sábado, 31 de enero de 2015

LA FE NOS LLENA DE PACIENCIA

(Mc 4,35-41)

Cuando desesperamos se debe a que no tenemos fe, o a que la que tenemos es muy débil. La falta de fe supone duda, desconfianza, temor. La falta de fe dificulta el camino, lo oscurece y nos desorienta. ¿Cómo encontrar fe?

La fe no se compra, ni se adquiere con esfuerzo y trabajo. La fe es un don de Dios. Es un regalo de Dios, por eso necesitamos pedirla y buscarla. Buscamos fe cuando buscamos al Señor, valga la redundancia, y esperamos pacientemente su respuesta. Buscamos fe cuando, a pesar de nuestra oscuridad, continuamos el camino esperanzados en tropezar con el Señor.

Buscamos fe cuando sabemos que en este mundo no la encontramos, porque el mundo no la vende ni la tiene. Y, entonces, levantamos la mirada y miramos al que Jesús nos propone. Sin embargo, ocurre que, quizás, no advertimos la Divinidad del Señor por la cerrazón y endurecimiento de nuestro corazón. Está a nuestro lado, como en la barca de los apóstoles, y no le conocemos.

Le pedimos que nos saque del apuro, pero no sabemos quién es. Nos fijamos y nos interesa su poder, pero ignoramos que es el Hijo de Dios Vivo que ha venido a dar su Vida por cada uno de nosotros. Y es ahí donde debemos detenernos y abandonar nuestra fe. Jesús es el Hijo de Dios Vivo, enviado por Amor del Padre, que entrega voluntariamente y por Amor su Vida para salvarnos.

Aumenta, Señor, nuestra fe para que también nuestros pasos sean firmes y seguros en seguir tus huellas sin titubeos ni dudas. Amén.

viernes, 30 de enero de 2015

EL REINO DE DIOS ESTÁ DENTRO DE TI

(Mc 4,26-34)

No sabes lo que te ocurre, pero empiezas a experimentar que el rumbo de tu vida, sin Él, no va bien. Te das cuenta que nada, de lo mucho que tienes, te hace plenamente feliz. Sientes que nunca acabas de encontrar lo que deseas y que continúas buscando cosas u objetivos, o personas, que te ayuden a seguir viviendo y manteniendo la ilusión. Pero siempre terminas con sentimientos de fracaso.

Y experimentas miedo. La vida corre deprisa y el final lo sientes cerca. No quieres enfrentarte ni pensar en ello, pero sabes que es inútil. Te engañas a ti mismo y buscas justificaciones que distorsionen tu propia realidad. Te auto engañas haciendo lo que no quieres hacer. Es lo que llamamos traición, "dejar de hacer algo que sientes que deberías haber hecho por el bien de alguien". Incluso, en este caso, de ti mismo.

Y buscas remedios y soluciones rápidas. Y vuelves a equivocarte. Necesitas paz y esperanza. La semilla crece sola como nos dice hoy Jesús en el Evangelio. Crece mientras tú duermes y descansa; crece aunque tú no la riegues como debes; crece por la Gracia de Dios, y dará frutos. Sólo tienes que dejar que esa semilla, plantada en tu corazón por el Bautismo, crezca hasta dar sus frutos. Luego llegará la hora de segarla y recogerlos.

Y dejarla crecer consiste en abrir tu propio huerto (corazón) y ponerlo en Manos del Espíritu Santo para que, regada y cultivada por Él, crezca en Gracia, santidad y amor. Lo harás sin darte cuenta; lo harás con tu propio esfuerzo colaborando con el Espíritu Santo; lo harás estando unido al Señor y dejándote modelar por Él. Sin miedos, sin prisas, sin cosas extraordinarias. Simplemente con buenas intenciones y deseos de querer ser mejor según su Palabra y abandonarte en sus Manos.

jueves, 29 de enero de 2015

LUZ SIGNIFICA CLARIDAD, TRANSPARENCIA, VER

(Mc 4,21-25)

Cuando decimos que no hay luz, queremos significar que no se ve, que hay oscuridad y que nos podemos equivocar al elegir o perder al caminar. Es peligroso caminar en la oscuridad, por eso la luz se hace muy importante. Pero cuando se trata de orientarse en la vida, la luz que alumbra nuestro camino cobra un valor muy grande.

