jueves, 9 de febrero de 2012

NECESITAMOS PEDIR

(Mc 7,24-30): En aquel tiempo, Jesús partiendo de allí, ...

¿Quién no ha necesitado pedir alguna vez? Posiblemente, muchas veces, porque aunque nos experimentemos suficientes estamos necesitados de muchas cosas que, por nosotros mismos, no podremos alcanzar.

Y ya no solo en el plano material, sino más todavía en el plano espiritual. Por eso, DIOS que nos ha creado y sabe de todas nuestras necesidades espera y le gusta que le pidamos lo que necesitamos. Para eso nos ha hecho libre, para estar despierto y pedir lo que realmente es bueno para nosotros.

Cuando somos niños confiamos totalmente en nuestros padres. Pero nadie nos ha dicho porque esas personas, que tenemos al lado desde pequeños, son nuestros padres. Hace años no lo podríamos demostrar. Hoy, la ciencia, si ya nos lo demuestra. Pero tanto antes como ahora, sin necesidad de probar nada creemos que son verdaderamente nuestros padres.

Y damos por descontado que todo los que nos dan y procuran para nosotros es lo mejor. Incluso cuando aparentemente no resulta o no nos gusta lo que nos dan. Esta reflexión nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué no creemos de la misma forma en nuestro PADRE DIOS?

Creo que esa mujer, de la que no se dice ni el nombre, pagana, sirofenicia de nacimiento, o cananea en San Marcos (Mc7, 24-30), estaba más segura que nosotros de lo que pedía y a quien se lo pedía. Ella, sin ser del pueblo judío, es decir, sin ser hija, tal y como se consideraba en esa cultura y época, se atrevió a pedir como una hija, y a confiar en ser atendida. Creyó en JESÚS.

Lo importante es la fe, la acción a la que mueve esa fe, y el resultado, la sanación de su hija. Lo importante es lo que se pide, no para estar mejor sino para ser curado,  y no por propio interés sino, por amor, para la hija. ¿Cuantos nos querrá DIOS? 

Y la mayor importancia es ver que pasó, el hecho que es igual en todas las citas que lo narran: JESÚS interviene, y con el Poder que le ha sido otorgado desde Arriba, cura y salva a sus hij@s. A todos, no solo a los pertenecientes a su pueblo judío, sino a todos aquellos que se acercan con fe a pedírselo.

¿Es mi fe así? ¿Y si no es así, ¿por qué? Es entonces cuando descubro que ya tengo algo en lo que empeñarme para pedir, no por gusto, sino porque me hace mucha falta. ¡SEÑOR ten en cuenta mi poca fe y auméntamela! 

Dame la fuerza y la sabiduría de confiar en TI, y de abandonarme a tu Voluntad. Sé que, por mí, no lo voy a conseguir, pero si TÚ así lo consideras mi fe será grande, y mis obras, con, en  y por TI, también. Me apercibo y me doy cuenta que solo TÚ puedes salvarme, y, es más, me asusta, porque no lo entiendo, lo mucho que me quieres. Por eso estás dispuesto a ayudarme, a darme lo que necesito, y eso me hace creer que me escuchas y me atiendes.

Sé que esto no va a quedar en saco roto. No sé ni cuándo ni cómo, pero si sé que atenderás mi súplica y cuando lo creas conveniente me fe será mayor. Yo, trabajando todos los días por conseguirlo, pendiente de TI y de tu Gracia, esperaré en TI pacientemente. 

Hasta luego, SEÑOR. Alabado y Glorificado seas.

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL PELIGRO ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS

“Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro”. Mc 7:14-23

No son las cosas de fuera las que nos hacen mal. Si es verdad que, por los ojos nos entran las cosas, pero es dentro de nosotros donde se toman las decisiones de que permanezcan o no permanezcan.

Sabemos y conocemos lo que está bien y lo que no lo está, y, en consecuencia, elegimos lo que nos gusta o lo que no, pero hay una segunda elección, elegir no solo en cuanto al gusto, sino en cuanto a que sea bueno para nosotros, sobre todo para el fin que perseguimos, que no es otra cosa que la vivencia del amor.

Y ese amor nos compromete a dar y darnos lo bueno y lo mejor de nosotros mismos. Nunca deseando para otros lo que no deseamos para nosotros mismos. Por eso, llenos y asistido por la Gracia del ESPÍRITU SANTO, debemos limpiarnos interiormente de nuestros egoísmos, que nos hacen sentirnos soberbios, vanidosos, envidiosos... y nos llenan de la ira que nos arrastra a apartarnos del camino de DIOS, nuestro PADRE.

martes, 7 de febrero de 2012

SE TRATA DE VIDA, NO DE PALABRAS

(Mc 7, 1-13). Los fariseos le reprochan a Jesús que sus discípulos no...

