domingo, 15 de febrero de 2015

SI TE MIRAS BIEN, TÚ Y YO TAMBIÉN TENEMOS LEPRA

(Mc 1,40-45)

Es posible que te mires y no descubras tu lepra. Quizás la escondas con tantas cremas y productos cosméticos que hay hoy en día. Algunos, por su situación precaria, no la pueden disimular tantos, pero de una u otra forma, tú y yo somos enfermos leprosos.

Los tiempos cambian, y con ellos también las enfermedades. Las lepras de hoy no tienen nada que ver con las de ayer. Hoy, las de antes, están erradicadas, pero el virus no ha muerto y sigue vivo, aunque de otra forma, en nuestro tiempo. Hoy la lepra se esconde en el egoísmo que nos consume.

Estamos embobecidos por el consumo, el poder, las riquezas y el placer de vivir bien. Que no está reñido con el ser cristiano, pero que no puede ignorar a aquellos que están mal. Ahí es donde se esconde la lepra de nuestro tiempo. El virus es el apego a pensar en nosotros mismos. Vivimos muy preocupados de nuestras apetencias y satisfacciones, y nos olvidamos de los demás.

Si no eres capaz de renunciar a ti y darte en sacrificio y renuncias al servicio de tu familia, de tus amigos y... No serás capaz de amar. Y si no tienes amor, nada eres. Porque el amor es el que construye la justicia, la verdad y la paz. 

Quizás esa sea nuestra lepra de hoy y necesitamos limpiarnos. Y como el leproso del Evangelio de hoy tenemos que buscar a quien nos pueda limpiar. Sólo en Jesús encontramos ese amor capaz de escucharnos, acercarse a nosotros y limpiarnos. ¡Ven Señor Jesús!

sábado, 14 de febrero de 2015

ANUNCIAR EL REINO DE DIOS

(Mc 8,1-10)

No se trata de hacer un curso de voluntariado, ni de aprender métodos o tácticas de estrategia de proclamación. No es cuestión tampoco de formarnos, aunque siempre hace mucha falta, de cómo hablar en público. ¡No!, se trata de, simplemente, anunciar que el Reino de Dios está entre nosotros.

Y anunciarlo con nuestra vida, dando testimonio de la Palabra en el esfuerzo de vivirla. Y para eso es necesario, primero, aproximarnos a Jesús, porque  Él es el Reino de Dios enviado a estar entre y con los hombres. No podemos estar cerca del Reino, ni tampoco estar en el Reino sin la presencia de Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Y estar con Jesús es escuchar su Palabra de cada día. Es seguir sus pasos y esforzarnos en vivirlos injertados y asistidos por y en el Espíritu Santo. Y hacerlo con la naturalidad que la propia vida nos permite. Sin buscar puestos privilegiado; sin aspiraciones de mandos; sin cualificaciones de títulos, privilegios y honores. Simplemente viviendo en la humildad de servir allí donde la vida nos haya situado. Sin más artilugios que el testimonio de la Palabra de Dios.

viernes, 13 de febrero de 2015

EL PODER DE JESÚS

(Mc 7,31-37)


Me asombra el poder de Jesús, y me pregunto la reacción de aquella gente en cuanto a seguirle y a convertirse a su Mensaje. Por ejemplo: aquel sordo y casi mudo, pues apenas podía hablar, quedó asombrado y maravillado, y termina el Evangelio: Y se maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Hay que suponer que la gente quedaba encantada con Jesús y le seguía a todas partes. Y que muchos se convertían al Evangelio. Su poder era algo único, desconocido y puesto al servicio de los más pobres y necesitados. No cabe duda que Jesús era diferente y que lo que decía lo afirmaba con autoridad y poder confirmándolo después con obras como la que vemos hoy en el Evangelio.

Dejemosno sorprender por Jesús y seamos dóciles a sus Palabras y crédulos a sus milagros, porque son hechos para manifestar su poder y dominio sobre las leyes del mundo. Pero, sobre todo, seamos capaces de ver que Jesús hace todo eso para anunciarnos el Reino de Dios y para invitarnos a aceptar su salvación.

Jesús, esas eran las palabras que se repetían por toda Galilea, todo lo ha hecho bien. Y continúa haciéndolo bien. Tengamos la confianza plena de pedirle que nos abra nuestros oídos para entender bien sus Palabras, y también que destape nuestra lengua para que proclamemos el Evangelio.

jueves, 12 de febrero de 2015

LOS HECHOS DESCUBREN EL AMOR

(Mc 7,24-30)


El amor no se prueba con palabras ni sentimientos, sino con hechos. Uno dice que ama cuando busca el bien de la persona amada. Y eso fue lo que hizo esa mujer griega, una fenicia de Siria, según nos dice hoy el Evangelio de Marcos 7, 24-30. El amor por su hija le movió hasta perseguir y buscar a Jesús a pesar de que Jesús procuraba pasar desapercibido.

Una primera pregunta nos surge en lo más profundo de nuestro corazón: ¿Estoy yo también dispuesto a buscar a Jesús por amor a mi familia? O dicha de otra forma: ¿Busco demostrarle a Jesús mi amor en el servicio y entrega a mis hermanos? De una u otra forma el amor es el móvil que me pone en camino de búsqueda. Una búsqueda que se dirige a Jesús, porque sólo Él es fuente de Vida Eterna.

Una fe que no escatima esfuerzo ni desprecios. Cree firmemente en que Jesús puede curar a su hija, y no se para ante ninguna dificultad. No importa lo desprecios que pueda recibir, confía en que el Amor de Jesús le conceda la curación de su hija. 

