL PADRE POR EL HIJO, JESÚS.

Juan 14,7-14 - créanlo por las obras - Roguemos al Señor
Jn 14,7-14
A pesar de no haberlo visto podemos imaginarnos al Padre. ¿Por qué?, porque, Jesús y el Padre son uno, tal y como el mismo Jesús nos lo ha dicho. Pero, también, porque las obras que hace Jesús vienen de la Voluntad del Padre. Todo lo que hace Jesús es también obra del Padre hasta el punto de que las obras de Jesús están expresando, manifestando y descubriéndonos el Rostro y la Voluntad del Padre. Jesús es la impronta de la imagen del Padre.

Por eso, siguiendo sus mismas Palabras, podemos afirmar que quienes han visto a Jesús, hemos visto al Padre. Es la respuesta que Jesús da a Felipe cuando le pide que le muestre al Padre - Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: « ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras -.

En la hora de nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu de Amor del Padre y el Hijo, y ese Espíritu nos guiará, si le abrimos nuestro corazón, hacia la Casa del Padre. Y podremos actuar respondiendo a los retos que hoy nos exige nuestro tiempo para anunciar la Buena Noticia. Una Buena Noticia que no imponemos sino que proponemos en la esperanza que todos los hombres y mujeres de este mundo desean y buscan, que no es otra sino la felicidad eterna. Amén.

viernes, 8 de mayo de 2020

UNA MORADA EN EL CIELO

YO SOY EL CAMINO ; Evangelio San Juan 14: 1-6 ; YO SOY
Jn 14,1-6
Sabemos que cada día y en cada instante están muriendo muchas personas en el mundo. Unas por accidentes, otras por enfermedades y otras por enfrentamientos, guerrillas o guerras. Por una causa u otra la muerte siempre está presente. Concretamente, hoy me he enterado de la muerte de un gran amigo con el que he compartido una parte de mi vida en la fe. Murió el martes pasado, pero, yo me he enterado hoy. De cualquier forma, con el confinamiento del covid19 no hubiese podido ir a despedirle.

Pero, lo verdaderamente importante es, ¿sabemos que ocurre inmediatamente después de nuestra muerte? ¿Sabemos a dónde vamos? ¿Cuál es nuestra esperanza? El Evangelio de hoy nos da respuesta a esa pregunta que nos hacemos. Nos dice: No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

¿Responde eso a tu pregunta? ¿Lo crees, o no lo crees? No cabe duda que esa promesa nos da mucha esperanza, porque, caminar por este mundo pensando que la muerte es lo último nos llena de tristeza y, la vida pierde todo su sentido. Experimentamos en nuestro interior ese deseo y oírlo de labios de Jesús nos llena de gozo y esperanza. Yo, Señor, aunque Tú no existiera ni me hubieses anunciado esa promesa e invitación, yo esperaría que Alguien viniese a decírmelo, porque, dentro de mí hay un deseo ardiente de eternidad y de encontrar una morada eterna y gozosa.

Y Jesús continúa diciéndonos: Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

jueves, 7 de mayo de 2020

SERVIR ES AGACHARTE

DE DODIM A AGAPÉ: JESÚS SE HACE SERVIDOR
Jn 13,16-20
Hay una frase que, a mi humilde opinión, deja muy claro la Divinidad de Jesús: En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado. La identificación del Hijo con el Padre y viceversa es total.  Dios y el Hijo son uno sólo.

Este es el mandato, lavar los pies al otro, al más pequeño, al enemigo, al que más te cuesta y te exige agacharte. Porque, lavar los pies implica el esfuerzo de inclinarte, de agacharte y de humillarte. Y esa es la prueba del amor. No son buenas y hermosas palabras o promesas que no llegan a cumplirse. Amar son hechos concretos que, el día a día, te pone delante y en los que puedes expresar tu actitud de amar, de servir y de, por tanto, dichoso al vivirlo y concretarlo.

Jesús me invita y nos invita a todos a imitarle. No vino a juzgar, sino a poner en práctica el servicio por amor. No un servicio que demande otras prestaciones, sino un servicio gratuito, sin condiciones y realizado por y exclusivamente por amor. Ese es el mandato y no hay otro, porque, en él está contenida toda la Ley y los profetas. Dios nos ha creado por Amor y por Amor nos ofrece la salvación en el hecho concreto de entregar a su Hijo a una muerte de cruz para rescatarnos y librarnos de la esclavitud del pecado.

Llevamos un tiempo hablando de la Resurrección - estamos en la Pascua - y de que Jesús y el Padre son uno. Y de que el Señor Jesús no ha venido a juzgarnos sino a salvarnos. Para ello nos trae la Luz de su Palabra, que el Padre le ha dado, y nos la anuncia. De modo, que quien no la cumpla y la haga vida en su propia vida, se estará juzgando el mismo.

 Decíamos ayer que nuestra salvación nos la ha regalado nuestro Padre Dios, pero, lo ha hecho dejándola en nuestras manos. De modo que, dependerá de ti y de mí que respondamos a esa invitación y oportunidad de salvación.