Hoy, Jesús, nos habla de la luz: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga». 

La verdad siempre emergerá, porque, entre otras cosas, es de sentido común. Todos comprendermos que es injusto que la mentira se mantenga. Incluso, la nuestra propia, nos inquieta nuestra conciencia y nos señala nuestra vergüenza. Aún manteniéndose en secreto. Experimentamos que esa oscuridad interior nos molesta, pero también nos, cuando la reconocemos, hace humildes y abierto al cambio.

Porque todos somos pecadores, y nadie está exento de fallos, errores y pecados. Por eso, la verdad nos contagia y nos ayuda a convertirnos y ser mejores. Por eso, la verdad conviene que emerja y salga a la luz para que todos la conozcan y, conociendola, nos anime a imitarla y vivirla.

Pues, la medida que usemos con los demás, será usada contra nosotros. De modo que, todo la luz que pueda salir de mi corazón para el bien de los demás, revertirá sobre mí y me alumbrará también mi camino. Mientras la oscuridad me sumirá en una gran ceguera que incluso lo que tenga lo perderé.

Pidamos al Señor luz para ver y escuchar, y, sobre todo, vivir, para ser lámpara que alumbre, por la acción del Espíritu, dando a conocer la Palabra de Dios. 

miércoles, 28 de enero de 2015

SEMILLA QUE MUERE

(Mc 4,1-20)

Sabemos que cada semilla plantada muere, porque si no es así, en su lugar no crece el árbol que luego dará frutos. Cada semilla da su vida para dar frutos. Es un ejemplo real de la vida que nos interpela y nos invita a hacer nosotros lo mismo. Si no somos capaces de hundir nuestros sentimientos y apetencias egoístas en esa tierra de nuestras miserias y pobrezas, no seremos capaces de amar, y si no amamos no daremos frutos.

El mundo es un campo donde hay muchos peligros. No en todas sus tierras o lugares se puede dar frutos. Y hay quien trata de que eso sea así, y confunde, atrae y con falsas apariencias, nos presenta la realidad de forma distorsionada. Sus ofertas son espejismos de felicidad cubiertas por la mentira.

Dependerá donde tu semilla se hunda, porque no en todos los lugares podrás morir. Las riquezas, frutos que producen soberbia, ambición, vanidad... no te permiten morir y darte, sino que se encierran en ti mismo y excluyen a los demás. 

Tendremos que buscar un lugar de tierra blanda, bien abonada y regada, para que nuestra semilla se hunda y muera a sus propias ambiciones y genere amor y entrega hacia los demás. Un semilla dispuesta a dejarse abonar y regar para, muriendo a sus propias apetencias, convertirse en frutos de vida para otros. Y sólo hay un camino para ello: regar el huerto de nuestra vida con la oración y los sacramentos. En y con ellos encontraremos el buen abono y la buena agua para dar fortaleza, calor y humedad suficiente para que nuestra semilla muera a la vida caduca y vieja, para dar nueva y eterna vida.

Pidamos al Espíritu de Dios que nos ilumine y nos fortalezca para que dejemos morir nuestra propia semilla de amor y podamos dar frutos. Amén.

martes, 27 de enero de 2015

¿QUÉ NOS QUIERE DECIR JESÚS HOY?

(Mc 3,31-35)

No es una Palabra recordada que se dijo hace ya mucho tiempo. Es una Palabra que se dice hoy, y que nos interpela hoy. Primero porque Jesús Vive, y segundo porque nos habla y nos descubre en su Palabra, quienes son los que realmente le siguen y se hermanan en Dios nuestro Padre con Él.

El hecho puede interpretarse de varias formas. Puede ocurrir que su Madre y hermanos se hayan acercado al lugar donde estaba Jesús por todo lo que se murmuraba contra Él. Muchos hablaban de locura, y su Madre preocupada fue a interesarce y, quizás alejarlo de allí. O puede ser que hayan querido simplemente verlo. De una u otra forma, Jesús deja todo, incluso su familia, y se entrega totalmente a la Misión que su Padre le había encomendado.

Y lo hace con una invitación, que más que ser una indiferencia a su Madre y familiares, es un miropo a su Madré, verdadera creyente y cumplidora de la Voluntad de Dios, y a todos aquellos que se esfuercen en hacerlo. Somos verdaderos hermanos en Xto. Jesús cuando nuestra libre voluntad se entrega al esfuerzo de cada día en vivir según la Voluntad del Padre.