Las palabras se las lleva el viento, más los hechos están y permanecen en el tiempo, porque, sabido por todos es, "obras son amores y no buenas razones".

Los fariseos, hombres celosos del cumplimiento de la ley, cayeron en el error de darle más valor e importancia a las palabras concretadas en normas y preceptos, la ley, que a la propia vida y al valor de la persona. De tal forma, para ellos, poco a poco, fue derivando la importancia de la ley más que el hombre.

Así, el sábado y su cumplimiento estaba antes que el hombre, y el honrar a padre y madre se subordinaba al "Korbán", es decir, "ofrenda", con lo que todos sus bienes quedaban liberados de ser dedicados a atender a sus padres y ofrecidos al servicio del templo.

Viven de preceptos y les importan más cumplirlo que lo que puede sucederle al hombre. De ahí que el hombre queda sometido a la norma, a la tradición, a la costumbre, a la ley... sin primar sus problemas, sus interrogantes, sus deseos, su crecimiento personal y espiritual...

Todo, ese es el problema, queda bajo sus leyes, que ellos proponen y dictan sometiendo a los demás, porque son los primeros que se dan cuenta que ellos mismos no las cumplen. Lo mismo ocurre ahora, proponemos cosas que igual no cumplimos. Por eso, esta Palabra puede ser una llamada a no proponer lo que tú no vives.

JESÚS viene a proclamar que el hombre, locura de su PADRE DIOS, es la criatura que está por encima de todo. Hasta tal punto que ÉL es enviado a anunciar esa Buena Nueva y a proclamar la salvación del hombre. Nada le es más importante, pues todo está sometido a su servicio y para su fin, que es su salvación.

lunes, 6 de febrero de 2012

EL CONTACTO CON JESÚS CURA NUESTRA ALMA

Marcos 6, 53-56. Después de atravesar el lago, Jesús y sus discípulos ...

Sabemos por experiencia que estando en contacto con alguien, algo se nos pega. Y sobre todo cuando esa persona es alguien que nos beneficia y nos ayuda a mejorar. Solemos decir usando el refranero español que quien juega con fuego puede llegar a quemarse. De la misma forma, quien se acerca al Bien Supremo, terminará por vivir y llenarse del bien.

Así ocurría con JESÚS, todos querían tocarlo, y para ello tenían que estar muy cerca de ÉL. Y los que lograban tocarle quedaban curados, así que podemos imaginar el gentío y alboroto que se formaba a su paso por cualquier lugar. Pero esas curaciones son curaciones temporales. Me libro ahora de esta enfermedad, pero sé que tarde o temprano volveré a enfermar.

La pregunta brota enseguida, ¿puedo curarme para siempre? O dicha de otra forma, ¿hay posibilidad de permanecer curado y feliz eternamente? Porque eso es lo importante, ¡claro!, si hay posibilidad. Y JESÚS ha venido precisamente para eso, no para salvarnos de nuestras enfermedades de ahora, sino para curarnos la enfermedad de la muerte, y, en su lugar, darnos la vida eterna.

Por eso, ¿es nuestra actitud acercarnos a JESÚS para que salve mi vida eternamente?, ¿o por el contrario lo busco para una sanación temporal y egoísta, por supuesto, equivocada? Porque de nada vale curarme ahora si luego pierdo la vida eterna.

domingo, 5 de febrero de 2012

¿POR QUÉ TE BUSCO, JESÚS?

(Mc 1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo...

Porque en nuestro caminar hacia el encuentro con JESÚS puede suceder que no esté buscando realmente a JESÚS, sino todos los beneficios que se desprende de encontrarlo y estar a su lado. Así ocurrió con muchos de aquellos que lo buscaban, buscaban su propio interés, su sanación propia a la de algún familiar, y luego...

El encuentro con JESÚS es el encuentro con Aquel que nos libera y nos salva, no ahora y para un tiempo determinado, sino ahora y para siempre. Y ese encuentro no se fundamenta sólo en estar a su lado y seguirle, sino en volver a nacer de nuevo desde el ESPÍRITU. Claro, que eso nos descubre que tenemos que permanecer a su lado, en la oración y en su presencia. Hoy lo sabemos, la Eucaristía, pero los de su época no lo sabían entonces.

Pero, nacer de nuevo es tomar conciencia de que en ÉL estamos salvados por su Amor, Un Amor que nos habla de un PADRE bueno que nos quiere, que nos perdona y nos espera. Y que injertados en ÉL haremos, por su Gracia, su Voluntad.

