lunes, 24 de septiembre de 2012

LA LUZ ILUMINA LA OSCURIDAD...

 Evangelio según Lucas 8,16-18
porque nada se puede esconder a la luz. No es el lugar natural poner lo que alumbra debajo de una mesa, porque su función fundamental quedará anulada. La luz si no alumbra dejará de ser luz y se volverá oscuridad. Y eso es sinónimo de muerte.

La luz ha sido puesta para marcar el camino, para señalar la senda, para despejar el camino de sus dificultades y tropiezos. Quien deja pasar su propia luz, la recibida de su Padre Dios, alumbrará a otros que no la hayan encendido o la tenga oculta y desperdiciada.

Y esa luz entregada, derramada y ofrecida dará frutos, así que quienes la tengan y la pongan al servicio de los que no ven, recibirán más hasta el punto que teniendo recibirán más. Sin embargo, aquellos que no dejen escapar la luz que les ha sido dada terminarán por quedarse en la oscuridad. De modo que, a medida que cada vez tienen menos, terminarán por quedarse en plena oscuridad.

Danos, Señor, la sabiduría de no ser opacos y de reflejar la luz de tu amor en los demás, de modo que todos aquellos que se nos acerquen vean tu Luz que nos llena y nos ilumina. Amén.


domingo, 23 de septiembre de 2012

SER ÚLTIMO PARA SER PRIMERO

 San Marcos 9, 30- 37

Al revés del pepino, si quieres llegar el primero procura quedarte el último. Es algo que no se entiende bien, porque eso del servicio, a pesar de todo, no nos entra muy bien en la cabeza. Quizás podamos entenderlo, pero vivirlo se hace casi imposible.

Imposible cuando tratas de hacerlo desde la opción personal, cuando te empeñas, porque nos es más fácil, emprenderlo desde tus propias ideas y planes. Y lo que resulta es que desde ahí si se hace verdaderamente imposible. Sin Mí nada podrán hacer, nos dice Jesús. Y esa es la clave de nuestro éxito o no.

Sólo en el Señor podemos ser capaces de buscar ser los últimos para hacernos un puesto entre los primeros. Y no se trata de tener ese objetivo como prioridad, sino que cuando olvidándote de ti te das a los demás es cuando los demás te colocan en el primer puesto.

Basta observar a nuestro derredor para darnos cuenta que todos aquellos que entregan su vida al servicio de los demás son elevados a los altares. Incluso no sin pretenderlo, es más, renunciando. En amor en clave de ágape es tan fuerte que los que lo reciben te empujan irresistiblemente a los primeros lugares.

No hay otro atajo, para llegar al Padre hay que amar como Jesús nos enseña. Y esa enseñanza no es otra cosa que amar, lo que verdaderamente te cuesta: amar al enemigo, al que no te hace la vida agradable, al esfuerzo constante de hacerte pequeño y humilde.

Por eso, quienes seamos capaces de abrazar a ese niño confiando, inocente, puro, bien intencionado, justo e ingenuo ante la intelectualidad del sabio, del engreído, prepotente, suficiente, capaz de creer que se basta a sí sólo... Ese ocupará los primeros puestos. Amén.

sábado, 22 de septiembre de 2012

EL PELIGRO DE LA COSECHA...

 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 8, 4-15
está siempre al acecho, pues hay muchas dificultades que se suceden y que la amenazan. Sembrar es más fácil, pero que dé frutos esa siembra supone mayor dificultad. La Palabra de Dios se proclama en muchos lugares y a mucha gente, pero al parecer son pocos los que la guardan y dan frutos.

Y es que hay muchos peligros a los que nos exponemos y sucumbimos. Las preocupaciones por las cosas de este mundo porque en él hemos puesto nuestro objetivo. Queremos ser felices en este mundo y para ello dejamos la siembra de la Palabra porque nos impide alcanzar ese objetivo de felicidad.

Las riquezas, las comodidades, el poder y los placeres nos dibujan un mundo de felicidad, pero un mundo caduco que no promete permanencia sino que desaparece tal y como ha venido. Una felicidad que no llena plenamente sino que deja vacío, insatisfacción y perdición.

Sin embargo, la buena cosecha, la que muere y da vida en tierra buena, permanece y da frutos de gozo y felicidad. Esa tierra que acoge y mima a la semilla en ella sembrada es tierra agradecida, bendecida y de buenos frutos. Y es tierra eterna que satisface plenamente. Amén.

