martes, 31 de mayo de 2016

MARÍA, FUENTE DE VIDA ETERNA

(Lc 1,39-56)


No hay cosa mayor que dar vida, porque la vida es el don más valioso y grandioso que Dios nos ha dado. Y eso no sería así si la vida acabara. ¿Es que tenemos los ojos vendados? Pues sí, porque no vemos las maravillas que hace el Señor. Caso contrario en María, que sí las ve: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

Esto no puede venir sino de la inspiración del Espíritu Santo. Es una exaltación de la grandeza del Señor, que María, dirigida por la Gracia, derrama, como proclamación anticipada, para la salvación del mundo. Esta anunciando la venida del Mesías, el Salvador, y lo proclama desde la concepción, desde sus mismas entrañas, por Obra y Gracia del Espíritu Santo.

Adelanta y manifiesta la Misericordia del Señor, que hoy, proclamada por nuestro Papa Francisco, estamos celebrando en este año misericordioso, y descubre la preferencia del Padre para con los pobres y los humildes. Es un milagro y una prueba categórica de la Verdad y existencia del Amor de Dios. Ambas mujeres, Isabel y María, exaltan la maternidad que Dios le concedes. Porque la vida está creada para permanecer eternamente junto a la Vida Infinita y Eterna del Amor del Padre. 

Toda la existencia lo está descubriendo constantemente, y el amor que el hombre y la mujer, junto a los hijos, son semejanza del Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, presentan el testigo que mejor lo manifiestan. María, Madre de Dios es Fuente de Vida Eterna.

lunes, 30 de mayo de 2016

LOS MIEDOS Y TEMORES NO NOS DEJAN VER AL SEÑOR

(Mc 12,1-12)

Muchas de nuestras respuestas están mediatizadas por los temores y los miedos a perder nuestro estatus cómodo y seguro. O a complicarnos la vida con preocupaciones, responsabilidades y deberes. Queremos quitarnos todo tipo de preocupación, y aumentar nuestros derechos e ir quitando deberes y compromisos.

Nos atrae la vida fácil, cómoda y sin problemas. Sin embargo, conseguida, no experimentamos esa felicidad que buscamos. Descubrimos, a veces tarde, que la felicidad que buscamos no se esconde en esa comodidad o bienestar, ni tampoco en la evasión de problemas y responsabilidades.

Hemos recibido un cuerpo con vida. Y una vida donde desarrollar esas cualidades y talentos que hemos recibido con la condición de administrarlos para el bien común, pero, nuestras debilidades y apetencias nos traicionan y nos ponen dificultades, por nuestro egoísmo, impidiéndonos administrarlos para el bien común. Esa es la historia que el Señor nos cuenta hoy en el Evangelio: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó».  Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 

Lo que viene se deduce. Todos comprendemos que serán castigados esos labradores, y la tierra se les dará en alquiler a otros. Pero la lección que debemos de sacar de esta parábola es que somos nosotros esos labradores, y que, quizás, con nuestros comportamientos, con nuestras actitudes, con lo que callamos o proponemos buscamos de forma consciente o inconsciente matar también al hijo del dueño de la viña.

Posiblemente, también nosotros desechamos la piedra que también desecharon los arquitectos, la piedra angular, que es Cristo. Y lo hacemos sin darnos cuenta, en las cosas sencillas de cada día, instalados en lo fácil y cómodo. Porque quien es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho. Pidamos no quedarnos instalados ni acomodados, sino estar siempre mirando como servir y cumplir mejor en el camino de avanzar hacia la perfección.

domingo, 29 de mayo de 2016

ALIMENTO DEL CUERPO Y EL ALMA

(Lc 9,11b-17)

Todos acudían al Señor y eran curados los que realmente tenían necesidad de ser curados. Y eso nos puede hacer pensar que la curación es necesaria para aquel que la necesita, no para el que se siente sin necesidad de ser curado. Porque acudirán sólo los que necesitan ser curados, y también los que tienen hambre.

El Señor se preocupa integramente de todo lo que necesita el hombre. No sólo el alimento corporal sino también el alimento espiritual. En esta ocasión descubre la necesidad que tienen de alimentarse y les procura el alimento corporal. Nos enseña que también nosotros tenemos que hacerlo, pero recordamos el matiz con el que empezábamos al principio: En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.