No dejemos de confiar y de apoyarnos en ÉL. Nuestras obras son sus obras si nos ponemos en sus Manos. ÉL obra en nosotros. Nosotros sólo debemos estar atentos y dejarnos guiar, esa es nuestra libertad, y abandonados en ÉL, tengamos confianza.

sábado, 4 de febrero de 2012

NO HAY LUGAR PARA EL DESCANSO

Marcos 6, 30-34

La misión es ardua y dura, no hay tiempo para el descanso. Cuando has terminado con una tarea, empieza otra, quizás más intensa y fatigosa. No hay tiempo para la tregua en darte en amor y generosidad. Lo experimentamos los que nos comprometemos en tareas apostólicas, que empiezan en la familia.

En la medida que uno se va comprometiendo, el tiempo se  le hace insuficiente. Hace unos momentos exclamaba que el no hay tiempo para nada, pues todavía no había hecho esta reflexión y me esperan otras responsabilidades, entre ellas, la Eucaristía de la una y quince horas.

Todos los blogueros experimentamos que nos cuesta estar cada día al pie del cañón y aparecer con nuestros mensajes, reflexiones, artículos, comentarios, leerlos todos... No hay tiempo, necesitamos días de 48 horas, y dormir cuatro nada más. Pero nuestro cuerpo no está preparado para tales menesteres, necesita descanso y dormir buena parte de las horas que componen el día.

Pero, en el ESPÍRITU, podemos hacer más de lo que podemos y nos parece. Es el caso de los apóstoles, cansados y asediados por la gente, sólo en JESÚS podemos alcanzar el descanso, las fuerzas y la motivación para encarar, cada día, la misión a la que hemos sido llamados.

Pidamos al ESPÍRITU SANTO que nos llene de su fuerza, sabiduría, consejo y fortaleza para continuar con nuestra misión, tal es la de vivir, vivenciar y transparentar la obra de la Gracia del ESPÍRITU que actúa en nosotros. 

Pero, pidamos sobre todo corresponder a la gratitud del amor recibido transformando nuestro obrar en obras de amor por el amor recibido.


viernes, 3 de febrero de 2012

SIEMPRE, CUANDO NO QUEREMOS VER, JUSTIFICAMOS NUESTRA HUÍDA

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29

Si nos dicen algo que nos obliga a cambiar, a salir de nuestra madriguera, a tomar un camino diferente, fuera de nuestras seguridades, nos lo pensamos más de una vez. Nos cuesta dejar nuestros apegos, nuestros bienes, nuestras riquezas y en lo que hemos puesto toda nuestra seguridad. No confiamos y, en consecuencia, nos sentimos inseguro.

JESÚS obliga al cambio, pero antes predica y convence. Sus proezas y milagros no son como justificación para vanagloriarse, sino en base a que se ve obligado, cuando la ocasión se lo exige, a demostrar que es el HIJO de DIOS. Sólo lo hace por amor y para que entendamos. No le mueve otro interés, sino su amor por nosotros.

Pero nuestro egoísmo enciende nuestra soberbia y provoca a nuestros apegos. Ellos no nos dejan reaccionar, se resisten al cambio, al nuevo nacimiento, y quedamos anclado en el Antiguo Testamento. Nos instalamos en la ley antigua, la de los preceptos y cumplimientos. La de alcanzar la salvación por la ley, por el cumplimiento, por la voluntad y la disciplina de cumplir lo establecido por la Ley.

No nos hemos despojado del celo cumplidor de los fariseos. Seguimos anclado en el hombre viejo y permanecemos, después de mucho tiempo, sumergidos quizás, pero sin salir a la superficie renovados por el ESPÍRITU que nos vivifica. Todavía no entendemos que a quien tenemos delante es la Nueva Alianza, el Salvador, el que había de venir. Seguimos sin comprender, confundiéndolo con otros, y sin darnos cuenta que ha llegado el Reino.

Atrás queda la proclamación, todavía en clave farisaica de Juan, lo último del Antiguo y hombre viejo. No están abierto al amor; todo se reduce al cumplimiento y al precepto. Enturbiadas sus vistas no advierten la llegada del hombre Nuevo y la implantación del Reino del Amor, del perdón y la misericordia.

Y podríamos hacernos una pregunta: ¿Dónde me encuentro en este momento? ¿Estoy todavía con un pie en el Antiguo o quiero adentrarme en el Nuevo? ¿Tendrá esto que ver con la Nueva Evangelización?