P.D. Hace ya algún tiempo, en los comienzos como bloguero, hice esta reflexión de la parábola del sembrador. La enlazo en esta para aquellos que les apetezca leerla: ver aquí

viernes, 21 de septiembre de 2012

¿POR QUÉ ME SIENTO SUPERIOR...

 Mt. 9, 9-13. 'Vió Jesús a un hombre llamado Mateo...

ante ciertas personas y no ante otras. Pongamos la mano en el corazón y dejemosno interpelar por el Espíritu. Abramos nuestro corazón y dejemos que hable en espíritu y verdad en presencia del Espíritu Santo.

Experimentamos que nuestra soberbia se comporta de forma diferente ante cierto tipo de personas. Mientras que ante unas adoptas una actitud más sumisa o de igualdad, ante otras tu actitud es arrogante y superior. Y esa actitud nos empuja a juzgarlas y criticarla negativamente.

Es el caso de hoy. La Palabra nos descubre la actitud de aquellos fariseos que se consideraban mejores que los publicanos y pecadores. Significa eso que ellos no se consideraban pecadores ni impuros, al menos debemos suponer por lo que deja entrever el texto que ellos estaban en una escala superior, mejor.

Y no debemos autoengañarnos, pues somos lo que somos, pecadores. Y ser pecador implica ser pequeño, limitado, débil, apegado a cosas que nos esclavizan, enfermo de vanidad y soberbia, falto de humildad y engreído y orgulloso. Ser pecador es descubrir la necesidad de asistencia, de curación.

Dios se hizo Hombre para estar cerca del hombre. Porque sólo en la cercanía existe la posibilidad de sanar, de conocer el mal que nos enferma y somete. Amar exige relación, conocimiento y proximidad, pues lo que no se conoce no se puede amar, y menos sanar.

Jesús, Dios hecho Hombre, se acerca, se autoinvita a la casa de Mateo y intimidando con él, lo cura, lo sana, le transforma su alma, la más necesitada de curación. Y aprovecha la oportunidad de curar y sanar a todos aquellos enfermos de pecados que se acercan a comer.

¿Me siento yo tentado a aceptar esa invitación que Jesús también me hace hoy a mí? ¿Le dejo entrar en mi casa? Y más importante todavía, ¿me siento y considero un enfermo pecador que necesita de su medicina de amor para ser transformado y sanado?

Sólo en la presencia del Espíritu Santo y abandonados a su acción podemos encontrar respuestas a esas preguntas. Qué así sea. Amén.

jueves, 20 de septiembre de 2012

LA INCLINACIÓN A JUZGAR...

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 Lucas 7,36-50. Tiempo Ordinario. ¿Quieres saber cuánto vales?

Es algo que nace en nace en lo más profundo de nuestro ser. Me atrevería a decir que es una de nuestras mayores tentaciones y debilidades que afectan a nuestra naturaleza. Juzgamos sin poder evitarlo y en muchas ocasiones necesitamos luchar interiormente contra nosotros mismo para evitar caer en esa dinámica que nos inclina a juzgar.
 
Y en esos juicios subjetivos que emitimos, siempre barremos en el mismo sentido. Somos nosotros los mejores, los perfectos y los favorecidos. Siempre es el otro el culpable, o en su defecto tendremos una y mil excusas para ponernos en buen lugar.
 
Nunca, cegados por nuestra propia vanidad y soberbia, vemos lo que hace el otro y su actitud generosa, sino empequeñecemos sus actos y magnificamos los nuestros. Es el caso que hoy nos descubre el Evangelio. Aquel publicano se escandaliza de que Jesús se deje tocar y atender por aquella mujer pecadora, y no advierte su actitud y desatenciones al recibir a Jesús en su casa.
 
Nuestro criterio no está en función de entrega y gratuidad, sino en relación directa con el rendimiento y la productividad. De modo que en la medida que sea más útil y provechoso, mejor y más grande será su valor. No importan otras cosas, sólo lo que rinda y aporte en valor material. Así no se valora lo que aquella mujer hace ni el cómo y por qué invierte tan caro perfume en los pies de Jesús.
 
No se entendió ayer, pero tampoco se entiende hoy. El criterio del amor no consiste en sentimientos, emociones o deseos subjetivos o movidos por intereses de una u otra forma. El criterio del amor es una actitud de desapego y olvido de uno mismo para darse en servicio a otro. Y ese criterio fue el que movió a aquella mujer, a darse de forma agradecida pero desinteresada, pues es evidente imaginar que ella no conocía ni sabía quien era o podía ser Jesús.
 
