lunes, 18 de julio de 2016

LA TENTACIÓN DE NUESTRA FE



Queremos creer, pero con el rabillo del ojo nos preguntamos muchas cosas que no entendemos ni que alcanza nuestra limitada cabeza. Sí, decimos que creemos, pero nos gustaría dar respuesta a muchos interrogantes que nos asedian y nos inquietan. Y pensamos que el diablo está lejos o que no puede con nosotros, pero, está más cerca de lo que pensamos. Trata de convencernos para que exijamos lo que él sabe que no podremos entender.

Es lo que les ocurre a aquellos escribas y fariseos, maestro de la ley. Hoy puede ser a nosotros. Habían oído y visto muchos milagros y señales que daban testimonio de la Divinidad de nuestro Señor Jesús, pero se empeñaban en una más, y no una cualquiera, sino una señal prodigiosa, que les dejara con la boca abierta y les convenciera. ¿Creen ustedes que para eso Jesús iba a venir y encarnarse en este mundo, nacer de la Virgen, tomar a José como padre adoptivo y sufrir su Pasión y muerte. Le hubiese bastado levantar el dedo y dejarnos a todos con la boca abierta.

Hiciera lo que hiciera Jesús, aquellos escribas y fariseos hubiesen querido más y más. Y al final para pedir que fuese aceptada su ley, sus intereses y principios. El problema está en que yo soy yo y quiero seguir siendo yo, y que tú no me cambies. Algo parecido ocurre hoy en nuestro mundo y circunstancias. Ahora mismo sucede en la política. Ninguno trata de buscar el bien y ceder sus intereses para que prevalezca el bien común, sobre todo para los más desfavorecidos.

¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. 

El fundamento de nuestra fe es la Resurrección del Señor. Todo se cumple en Jesús, y lo último lo más importante, su Resurrección. Jesús vive entre nosotros y camina con nosotros. No hay otro Dios como Jesús, que no sólo nos ilumina  y nos alumbra el camino, sino que hace el recorrido a nuestro lado. ¿Se puede pedir más?

domingo, 17 de julio de 2016

MARTA Y MARÍA

(Lc 10,38-42)

Las hojas reciben la vida a través de la savia que le suministra la raíz por medio del tallo. Desgajada de él moriría en poco tiempo. Necesitan la savia para sostenerse viva y dar frutos. De la misma manera, el creyente y seguidor de Jesús necesita estar injertado en Él, porque es Él la Vida y la Fuente que nos alimenta y nos sostiene.

Sí, es necesario tener obras, pero nunca desligadas de la Vida de la Gracia en el Señor. Diría que estar injertado en el Señor es sinónimo de bien obrar y de obras misericordiosas. La contemplación no es verdadera si ella misma te lleva a la concreción de transformar tu derredor en savia santificada que mana de la Vida de la Gracia. Por eso, respondiendo Jesús a Marta, le dice: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Podemos cuidar el jardín de nuestra vida, abonarlo, limpiarlo y protegerlo de plagas, fuertes vientos y grandes tentaciones, pero sin agua no crecería ni maduraría nada. Es decir, sin la Vida de la Gracia terminaría por sucumbir a los peligros y pasiones de este mundo. Sí, claro, necesitamos obras, pero las obras son el resultado y la consecuencia del vivir injertado en el Señor. Porque una cosa lleva a la otra.

Faltaría a la verdad el que se esté con Jesús y no se tenga capacidad para amar. Sería imposible de entender. Algo no funciona, porque la compañía de Jesús nos lleva a derramar servicios y buenas obras en los más pobres y necesitados. Porque decirle sí a Jesús es decirle sí a aquellos que, carentes y necesitados, son hermanos nuestros en Xto. Jesús.

No habría otro camino a tomar. Escuchar a Jesús e injertarse en Él, tal como hizo María, la hermana de Lázaro, deriva en vivir en esa actitud amorosa y misericordiosa que encarna Marta, que descansa y se apoya en el Señor. 

sábado, 16 de julio de 2016

LA SOMBRA DE LA AMENAZA

(Mt 12,14-21)

Jesús sabe que lo persiguen. Experimenta que no es aceptado y su Mensaje es rechazado. Ellos no esperaban a ese Mesías. Sus idean mesiánicas son otras. Esperaban a un Mesías poderoso, fuerte, guerrero, y dispuesto a acabar con los invasores. Se habían quedado en el Antiguo Testamento.