Hoy, la Iglesia, continúa esa labor en todos sus miembros y agrupados en torno a Cáritas y muchos grupos que tratan de atender a aquellos que están necesitados. Pero nos preocupa una cosa, que quizás buscamos el auxilio del Señor en la Iglesia, el auxilio material, y olvidamos el alimento espiritual de su Cuerpo y su Sangre contenido bajo las especie de pan y vino en la Sagrada forma.

Posiblemente, el Señor, quiso darnos a entender que su Padre Dios se preocupa, no sólo por lo espiritual, sino también por lo material. El mundo, creado y regalo de Dios Padre, ha sido puesto en manos de los hombres para que sea bien administrado en función del bien del hombre. Y, cuando hay muchos necesitados y carente de medios, otros, aquellos que les sobra y tienen, deben compartirlo.

Pero no todo consiste en alimentos. El hombre de hoy está necesitado de paz. De paz y sentido común que haga un mundo más humano, más fraterno, más solidario y compartido. Un mundo que acoja y dé lo que necesita a todos aquellos refugiados que huyen de sus países enfermos por el odio, la venganza y soberbia que los enfrenta y dan lugar a las guerras.

Aparte de hacer todo lo que está en nuestras manos, también recemos para que todos aquellos que lo necesitan encuentre un lugar de convivencia, de fraternidad y de paz, que sólo junto a Jesús, como ocurrió en aquella ocasión: 
Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente,  podemos encontrar.

sábado, 28 de mayo de 2016

¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO?

(Mc 11,27-33)

Ocurre con mucha frecuencia que opinamos y hasta criticamos sobre actitudes y obras de otros sin saber ni conocer bien claro los hechos. Y, es más, nuestra opinión está mediatizada por los miedos, intereses y egoísmos que nos someten y dominan. Así, nos atrevemos a interpelar y acusar a otros sin razones ni sentido común que lo justifique y donde apoyarse.

La demagogia está muy de moda. La ha estado siempre, porque ha sido un arma que el hombre ha usado para evadirse y eludir el problema y salirse por la tangente. Cuando el hombre ha querido esconder su verdad, y sobre todo, la Verdad, miente escondido en la demagogia. Podemos atrevernos a decir que, el arma más poderosa que tienen los políticos, los negociadores sociales y económicos, y todos aquellos que buscan sus objetivos por encima del bien y del mal es la demagogia.

De esta forma, el mundo experimenta el sufrimiento y el dolor en los más desvalidos, ignorantes, marginados y excluidos, porque ellos son el despojo y la salida que usan los más poderosos para tapar y justificar sus intereses y egoísmos. Es evidente que cuando llevas en la manga otra carta escondida, juegas con ventaja. Y esa ventaja la utilizas para distorsionar la realidad y disfrazar la mentira de verdad. Te autoengañas hasta el punto que te vuelves ciego.

Aquellos sumos sacerdotes, escribas y ancianos escondían sus malas intenciones, que no eran otras que acabar con Jesús. Haciendo ver que sus razones tienen fundamento y escondidos en la mentira, apariencia, le preguntan: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?» No buscan su respuesta, sólo persiguen acabar con Él. Y así no podemos acercarnos al Señor, y menos hablar, orar, con Él. Porque la oración descubre la fe, pues el estar orando es ya un acto de fe.

Caen en su propia trampa, porque desconocen con quien están hablando. Y la respuesta que reciben les deja sin respuesta, valga la redundancia.  Porque les descubre su propia y mal intencionada mentira. No pueden responder porque están presos de su propia mentira y el medio les somete. Quizás algo parecido nos puede estar también ocurriendo a nosotros. Pidamos para que no sea así y el Señor aumente nuestra fe.

viernes, 27 de mayo de 2016

MI CASA ES CASA DE ORACIÓN

(Mc 11,11-25)


En la vida lo importante no es lo que hayas vivido, sino la fe con la que has vivido. Porque es la fe la que te mueve y dirige tus pasos. No importan los pasos que hayas dados, ni tampoco los zapatos que hayas usados, lo verdaderamente importante son las huellas que hayas dejado al pasar.