Simplemente, cuando el amor se experimenta, el amor enciende en nosotros una llama que tiende a propagarse irresistiblemente hasta quemar de gozo y felicidad a los demás. Eso había sucedido delante de los ojos de aquel fariseo, pero su mente permanecía ciega. Tendría que oír de labios de Jesús que sólo aquel que ama con todas sus fuerzas será, en esa medida, también perdonado en todos sus pecados.
 
Despierta nuestra inteligencia e ilumina nuestra mente para experimentar que sólo el amor nos hará feliz, y eso sólo lo alcanzaremos por tu Gracia. Amén.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

SIEMPRE TENGO LA RAZÓN...

 Lc 7, 31-35. Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

porque cuando las cosas salen como yo quiero, todo es porque soy un tío único y estupendo. Soy una persona muy preparada y sé mucho, ¡si no el más!, de estas cosas que hago muy bien. Es lo que solemos oír de muchos profesionales de diversas profesiones.

El ejemplo, a modo de parábola, lo podemos apreciar muy bien en el terreno deportivo. Por ejemplo en el fútbol. Los entrenadores, no todos, pero sí los prepotentes y engreídos, suelen echar balones fuera, en el argot deportivo, cuando las cosas le salen mal. Alegan que no tienen equipo, cuando son ellos los que lo han formado o aceptado. Pero en caso contrario, se ponen flores y méritos.

Y lo mismo podemos decir en todo los aspecto de nuestra vida. Nuestras razones no nos las cambian, y cuando nuestro corazón se rodea de esta clase de coraza, difícilmente se puede entrar en él. Así nuestra fe permanece inmóvil, casi muerta y se hace difícil que crezca. No le permitimos despertar.

Tenemos una y mil justificaciones. Nuestra libertad tiene muchas vías por donde escaparse. Si no hablas, porque eres muy callado y con poca iniciativa. Si, por el contrario hablas, porque abusas demasiados. Si sabes y lo haces en sabiduría, porque eres prepotente y orgulloso. Si no, porque tienes miedo y no sabes. Y así cada uno puede suponer las múltiples evasiones y justificaciones cuando no se quiere aceptar la verdad.

Sólo es posible si somos capaces, al estilo de María y otros muchos, revestirnos del traje de la humildad y dejarnos adornar por la semilla de la Gracia de Dios. Sólo si somos capaces de dejar entrar al Espíritu Santo en nuestro corazón y permitirle que lo suavice y lo abra a su acción en el Amor del Padre y el Hijo.

Sólo hay una salida, elevar nuestra mirada al Cielo y pedirle al Padre que nos dé un corazón contrito y humilde, al estilo de su Madre María, para saber disponernos a abrirlo a la acción del Espíritu Santo. De esa forma, aceptando su Palabra y su Acción seremos llevados por caminos de salvación. Amén.

martes, 18 de septiembre de 2012

EL TEMOR CATALIZA EL ENCUENTRO...



 Del santo Evangelio según san Lucas: 7, 11-17

porque cuando uno es sorprendido por lo inesperado, por la utopía aparente de volver a la vida la muerte, uno se queda desarmado, sin argumentos, y lo inmediato es interesarse por Aquel que a la muerte le ha devuelto la vida.

Sí, evidentemente el temor te ayuda a encontrarte con la realidad de tu vida, y esa realidad es Jesús. Sucede como si de una casualidad se tratara, pero todo está pensado en los planes del Padre. Y a nosotros no toca estar despierto y atento, porque del asombre y perplejidad podemos pasar al olvido y la indiferencia.

Aquella viuda va derrotada, la muerte la ha invadido y lo único que tenía, su hijo, se le había arrebatado. Con él se le iba toda su seguridad, todo su futuro, todo su sustento y bienestar. La muerte la había dejado desprovista de todo y la dejaba desamparada y desnuda frente a ese mundo suyo que le había tocado vivir. Ya no tendría valor ni significado su vida.

Sin embargo, en ese camino derrotista y desamparado, la muerte es sorprendía por la Vida. No una vida cualquiera sino la Única y Verdadera Vida. Jesús pasa junto a esa comitiva. Diríamos que se encuentran la muerte y la Vida. Y ese encuentro propicia que la muerte vuelva de nuevo a la Vida. Pero una Vida que promete ser Eterna y gozosa.

Jesús se hace presente, por su misericordia y compasión, en aquel camino derrotado de la viuda de Naím, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros».

Pidamos al Señor que nuestro asombro hoy, 2012 años después, no sea efímero, instantáneo y momentáneo, sino que madure, eche raíces y dé frutos. Porque la Vida vence a la muerte y eso es lo que realmente buscamos: "Vida eterna, Vida eterna en el gozo de la presencia de Dios Padre. Amén.