sábado, 7 de febrero de 2015

EL CIMIENTO DE LA IGLESIA

(Mc 6,30-34)

La primera enseñanza del Evangelio de hoy es la necesidad de tranquilidad, de un espacio de silencio y paz para que el alma en reposo pueda escuchar y hablar con Dios. Los apóstoles, el grupo de los doce, compartieron con Jesús todo lo que habían hecho, y Jesús les invitó a ir a un lugar tranquilo para descansar, pues eran muchos los que iban y venían y no encontraban tiempo ni lugar para comer.

Necesitamos descansar para reponer fuerzas, y espacios de soledad donde reflexionar y tomar fuerza para comenzar de nuevo. Sucede que en nuestra Iglesia de hoy ocurre algo parecido. Bien porque los apóstoles, sacerdotes, son pocos, o bien porque el trabajo es mucho y se necesitan obreros para atenderlo. La mies es mucha y los obreros pocos.

Pero, también es verdad que quien sostiene la Iglesia es Jesús. Él es el fundamento y pilar fundamental de la Iglesia. Es Él el único y verdadero Pastor y Sacerdote que evangeliza, y todos los demás, en Él, y por su Gracia, evangelizamos. Es Él el que nos convoca, nos reúne y nos congrega como sucede hoy en el Evangelio. Por eso, al vernos a todos dispersos como ovejas sin pastor, se conmueve y tiene compasión de todos nosotros.

El Señor nos atiende. Él es el que no nos falla nunca y está disponible siempre a cualquier hora, tiempo y lugar. No desesperemos y permanezcamos en Él abandonados y esperanzados en su salvación.

viernes, 6 de febrero de 2015

SÓLO DOS CAMINOS, EL BIEN O EL MAL

(Mc 6,14-29)


No hay nuevas opciones. Siempre ha sido igual, o vas por el camino del bien o te desvías por el del mal. La vida no tiene otra cara: Verdad o mentira. Y siempre, la verdad estará enfrentada a la mentira. No hay otra alternativa. Por eso, hoy estamos igual que ayer. Eso sí, hay diferentes formas de actuar y de vivir.

Cada época marca una cultura y contexto diferente. La vida evoluciona, pero la sustancia es siempre la misma, y la medicina el amor. Ayer mataron a Juan el Bautista por decir la verdad, y hoy matan a muchos otros por confesar su fe y defender a los pobres y marginados. Siembre habrá conflicto entre la verdad y la mentira; entre el bien y el mal.

Pero siempre habrá también quienes alcen su voz para gritar en nombre de la verdad contra la mentira; en nombre de la justicia contra la injusticia; en nombre de los derechos humanos contra las explotaciones y esclavitudes. Acallaron a Juan el Bautista, y empezó Jesús de Nazaret, el anunciado por Juan. Él era el enviado a proclamar el Mensaje de salvación en nombre de su Padre del Cielo, y desde ese momento no se ha dejado de proclamarlo.

Porque a pesar de que lo mataron también, Jesús ha vencido a la muerte y ha resucitado. Y desde su venida ha estado con nosotros y estará hasta su regreso, que marcará el final de este mundo. Desde ese momento, la Iglesia, fundada por Él, no ha dejado de proclamar en su Nombre su Palabra hasta nuestros días. 

Porque Jesús de Nazaret sigue siendo el Camino, la Verdad y la Vida.

jueves, 5 de febrero de 2015

EN TU ESFUERZO DE VIVIR INJERTADO EN EL SEÑOR, TRANSMITES SU MENSAJE


(Mc, 6, 7-13 6,7-13)


No tienes que preocuparte en como transmitir o proclamar el Mensaje del Señor Jesús. Si lo vives, ten por seguro que lo estás transmitiendo. No es que yo sea un ejemplo, líbreme Dios de esa tentación, pero si puedo decirte que algunas personas me han compartido lo bien que se han sentido o la ayuda que ha representado el escucharme hablar del Señor.