No se trata de dar frutos, sino del amor con que los das. Cuando se pierde ese ardor y entusiasmo se pierde la fe, porque es precisamente la fe la que alimenta y entusiasma al ardor de vivir y actuar. Así, sin horizontes claros y objetivos concretos, la fe se debilita y se pierde y el sentido de las cosas se distorsiona, y lo que era casa de oración se vuelve ahora casa de mercaderes y cambistas.

Aquello que está destinado a dar frutos, si no los da, se seca y pierde su misión, su objetivo y su sentido. De la misma manera, si tu fe no te da preocupación por crecer en santidad y avivar el esfuerzo de imitar al Jesús, tu manantial de agua viva puede secarse y ocurrirte lo de la higuera. Uno sabe cuando tiene que esperar, porque al final los frutos los recoge el Viñador, pero siempre que el los obreros hayan hecho lo que está en su mano.

Necesitamos alimentar nuestra fe, y la alimentamos en la medida que intimamos con el Señor. ¿Y cómo intimamos? Pues con la oración, la frecuencia de la escucha de la Palabra, la Eucaristía y la Penitencia. Los equivalentes al agua, al estiércol, abono y buena tierra que necesita la higuera para, estando bien cultivada, dar frutos. Quizás lo que necesitemos es que nuestros pasos dejen la huella del amor por donde pasamos, y eso, como la semilla que cae en tierra buena, dará frutos a su debido tiempo.

La lección que hoy podemos sacar de esta Palabra, al menos, la que podemos vislumbrar en este momento que la leemos y reflexionamos, es la necesidad de abrirnos y de pedir fe. Fe para sostenernos en la oración y en el esfuerzo de dar frutos. Frutos que serán por Obra y Gracia del Espíritu Santo, quien transformará nuestros torpes pasos y trabajos en verdaderos actos de amor que, tarde o temprano, darán sus frutos. Porque los buenos frutos nacerán del buen árbol que se riegue con amor.

jueves, 26 de mayo de 2016

CONFESAMOS NUESTRA CEGUERA

(Mc 10,46-52)

Si, Señor, ¿qué sacamos con negar nuestra ceguera?, nada de nada. Sólo lograremos engañarnos y seguir ciegos. No vemos tu presencian entre nosotros, pues nuestra ceguera no nos permite verte. Pero sabemos que andas en cada uno de aquellos que sufren, que son injustamente tratados, que son explotados, excluidos y necesitados. Sin embargo, permanecemos ciegos ante esa realidad.

Somos muchos los Bartimeos de este mundo que no vemos ni tampoco gritamos llamándote. Posiblemente veamos lo que no interesa ver. Tenemos ojos para las cosas que nos estropean la vista y terminarán por dejarnos ciegos para siempre. Buscamos soluciones ópticas para ver mejor, pero esa no es la verdadera luz que necesitamos para alumbrar nuestro camino. Eres Tú, Señor, la Luz que debemos buscar y para ello necesitamos, como Bartimeo, esperar, ser paciente y gritar cuanto Tú pases por mi camino.

Se me nublan las ideas, y hasta la lengua se me paraliza. Estoy, no sólo ciego, Señor, sino también paralítico y, a pesar de tu presencia en los desvalidos y pobres, mi corazón permanece pasivo, quieto, adormecido y sin saber qué hacer. Quiero ver como Bartimeo para saltar repentinamente y presto a tu llamada, y con tu Gracia y tu Fortaleza llenar mi corazón de alabanzas y agradecimiento a tu Persona en el servicio a los demás.

Pero, ¿cómo hacerlo? Quizás necesito dar algún paso que me comprometa y me empuje a estar más cerca de la realidad humana, del sufrimiento de muchos que no tienen donde descansar ni donde apoyarse y sentir la estima y el aprecio de experimentarse como persona. Por eso, Señor, sigo gritando cada día para que despierte en mí esa hambre de servir y de darme a aquellos que lo necesitan.

Abre mis ojos, Señor, y dame la fortaleza de dedicar parte de mi vida a servirte en aquellos en los que Tú estás esperándome.

miércoles, 25 de mayo de 2016

EL CAMINO ESTA TRAZADO

(Mc 10,32-45)

Jesús sabe lo que va a ocurrir. Va camino de Jerusalén, y en Jerusalén le esperan para condenarlo a muerte, y a una muerte de cruz. Cruz que tras la muerte de Jesús se transformará en el símbolo de nuestra salvación y en la cruz de nuestra caminar de cada día. 

