viernes, 3 de febrero de 2012

SIEMPRE, CUANDO NO QUEREMOS VER, JUSTIFICAMOS NUESTRA HUÍDA

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 14-29

Si nos dicen algo que nos obliga a cambiar, a salir de nuestra madriguera, a tomar un camino diferente, fuera de nuestras seguridades, nos lo pensamos más de una vez. Nos cuesta dejar nuestros apegos, nuestros bienes, nuestras riquezas y en lo que hemos puesto toda nuestra seguridad. No confiamos y, en consecuencia, nos sentimos inseguro.

JESÚS obliga al cambio, pero antes predica y convence. Sus proezas y milagros no son como justificación para vanagloriarse, sino en base a que se ve obligado, cuando la ocasión se lo exige, a demostrar que es el HIJO de DIOS. Sólo lo hace por amor y para que entendamos. No le mueve otro interés, sino su amor por nosotros.

Pero nuestro egoísmo enciende nuestra soberbia y provoca a nuestros apegos. Ellos no nos dejan reaccionar, se resisten al cambio, al nuevo nacimiento, y quedamos anclado en el Antiguo Testamento. Nos instalamos en la ley antigua, la de los preceptos y cumplimientos. La de alcanzar la salvación por la ley, por el cumplimiento, por la voluntad y la disciplina de cumplir lo establecido por la Ley.

No nos hemos despojado del celo cumplidor de los fariseos. Seguimos anclado en el hombre viejo y permanecemos, después de mucho tiempo, sumergidos quizás, pero sin salir a la superficie renovados por el ESPÍRITU que nos vivifica. Todavía no entendemos que a quien tenemos delante es la Nueva Alianza, el Salvador, el que había de venir. Seguimos sin comprender, confundiéndolo con otros, y sin darnos cuenta que ha llegado el Reino.

Atrás queda la proclamación, todavía en clave farisaica de Juan, lo último del Antiguo y hombre viejo. No están abierto al amor; todo se reduce al cumplimiento y al precepto. Enturbiadas sus vistas no advierten la llegada del hombre Nuevo y la implantación del Reino del Amor, del perdón y la misericordia.

Y podríamos hacernos una pregunta: ¿Dónde me encuentro en este momento? ¿Estoy todavía con un pie en el Antiguo o quiero adentrarme en el Nuevo? ¿Tendrá esto que ver con la Nueva Evangelización?

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