Yo he sido el primer sorprendido y el primero que he dado gracias a Dios por esa inmensa Gracia recibida para su Gloria. Porque toda la Gloria es para Él, nuestro Señor. He aprendido, a pesar de sentir lo contrario y la tentación de vanagloriarme, de esforzarme en proclamar la Gloria del Señor como hiciese Juan, el precursor de su Mensaje. Si en algo he podido colaborar y ayudar, ha sido por la Gracia de Dios Padre, del que hemos recibido todo.

Por eso, a pesar de mis miserias y pobreza espiritual, me siento enviado por el Señor y entregado a la acción del Espíritu Santo. Así lo comparto cada lunes, sobre las cinco de la tarde, en la cárcel con las personas que asisten a la catequesis. No preparo nada, sino hablo de lo que siento y experimento según la Palabra del Señor sobre el Evangelio del domingo, donde ellos han celebrado la Eucaristía, y la del propio día.

Nos ponemos todos, previamente, en Manos del Espíritu Santo y compartimos. Y se nota y se experimenta que el Espíritu está entre nosotros. Porque creemos en la Palabra del Señor y la aceptamos y, Él, nos ha dicho que está entre nosotros. Y nos ha enviado, dándonos poder para expulsar demonios, curar y proclamar su Palabra.

Señor, estamos entregados a tu disposición. Dispón de nosotros y convierte nuestra miseria y pobreza en testimonio de tu Palabra. En Ti confiamos y, pacientemente esperamos a que Tú dispongas y realices tu Obra en nosotros cuando quieras. Amén. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

LOS CRITERIOS SE HACEN CAYOS EN NUESTRO CORAZÓN


(Mc 6,1-6)

Hasta hace poco tiempo o mejor, algunos días, no había entendido, al menos en su amplitud, el significado de "endurecimiento del corazón". Claro que literalmente sé lo que significa, y, también el sentido que se le da a las palabras "endurecimiento del corazón", pero no había advertido que ese endurecimiento, si no se ataca y corrige pronto, se puede enquistar de tal manera que será imposible suavizar.

Conviene darse prisa porque un corazón endurecido se hace difícil que pueda ver. Así les ocurrió a los vecinos y contemporáneos de Jesús. Así les ocurre a muchos amigos míos que, incluso ante una enfermedad mortal no se avienen a creer en el Señor. Era una idea que me rondaba la cabeza sin entenderla, ¿cómo es posible que la gente no reaccione?

Creo que he llegado a entenderla un poco: "Dureza de corazón". Ayer lo compartía en la catequesis de la cárcel. Y les decía que hay que darse prisa, porque si dejamos endurecer el corazón nos puede pasar que más tarde nos será muy difícil de ver. Eso puede explicar lo del buen ladrón,  y el compañero que a su lado no supo descubrir la presencia de Jesús, el Hijo de Dios.

Ocurre que podemos tener el corazón endurecido, no quizás por el tiempo de alejamiento del Señor, sino por nuestro apego a las cosas de este mundo. No se es rico, no sólo por tener mucho bienes y dinero, sino por, aun no teniendo, vivir apegado y deseando las riquezas y bienes. 

Nuestro corazón puede estar endurecido porque en él sólo guardamos las cosas de este mundo, y nos olvidamos de Dios. Y ese endurecimiento no impide reconocer a Jesús como el Hijo de Dios.

Pidámosle que nos transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne que nos haga sentir compasión y misericordia por amor.

martes, 3 de febrero de 2015

PREDICAR CON EL EJEMPLO

(Mc 5,21-43)

No deberías tener duda, porque Jesús predica, no sólo de Palabra, sino que da ejemplo con las obras. Hoy, por ejemplo, el Evangelio nos habla de dos curaciones. La mujer que padecía flujos de sangre y la resurrección de la hija de Jairo, un jefe de la sinagoga.