Sin embargo, parece que los apóstoles no estén pensando en eso. Santiago y Juan, los de Zebedeos, se preocupan por alcanzar el mejor puesto en la Gloria del Señor, a la derecha e izquierda junto a Él. Su preocupación se queda en ellos, no sale de su corazón, está encerrada en ellos mismos egoístamente. De momento, no se han enterado de nada.

Puede ocurrirnos a nosotros igual. De momento no nos estamos enterando de nada. Estamos instalados en nuestras ideas, nuestra manera de entender y vivir y atrapados por nuestra humanidad pecadora, manchados por el pecado y esclavizado en él. Interpretamos la Palabra de Jesús con una mirada egoísta, cómoda y buscando, si no estar a la derecha o izquierda como Santiago y Juan, si tener un puesto cómodo, no muy comprometido ni de muchas exigencias. Nos gusta que se nos reconozca, que se nos valore, pero nos cuesta servir y ser el último.

Jesús, reuniéndolos a todos, también a nosotros, nos dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Ese es el Camino, no hay otro. Se trata de estar preocupados, preocupados en ser como Xto. Jesús. Es decir, servidor, porque Él también ha venido a servir, no a ser servido, y a dar su Vida para salvarnos a nosotros. A todos aquellos que creemos en Él. Y nuestra preocupación si no prospera y crece será mala señal, por muchas prácticas que hagas y signos visibles.

Y, claro, que le necesitamos. No precisamente para pedirle que nos coloque a su derecha e izquierda, sino para que recibamos la Gracia de parecernos a Él cada día más en la actitud de servir, en una relación de amor, que nos haga experimentarnos preocupados por el bien del uno por el otro. Porque esa es la Voluntad del Padre y porque para eso ha venido Jesús a estar un tiempo con nosotros en este mundo, para revelarnos el amor del Padre. Pidamos esa Gracia.

martes, 24 de mayo de 2016

NUESTRA RECOMPENSA ES INMEDIATA, EL CIENTO POR UNO

(Mc 10,28-31)

Posiblemente lo hayas experimentado, porque la alegría y el gozo que experimentas, valga la redundancia, de dar son el equivalente a todo lo que tú hayas dejado y entregado. Y es necesario que eso, al optar por dejarlo y entregarlo, te produzca dolor o sacrificio, o persecución, porque en ese sufrimiento donde maduras y entiendes el amor de Dios.

Sin dolor es imposible crecer. Si reflexionas un poco y miras a tu alrededor, observas que todo en la vida gira en torno al dolor: Naces con dolor; creces con dolor, enfermedad, frustraciones, desilusiones, engaños, injusticias...etc; son esos obstáculos y dificultades las que te hacen pensar, reflexionar y madurar. Llamadas persecuciones son todas esas barreras que tienes que superar y que te hacen persona, te ayudan a crecer.

Esa es la realidad de la vida, ¿Para qué engañarte? Eso, seguro, nunca lo hará Jesús, por eso añade: "Con persecuciones". La vida es una persecución por la Verdad, por tomar y cargar tu cruz, y eso te ocasionará persecuciones. Persecuciones en clave de sufrimientos, de incomprensiones, de dolor, de dificultades, de negación y de persecución también. Mira la Vida de Jesús y lo verás claramente. No hizo sino el bien, pero, ¿cómo fue tratado? ¿Acaso lo proclamaron Rey? ¿Fue aclamado y alabado?

El ciento por uno se esconde en esas persecuciones y sufrimientos. Contempla la vida de los que lo han seguido y descubre sus alegrías, sus perseverancias, sus gozos y luchas ante las dificultades y sufrimientos. ¿No es eso el ciento por uno? Esa fuerza que han recibido para superar los obstáculos y vencerlos, ¿no es el ciento por uno? ¿No experimentamos cuando sufrimos, como lo hicieron los apóstoles, un gozo y alegría que no se encuentra con y en las cosas de este mundo? Una alegría que no se acaba, que se mantiene viva como la zarza ardiendo que contempló Moisés.

Y luego, ya lo dice el Señor claro: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».