Este Jesús no concuerda con sus ideas o planes. Ellos piensan de otra manera e interpreta el Plan de Dios de otra forma. Sin darse cuenta no escuchan sino siguen sus dictados y sus egoísmos y ambiciones. Están en contra de la actitud que presenta Jesús y quieren matarle. Y Jesús lo sabe. Así y todo trata prudentemente de esconderse, de no darle la oportunidad de realizar sus intenciones. Pero no abandona su Misión y continúa su Misión, cumplir la Voluntad del Padre.

Decide, pues, marcharse de allí: Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadáe en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

Jesús no se alarma, no se desespera. Conoce su Misión y para lo que el Padre lo ha enviado y la cumple en toda regla. Trata de no darle la oportunidad que otros buscan para quitarlo del medio y, firme y sin vacilar, continúa el camino para el que el Padre le ha enviado. ¿Estamos también nosotros en esa actitud?

Hoy las circunstancias no han cambiado mucho. El mundo va a la deriva. La muerte, con vestido de atentado terrorista, nos acecha en cada esquina para sorprendernos. Es el caos y el sin sentido. Y es que cuando se da la espalda a Dios se pierde el sentido y el rumbo de la vida. Pues, si te alejas de dios, servirás al demonio, Príncipe del mundo, y los criterios del mundo son de muerte.

Pongamos a Jesús en el centro de nuestra vida y sigamos sus pasos, pasos que nos conducen al verdadero Reino de Dios.

viernes, 15 de julio de 2016

NOS PARAMOS EN COSAS QUE SON SIMPLEMENTE COSAS

(Mt 12,1-8)

El hombre le da vuelta siempre a lo mismo. Se queda en lo superficial, en la norma, en la ley, en lo que no mancha ni tampoco importa. Porque las cosas nunca dejarán de ser cosas y están en función del hombre. Porque, la única criatura por la que Dios, por decirlo de alguna manera que nos ayude a comprenderlo, ha perdido la cabeza es el hombre. Y todo lo demás lo ha puesto a su servicio.

Es la vida del hombre la que importa, y es esa vida precisamente, por la que Dios entrega a su Hijo para, condenado a una muerte de Cruz, entregar su Vida por la remisión de nuestros pecados. Así, ante la Vida del hombre, todo lo demás: carne, sangre, animales, vegetales, tierra...etc., incluso el sábado y la ley, están a su servicio y disposición. Si bien, es verdad, que debe servirse de forma moderada, prudente y para su necesidad. Todo está para que, en función del hombre, sirva para utilidad de su vida.

Y es de sentido común que la vida es lo primero y que la vida busca el bien. No se vive para el mal, porque el hombre huye del mal. A nadie le gusta experimentar dolor y sufrir porque sí. El dolor tiene sentido cuando se padece por una causa justa. La verdad exige defenderla incluso con dolor y sufrimiento. Por lo tanto, no puede estar la vida y el bien sometida a la ley y normas impuesta por los hombres, porque primero siempre están la vida de los hombres. Todo, pues, debe estar en función del bien.

Jesús lo deja muy claro cuando nos dice: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado». El Señor está por encima de todo. Es el Señor, y Él es la Ley, la Vida y el Amor. Nos está diciendo que nada por encima de Él, y todas nuestras tradiciones, costumbres, apetencias, ideas o leyes deben estar sometidas al Señor. Porque sólo él es el Camino, la Verdad y la Vida. 

Por eso nos dice que quiere Misericordia y no sacrificios, es decir, nuestras miserias, nuestras pobrezas y nuestros pecados. Nuestra humildad y generosidad para, como Él y en Él, esforzarnos en ser misericordiosos como el Padre.

jueves, 14 de julio de 2016

SIN LUGAR A DUDAS, LA VIDA CANSA

(Mt 11,28-30)

No es la vida un camino fácil. Y para unos más que otros. Y eso nos sorprenden porque no entendemos como, mientras unos no lo tienen, al menos aparentemente, tan difícil, otros, se podría decir, se les hace casi imposible. Sí, rotundamente, la vida es un camino que se hace duro y cuesta arriba y en muchos momentos nos amenaza con el desfallecimiento y hasta la decisión de arriar bandera.

Jesús, el Señor, lo sabe. Pues nos conoce y sabe hasta donde llegan nuestras fuerzas. Tu fuerzas, porque sabe de cada uno en particular. Por eso, en el Evangelio de hoy nos dice: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Y es que el yugo del Señor es llevadero y ligero. Claro, vivir en la actitud de nuestro Señor Jesús se hace duro y difícil, porque exige renuncia, paciencia, escucha, servicio, entrega, soportar y, sobre todo, amar. El amor contiene todo eso y el perdón necesita del amor para superar el esfuerzo de renunciar a tu vida y entregarla al servicio de los demás. Realmente es un buen yugo, que, a simple vista, no apetece y nos quita la libertad y esclaviza. Pero, sólo aparentemente, porque no es así.