Para ver visiones como termina diciendo este pasaje del Evangelio: La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

¿Qué nos ocurre? ¿Qué ha pasado mucho tiempo? Por eso se ha escrito, para que no se olvide. Y se ha escrito recogido de testimonios directos que lo han vivido y visto: los apóstoles y discípulos, y mucha gente que fueron contemporáneos de Jesús.

Lo que ocurre es que el mundo nos ciega y nos engaña, y nos hace dudar argumentando razones que alimentan dudas y ponen confusión. Lo lógico sería indagar y buscar la veracidad de esos testimonios y escritos, porque ponerlos en dudas sin más es lo más idiota que podemos hacer. Nos jugamos mucho.

Por otro lado, experimentamos que esa Verdad que Jesús anuncia a lo largo de su Vida Pública late dentro de nuestro corazón. Porque el amor es el motor de nuestra vida, y si carecemos de amor perdemos el rumbo y el sentido de nuestro vivir. Y, también, porque Jesús nos conoce, pues nos habla y nos ofrece aquello que todos buscamos: la felicidad eterna.

Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna, y en Ti queremos abandonarnos y seguir tus pasos. Porque Tú eres la Luz que alumbra nuestro caminar y nuestra vida. Amén.


lunes, 2 de febrero de 2015

¿DÓNDE BUSCAMOS AL SEÑOR?

(Lc 2,22-40)

Posiblemente estamos más ciego que lo que creemos. Buscamos al Señor a través de la razón y de responder a nuestras ideas o razones. Buscamos a Dios a través de eruditos, sacerdotes o teólogos que nos descifren los interrogantes que nosotros planteamos a la Verdad.

Pero, ni esa es la forma, ni ese el lugar donde podemos encontrarle, o, por lo menos, no es el lugar más sencillo, frecuente y claro donde se encuentra a Jesús. Al Señor lo encontramos a través de su Palabra. Una Palabra viva que se manifiesta cada día y que está siempre a nuestro alcance. Una Palabra que está dispuesta a revelarnos la presencia de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, y a encontrarse con cada uno de nosotros.

Sólo necesitamos escucharla con atención y el corazón abierto. El Evangelio de hoy nos revela como está profetizado hace mucho tiempo el encuentro en el templo de Jesús: Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.

El Espíritu Santo mueve a Simeón a revelar la identidad Divina de ese niño que hoy es presentado en el Templo. Y profetiza: Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2, 39-32). (Extractos recogidos del Comentario: Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés). (Tarragona, España).

Todo está recogido en su Palabra y profetizado muchos años antes de suceder. Esa es la autoridad con la que habla Jesús, la que le da el Espíritu Santo.

domingo, 1 de febrero de 2015

JESÚS ENSEÑA CON AUTORIDAD

(Mc 1,21-28)

Jesús se pone a enseñar. Ponerse a enseñar es condición del que sabe, y Jesús sabe y lo hace con autoridad. Eso es lo que se desprende de los que le escuchan: Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

Hay quienes se ponen a enseñar si saber, y menos sin ninguna autoridad. Hay quienes no enseñan, pero se la saben todas y no aceptan ninguna enseñanza. Hay de todo, pero Jesús es algo extraordinario y diferentes a todos. Despierta la admiración en todos los que le escuchan, tanto que algunos no queriendo aceptar sus Palabras y su Verdad empiezan a maquinar como quitarlo del medio.

Jesús está seguro de sus Palabras porque en Él está el Espíritu Santo. Esa es su fuerza y su poder, y de ahí le viene su autoridad. En su Bautizo en el Jordán descendió sobre Él el Espíritu Santo y desde ese momento empezó a proclamar la llegada del Reino de Dios y a curar todo dolencia y a expulsar espíritu inmundos.

Por eso todos acuden a Él, lástima que se quedan en lo menos importante, en las dolencias del cuerpo cuando lo más importante es la salvación del alma. 

Acudamos a Jesús para que nos cure el cuerpo, pero principalmente para que nos cure el alma, porque sólo así podemos alcanzar la salvación eterna.