La cuestión ahora es saber que tienes que dejar. Porque no se trata de que hagas lo mismo que los apóstoles, pues el Señor no nos exigirá a todos por igual. Cada cual tiene sus talentos y sus dones, y eso es lo que el Señor te pide que pongas al servicio de los demás. 

Quizás no sea tu casa, tu familia, tus hermanos, tu madre...etc., lo que tienes que dejar, pero lo que sí tienes que poner es a Dios en el primer lugar de tu vida, y quitar todo aquello que te lo impida y sea obstáculo para ello, incluyendo si hay algo de todo lo dicho anteriormente.

lunes, 23 de mayo de 2016

LA DICHA DE SER INVITADO POR JESÚS A IR CON ÉL

(Mc 10,17-27)

Ser invitado por Jesús a seguirle tan directamente y en su presencia es una dicha que no todos pueden decir eso: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Algunos han querido y no se les ha invitado a seguirle tan de cerca. Ese uno, que se negó a ir con Él, apegado a sus riquezas ha escondido hasta su nombre. No se sabe ni quien era, sólo ese uno.

Muchos pensamos que podía ser un joven rico, otros un hombre bien situado y el resto, uno. Uno de tantos que quieren vivir los mandamientos, que Jesús nos ha dejado, porque entienden que es lo que arreglaría la convivencia entre los hombres y los problemas del mundo, y nos daría lo que buscamos, la Vida Eterna, pero que prefieren hacerlo como ellos lo piensan o lo ven, y no como Jesús los propone. De alguna manera quieren comerse la manzana, pero no como Dios, el Padre manda, sino como ellos prefieren y quieren.

Esa fue la respuesta de aquel hombre, de que no se conoce ni su nombre, y que, apegados a sus riquezas y preferencias mundanas, no ha dejado huella en la historia, sino la de uno que se acercó a Jesús a preguntarle por la herencia de la Vida Eterna. Porque sus riquezas han pasado y de nada le han servido. Con ellas no ha ganado lo que deseaba, la Vida Eterna.

Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios».

Estoy pensando que, ahora mismo, Jesús sigue mirando a su alrededor y no está diciendo lo mismo. Porque mientras para cada uno de nosotros, nuestras riquezas sean lo importante, estaremos negando la invitación del Señor. Las riquezas, el poder, la suficiencia, la comodidad, el descompromiso y todo lo que nos instale en la despreocupación por mejorar y contribuir al bien de los demás, es una respuesta negativa a la invitación que Jesús no hace.

No perdamos esta oportunidad de alcanzar la verdadera riqueza, que es la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad en la Casa del Padre. No perdamos esta invitación que Jesús, de parte del Padre, y con la participación del Espíritu Santo, enviado para señalarnos e instruirnos el Camino, nos hace y nos brinda. Confiemos en su Palabra y abramos nuestro corazón a su propuesta.

domingo, 22 de mayo de 2016

SANTÍSIMA TRINIDAD: CADA COSA A SU TIEMPO

(Jn 16,12-15)


Todo momento tiene su hora y su instante adecuado para fecundar la Palabra, ser recibida, entendida  y dar fruto. Jesús nos lo dice hoy claramente: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa».

No es el momento ahora, porque no podríamos entenderlo. Es el Espíritu Santo el encargado de irnos dando y revelando, en su momento oportuno, todo aquello que necesitamos, que nos conducirá a la Verdad, la Verdad completa. Es una maravilla y esperanza leer estas Palabras escritas por aquellos que las oyeron directamente de Jesús. Porque, por obra y la acción del Espíritu Santo, es como si las estuviésemos oyendo directamente ahora mismo nosotros. Es Palabra de Dios.

¿Y no experimentamos esa Palabra revelada por el Espíritu en nuestras vidas? ¿Cuántas veces hemos sentido el ánimo, la alegría, la lucidez y muchas sensaciones más que nos impulsan y fortalecen invitándonos a seguir felices el camino hacia la Casa del Padre? ¿Cuántas experiencias de la presencia del Señor en nuestras vidas, que el Espíritu nos regala y nos presenta?

No habla el Espíritu Santo por su cuenta, como si por Él mismo actuara, sino que nos dirá y revelará todo lo que oiga y reciba del Padre y del Hijo. Porque: hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’.