Aun siendo duro, y eso nos indica y descubre que es verdadero amor, es suave y ligero, porque Jesús no se ha ido. Está con nosotros, y nos sostiene, nos conforta, nos fortalece y, en el Espíritu Santo, nos auxilia con sus dones, para hacernos el camino suave y llevadero. Los que así lo han seguido lo han experimentado, y lo experimentan en el día a día. Pasada la fatiga aparece el gozo y la satisfacción del deber cumplido, de la toma de conciencia de que has hecho lo que deberías haber hecho.

Y es que cuando descubres que has hecho lo que, rectamente y generosamente, has pensado que es bueno para esa persona en concreto, te invade una satisfacción y una paz que te dice, has amado como el Señor te ama a ti también. Y esa es la Voluntad del Señor. Realmente, su yugo es suave y ligero.

miércoles, 13 de julio de 2016

RODEADOS DE MISTERIOS


(Mt 11,25-27)

La vida está llena de misterios que el hombre anhela y quiere conocer. A lo largo del tiempo el hombre ha ido descubriendo posibilidades encerradas en la naturaleza que le han permitido avanzar técnicamente y mejorar sus formas de vida. Pero esos misterios, entre paréntesis, que el hombre va descubriendo y utilizando para su provecho y mejora no son comparados con los verdaderos misterios del origen de la naturaleza y la propia vida.

El hombre va encontrando respuestas a muchos interrogantes que componen la atmósfera y el sistema planetario; el hombre va avanzando en conocimientos científicos y en el descubrimiento del por qué de muchas enfermedades. Pero el hombre no llega a entender su propio misterio y el origen de la vida. El hombre no puede entender, si no le es revelado, el Poder de Dios.

Sin embargo, hay Uno, el que se llama a sí mismo el Hijo del Hombre, al que le ha sido revelado todo: En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Muy poquitas palabras, pero llenas de profundidad y sabiduría que nos hacen descubrir la grandeza y el poder de nuestro Padre Dios. Y es que la capacidad humana está limitada y es incapaz de conocer el misterio de Dios, que se nos revela en su Hijos Jesús y a quien Él quiere revelarlo.

Necesitamos abajarnos y llenos de humildad abrirnos a la acción del Espíritu de Dios que nos ilumina y nos llena de esa sabiduría que sólo a los humildes le es dada. Y es que para ver la luz necesitamos salir de la oscuridad, de la cual no salimos por luz propia, sino por la que recibimos del Espíritu Santo recibido en el Bautismo.

martes, 12 de julio de 2016

¿QUÉ NOS OCURRE QUE NO REACCIONAMOS?

(Mt 11,20-24)

No entendemos que nos puede estar pasando. Lo cierto es que antes y ahora ha sucedido lo mismo. Mucha gente no responde ni reacciona a la llamada del Señor. Y la realidad es que, quizás sin saberlo, todos le buscamos, porque necesitamos encontrar la salvación. 

¿Quién no quiere vivir plenamente feliz y eternamente? Pues de eso se trata. Esa es la propuesta de Jesús, pero, ante la señalización del camino, todos nos resistimos a caminar por él. Encontramos la puerta muy estrecha y costoso renunciar a muchas apetencias y apegos. Nos es más cómodo la puerta ancha, sin tantos impedimentos ni renuncias, y por donde se pueden colar muchas satisfacciones y placeres.

Quizás sea eso lo que nos impide y nos hace resistir seguirle y responder a su Palabra. Al igual que Corozaín y Betsaida, hoy continúan otros pueblos resistiéndose a la llamada del Señor. Y pueblos donde se ha predicado el Evangelio y donde se ha vivido tradicionalmente el Mensaje evangélico. Ni que decir tiene que sus responsabilidades serán mayores que la de otros pueblos donde apenas han conocido al Señor.

Eso nos lo dice el mismo Jesús en el Evangelio de hoy: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti». 

No está el horno para bollos, y tampoco es para tomárselo a broma. La Palabra del Señor nos señala y nos reprende, y siempre, mientras tengamos vida, estamos a tiempo de asumir nuestra responsabilidad, pues somos libres, para aceptar y vivir el Mensaje del Evangelio, que nos libera y nos salva. Es hora de ponernos en camino.