Tanta fe tiene su premio que espanta al demonio que lleva dentro su hija. La fe en Jesús es sanadora y nos salva. Pero no es una fe pasiva, quieta, que espera que la Bondad del Señor venga a salvarla, sino una fe que reacciona, busca y camina hacia el Señor. Una fe que se sabe buscada y amada por el Señor y que le corresponde yendo a su encuentro.

Danos, Señor, esa fe que nos lleve, como la mujer pagana, hacia Ti, para ser curados de la perdición del pecado. 

miércoles, 11 de febrero de 2015

EL SENTIDO FEMENINO

(Jn Jn 2,1-11)


María, una mujer, advierte la necesidad del vino. La intuición y detalles de la mujer advierten muchas necesidades, y María lo ha descubierto. Y lo comparte discretamente con Jesús, y a pesar de la respuesta, se atreve a invitar a los sirvientes que hagan lo que Jesús les indica.

Podemos advertir varios detalles. María, la mujer, percibe y descubre necesidades antes que el hombre. Su intuición maternal le hace advertir por necesidades que quizás se le esconden al hombre. Y otra, intercede para la solución de esas necesidades invitando al Hijo a que haga algo. Sabe que lo que haga Jesús será lo mejor y más conveniente. ¡Bendita Madre del Cielo!

María pone de relieve las diferencias entre hombres y mujeres. Su maternidad, su ternura, comprensión de mujer le llevan a pedir a su Hijo que ayude a solucionar el problema de ese matrimonio. Y Jesús, quizás algo sorprendido pero poniendo siempre la necesidad del hombre por delante, adelanta su hora por los deseos maternales y fraternos de su Madre.  Ambos saltan la norma o ley para atender a la familia en apuros.

Se hace necesario realizar signos que visiblemente anuncien el poder del Hijo de Dios. Convertir el agua en vino está por encima de cualquier poder humano. Nadie puede alterar la composición química del agua y el vino. Sólo Dios, creador de todo, puede alterar a su antojo esas leyes naturales. Y Jesús aprovecha la ocasión que le brinda su Madre para iniciar la Misión a la que ha sido enviado.

Pidamos a María que interceda, a su Hijo, para que también nosotros nos dejemos transformar nuestros corazones de piedra en carne, y seamos capaces de purificar nuestra vida según la Voluntad de Dios Padre.

martes, 10 de febrero de 2015

LAS MANOS LIMPIAS Y EL CORAZÓN SUCIO

(Mc 7,1-13)


Posiblemente ocurra eso. Muchos de nosotros nos cuidamos de ir bien vestidos y muy bien presentados. Un día de fiesta todos lucimos muy bien, pero, ¿y nuestro corazón? Está tan limpio como relucen nuestros vestidos y nuestros cuerpos.

No es lo importante lo de afuera sino lo de dentro. No es lo más importante la ley, sino el espíritu de la ley. Porque la ley debe estar siempre al servicio del hombre. Por desgracia escogemos la parte más favorable y fácil de cumplir: leyes y preceptos, y los adecuamos a nuestros intereses con tal de escapar al verdadero espíritu de servicio y caridad.

Nos descolgamos de nuestra familia alegando que no tenemos tiempo, pero si lo tenemos para el ocio y la diversión; nos descolgamos de ser solidarios justificando otras necesidades superfluas y de menor importancia. Nuestra actitud busca la comodidad y el propio egoísmo. Y lo sabemos, pero nos dejamos auto engañar y distorsionamos la realidad. Así nos escondemos detrás de nuestras leyes y preceptos.

Jesús, en el Evangelio de hoy, descubre nuestra actitud farisaica y nos señala de actuar escondiendo la verdad y la justicia para utilizarla en provecho propio. Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, a corazón descubierto, para que nos purifique y nos ilumine fortaleciéndonos para ser limpios de corazón y vivir en el Espíritu de la Verdad.

lunes, 9 de febrero de 2015

EL CONTACTO HACE EL MILAGRO

(Mc 6,53-56)

No cabe ninguna duda que la distancia genera olvido. De la misma forma, la falta de contacto hace que se pierda la confianza y la fe. Experimentamos que nos emocionamos y no toca el corazón el oír una homilía o una buena charla, o la experiencia cercana al sufrimiento y las injusticias de pobreza y miserias.

Pero, alejados de esos ambientes e introducidos en nuestras confortables vidas, hogares, trabajos, sociedad, hoteles, confort y bienestar, perdemos la sensibilidad, la memoria y hasta el olvido de los que sufren. La pérdida de contacto nos aleja de Dios. La falta de oración y acercamiento a la Eucaristía y Penitencia no hace perder el contacto con Dios.

Y sin contacto con Él perdemos todo: la fe, la capacidad de orar, el sentido de la renuncia y sacrificio y hasta la solidaridad con los que sufren y padecen miserias y pobreza por las injusticias de los gobiernos de este mundo. ¿Cómo podemos curarnos, no sólo de nuestras dolencias y males físicos, sino también de las enfermedades de nuestra alma si no tocamos al Señor?

Y tocamos al Señor cuando nos acercamos a Él y entablamos una íntima conversación; nos acercamos al Señor cuando somos capaces de reconocernos pecadores y necesitados de su perdón; nos acercamos al Señor cuando, humildemente, tratamos de dejarnos tocar por su Gracia y confiamos en su Poder.

¡Oh, Señor, danos la fuerza para acercarnos a Ti y tocar tu Manto confiados en que quedaremos sanados de los peligros y tentaciones de este mundo! Amén.