¡Dios mío!, no se puede hablar más claro y conciso. Con pocas palabras el Señor nos descubre la Trinidad, la comunión plena del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y nos revela la presencia del Espíritu, el Defensor, que nos auxilia cada instante de nuestra vida a todos aquellos que creen en Él y le abren su corazón. Pidamos esa acción del Espíritu Santo, que se nos brinda ofrecida por la promesa del Hijo y que camina con nosotros para, en cada momento, cuando es oportuno y conveniente, irnos descubriendo y señalando el Camino.

sábado, 21 de mayo de 2016

BUENAS INTENCIONES

(Mc 10,13-16)

La pureza está muy relacionada con la infancia. Los niños son puros y bien intencionados. Sus ruindades y pillerías están cargadas de inocencias y se corresponden  con una etapa concreta de la vida en el periodo infantil más que la propia malicia del hecho intencionado.

Los niños son obedientes, dóciles en cumplir lo que se les dice y maleables a ser formados. Claro, que de no encauzarlos pueden desbocarse como estampida de caballos, pero con buenos pastores, que continúen la labor de los padres en la familia, se pueden encaminar y orientar a entrar por la puerta estrecha, La puerta que conduce a la salvación.

Hoy Jesús nos dice: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él».

Y es que los niños están dispuestos siempre a cambiar, a dejarse invitar y aceptar el entrar en el Reino de Dios. Es la infancia una etapa de bendición, donde el corazón infantil está fresco, tierno y abierto a la pureza, a la bondad, a la ternura y al perdón. Un corazón disponible a la verdad y al amor. Y esas características generales del corazón joven son las que tenemos, los que ya hemos pasado por ahí, que mantener y sostener de forma perseverante los adultos. 

Porque nuestro corazón ha sido niño y, pasando por la juventud, se ha hecho adulto. Y en ese tiempo se ha endurecido y se ha llenado de pecados y malas intenciones. Y contamina todo lo que toca. Por eso debemos regresar al primer amor de niño, y perseverar en mantenernos frescos, tiernos y abiertos a la Gracia, para, no sólo vivirla, sino también transmitirla a los que ahora, siendo niños, crezcan y perseveren en la Gloria de Dios.

Pidamos ese don, para que nuestras vidas sean ejemplos para los niños y, como niños, estemos preparados en el momento de nuestra hora.

viernes, 20 de mayo de 2016

EL AMOR ES ETERNO

(Mc 10,1-12)


Si Dios es eterno, el Amor también lo será, porque si Dios es Amor y Eterno, el Amor, por deducción, también será Eterno. Puro silogismo. De modo que el amor entre un hombre y una mujer, creados semejantes a Dios, también, por deducción, será eterno. Es decir, no se puede romper como nos dice Jesús en el Evangelio de hoy: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Se puede argumentar lo que se quiera y hacer demagogia. Hay para todos los gustos y salidas por la tangente de muchas formas, pero la Palabra del Señor queda clara. Y esa Palabra la Iglesia no puede cambiarla por mucho que quieran o insistan los hombres y mujeres. Que cada cual cargue con su cruz.

Sucede que, tanto el hombre como la mujer confunden el verdadero amor, semejante al de Dios, con su propia pasión, con sus propios sentimientos, con sus intereses y egoísmos, y esos sí son limitados, caducos y terminan, pero el compromiso de amor persistirá siempre, como persiste eternamente el compromiso, sin condiciones, del Amor de Dios.

Porque la esencia del Amor de Dios es contraria a los criterios del amor que propone el mundo. Mientras el mundo mide el amor con una medida de valor apoyada en el interés económico, placentero y egoísta, el amor que Jesús propone es un amor desinteresado, entregado, gratuito, incondicional y comprometido por Amor. Y un Amor así es eterno.

Por eso, los creyentes en Jesús se casan en su presencia, es decir, sacramentalmente. Y no hay ningún miedo a las tempestades y terremotos que puedan venir, que sabemos que vendrán, porque el compromiso está sostenido por Jesús y bendecido por el Padre. Amarnos como nos ama Dios es la aventura más hermosa y dichosa a la que el hombre y la mujer aspiran. Por eso y para eso ha venido Jesús, para, en el Espíritu, acompañarnos en ese compromiso de amor que dura para siempre.

jueves, 19 de mayo de 2016

JESÚS NOS PREPARA PARA VIVIR EN ÉL, ALIMENTADOS DE SU ESPÍRITU BAJO LAS ESPECIES DE PAN Y VINO

(Lc 22, 14-20)

No se trata de ningún invento, ni de imaginación o suposiciones humanas. Son las Palabras del propio Jesús las que nos descubren su permanencia entre nosotros bajo las especies de pan y vino: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo, después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza, sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros.