Jesús nos invita a todos, y se confiesa nuestro hermano. Lo deshermanamos cuando rechazamos la Voluntad del Padre y nos empeñamos en hacer la nuestra. Quedamos fuera de la herencia del Padre cuando seguimos nuestra voluntad no la del Padre. La invitación es para todos. Todos somos hijos de Dios y todos estamos invitados a ser coherederos en Jesús de la Gloria del Padre.

Jesús está afanado y entregado en esa misión. Unifica, exaltando a su Madre, como verdadera esclava de la Voluntad del Señor, poniéndola como ejemplo para todos, y hace extensiva la salvación para todos los hombres. Así que tú y yo podemos tomarla y rechazarla. Sería de bobo no aceptarla, pues se trata de lo que realmente buscamos y queremos.

lunes, 26 de enero de 2015

PRIMERO TIENES QUE ABRIRTE TÚ

(Mc 3,22-30)

Nunca podrás ser curado si antes tú no te pones en manos del sanador. Es condición indispensable para optar a la posibilidad de ser curado. De la misma forma, no podrás ser perdonado si tú antes no reconoces tus pecados y tu miseria. Ese es el primer paso.

De tal forma que, quien no los dé no podrá ser perdonado. Por eso, los pecados contra el Espíritu Santo no serán perdonados. Pero no porque el Señor no quiera y desee perdonarte, sino porque tú no le das esa oportunidad al no reconocerte pecador. Encaja perfectamente con la exigencia de la humildad. Necesitas ser humilde para humillarte y reconocerte pecador. Es entonces cuando buscarás médico que te perdone, y sólo el Señor puede perdonar nuestros pecados.

Eso ocurre hoy, y nada descabellado que ocurra también dentro de la misma Iglesia. Y ocurrió en tiempo de Jesús. El Evangelio de hoy habla de que le acusan de diabólico. Mientras Jesús se compadece por aquellos que están oprimidos y enfermos, los escribas, que se supone que son los entendidos y los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, no sólo no le reconocen sino que le tachan de diabólico. ¡Vamos, como para echarse a reír!

Lo lógico es abandonar y dejarlos ahí con sus especulaciones y mentiras. Porque son guiados por la soberbia y la falsedad. Se esconden a la verdad y no reconocen la Divinidad del Señor. ¡Imposible perdonarlos porque no aceptan ni buscan el perdón! Sin embargo, el Señor resiste pacientemente y nos argumenta lo disparatado de nuestros razonamientos, causa más bien de nuestra soberbia que de nuestra razón, porque todo reino dividido contra sí mismo no puede subsistir. 

Danos, Señor, la luz y fortaleza necesaria para doblegar nuestra soberbia y aceptar humildemente reconocer nuestra miseria y pobreza e implorarte que nos perdones. Amén.

domingo, 25 de enero de 2015

ESTÁ CERCA EL REINO DE DIOS

(Mc 1,14-20)

Hay señales que nos indican el momento y la hora de empezar la obra. El encarcelamiento de Juan el Bautista fue la señal de que Jesús empezará su vida publica. La misión de Juan había terminado, y ahora empieza la de Jesús.

«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Jesús está entre nosotros, y en Él está el Reino de Dios. Por lo tanto, más cerca imposible. Y hoy lo tenemos en cada Eucaristía, bajo la especies de pan y vino,  y a cada instante en su presencia espiritual en nuestro corazón.

Lo primero que hace Jesús es elegir a sus más íntimos colaboradores. Elige a Simón y Andrés; a Santiago y a Juan. Y ellos le siguen. Posiblemente, porque le esperaban. Posiblemente, porque ansiaban la llegada del Mesías y tras las indicaciones de Juan el Bautista estaban dispuestos a la llamada. Pero, ¿nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿O nosotros no esperamos a nadie?

Es posible que tengamos que sufrir algún percance o problema para levantar la mirada y experimentar deseos o esperanza de encontrar al salvador que nos libere de esa situación. Pero, también es posible que no llega esa oportunidad y llegue algo tarde.

Pidamos al Señor que nos dispongamos a estar expectante y dispuestos a buscarle y permanecer en Él, porque sólo Él es nuestra esperanza y salvación. Amén.