Y la Iglesia, fiel a su Palabra continúa sin interrupción desde su comienzo este memorial que constituye el centro de nuestra fe, porque, en la Sagrada Hostia está presente Jesús Sacramentado, bajo las especies de pan y vino. Y recibiéndola, los fieles nos alimentamos de su mismo Espíritu, para fortalecidos en Él encontrar la fortaleza y el camino de ir hacia Él.

La Eucaristía nos convoca a reunirnos en torno a la mesa del banquete Pascual. Es nuestra esperanza viva porque en ella está Presente y Vivo el mismo Jesús espiritualmente bajo las especies de pan y vino. Y eso significa que Jesús Vive y ha Resucitado.

Jesús sigue pastoreándonos como sumo Sacerdote y en Él, también los sacerdotes, que como seguidores de los apóstoles y enviados también por el Espíritu Santo,  junto a los seglares y fieles, forman la Iglesia que sigue los pasos del Señor, con Pedro, hoy Francisco, a la cabeza e injertados en el Espíritu Santo.

Te pedimos, Señor, que nos des la Gracia de no desfallecer y de, perseverando unidos, sepamos sostenernos en tu presencia hasta que sea establecido tu Reino. Reino que esperamos confiados en tu Palabra.

miércoles, 18 de mayo de 2016

TODO LO REALIZADO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR ES BUENO

(Mc 9,38-40)


No puede ser de otra manera, porque la esencia del Señor es la Bondad y el Amor. Y nada que se haga invocando su nombre puede ser malo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».

A veces cometemos el error de ver a los que no van con nosotros como los malos de la película, o lo de los equivocados porque están en otros grupos. Sin darnos cuenta pensamos que somos los mejores y los que realmente vamos con el Señor. Y cometemos el error de invitar a los demás, aun sabiendo que militan en otro grupo o se esfuerzan en vivir la fe, a nuestro grupo. Porque, nos parece, que nuestro grupo es el que vale y el bueno.

Y hablo desde mi propia experiencia, porque, quizás llevado por mi celo apostólico, he invitado y hasta saciado de invitaciones y razones a otros, que ya viven su fe, para que vivan y conozcan lo de mi grupo. Y no digo que eso esté mal, sino que, quizás, le abrumamos y le molestamos con tanto machaqueo y presión. Afortunadamente, la experiencia es un grado, hoy experimento que no soy yo sino la Gracia de Dios la que convierte y que quienes viven la cercanía de Dios hay que dejarles que sean ellos mismos, en el Espíritu Santo, quienes elijan las circunstancias, el cómo y lugar donde quieren vivir con y en el Señor.

Vivamos en la paz y el sosiego de trabajar juntos y de abrirnos a la Gracia que el Espíritu Santo derrama, no sólo en nosotros, sino también en los demás que se abren a su Gracia. Pues, como dice Jesús "el que no está contra nosotros, está por nosotros".

Y eso es lo verdaderamente importante. No nos ofusquemos en hacer todos lo mismo, ni tampoco hablar de lo mismo o de la misma forma. Cada cual lo hará según lo mueva el Espíritu Santo. Lo único importante es que hables de una forma o manera, lo que digas sea que Jesús, el Hijo de Dios, es Dios y Hombre Verdadero.

martes, 17 de mayo de 2016

POSIBLEMENTE MIRAMOS MÁS HACIA OTRAS COSAS QUE A LO QUE NOS DICE EL SEÑOR

(Mc 9,30-37)

No se puede explicar de otra manera la distracción que prestamos a las cosas del Espíritu Santo. Ni nos damos cuenta de lo poco que le antendemos y escuchamos. Las cosas del mundo nos atrae más por nuestra condición humana:  los viajes, el ocio, la diversión, los apetitos, el confort, el deporte, la playa, el juego...etc. Y también nuestra propia gloria, prestigio y poder.

En eso andaban distraído los apóstoles mientras Jesús les explicaba que le iba a suceder: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 

Estaban más preocupados por sus cosas. ¿Y no nos ocurre a nosotros igual? Vamos a misa; escuchamos la Palabra de Dios y la leemos tratando de reflexionarla, pero, en realidad, ¿ocupa esa Palabra el centro de nuestra vida? Difícilmente y consciente de mi debilidades tengo que confesar avergonzado que quizás sea así. Las cosas del mundo tienen su peso. Y eso me descubre esclavo y encadenado a mi humanidad pecadora.

Mientras, Jesús nos llama y habla cada día en el Espíritu Santo, y nosotros seguimos obsesionados por las cosas del mundo, que nos preocupan incluso más que nuestra propia salvación. Eso de la muerte y Resurrección de Jesús parece algo lejano y fuera de nuestro alcance. Ni se nos ocurre reflexionar sobre ello, y menos preguntarle a Jesús para que nos lo explique.

Nos cuesta mucho salir de nuestra propia contemplación y olvidarnos de nosotros mismos, porque ese el primer paso para darte en amor a los demás. Y Jesús nos echa un capote aclarándonoslo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».

Como puedes apreciar, ¡¡clarito!! No sobra nada y nada exige esfuerzo para entenderlo. Se trata de amar, y amar es eso, servir y ser el último en ser servido, porque mientras te entregas a los demás. Luego, a ti te atenderá y servirá el Señor, nuestro Padre Dios que está en el Cielo y nos ama con locura.

A los señores gobernantes, a los señores dirigentes del mundo y de las naciones:  "No se afanen en buscar, y menos idear, métodos, estrategias, políticas y proyectos para arreglar los problemas del mundo. Se trata simplemente de amar. Sigan los consejos de Jesús y el mundo quedará sin problemas.

lunes, 16 de mayo de 2016

NECESITAMOS ORAR

(Mc 9,14-29)


La fe no es tener poder para hace prodigios y cosas sobrenaturales. La fe no es algo que se puede adquirir y poseer. La fe es un don de Dios que lo recibes en la medida que, unido a Él, vives injertado en su Corazón y dócil a la acción del Espíritu Santo. Y Él, el Espíritu sopla donde y como quiere.

No, simplemente por la fe, se te permite hacer prodigios y milagros. Sólo, por y en la oración, el poder del Señor hace, según su Voluntad, lo que conviene y es necesario. Y eso sólo lo puede Él. Nosotros, en su Nombre, pedimos para que, por su Gracia, nuestras necesidades y problemas tengan una feliz solución, pero sólo Él sabe realmente qué necesitamos y qué nos conviene. Por eso todo está en sus Manos.

Nuestra confianza y nuestro permanecer escondido, por y con Cristo Jesús, en Dios, activa el impulso del Espíritu Santo que hace presente su acción y su poder. Y en esta relación, íntima y plena de oración, nace y se desarrolla en constante aumento nuestra fe. Sólo en, con y por el Señor, en íntima relación con su Palabra y su Vida, nuestra fe aumenta y se hace plena hasta constatarse y verificarse en la acción del Espíritu Santo.

Y es, entonces, cuando esta fe generada en la confianza íntima con el Señor mueve montañas y expulsa espíritus malignos. La fe es un don de Dios que nace en la oración de súplica, que la pide y que se abre a su Palabra, porque cree que el Señor le puede salvar. No sólo de una muerta física y ahora, sino la salvación verdadera y eterna que deseamos.

¡Oh, Señor, te pedimos para que nuestra fe no se quede sólo en nuestras palabras, sino que, por tu Gracia, te suplicamos, para que se haga vida en nosotros y crezca hasta el punto de que, por tu Poder, podamos  vencer al poder del Maligno!

domingo, 15 de mayo de 2016

EL ORIGEN DE LA IGLESIA


(Jn 20,19-23)

No tenían nada, sino miedo e indecisiones y temor. ¿Qué se puede esperar de una gente así? ¿Y a dónde pueden llegar con ese pánico y desconocimiento de todo? Tendría que se como pronosticó Gamaliel  (Hech 5, 38-39.) cuando dijo: Por tanto, en este caso os digo: no tengáis nada que ver con estos hombres y dejadlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlos; no sea que os halléis luchando contra Dios. 

Y el tiempo lo ha dejado bien claro. Esto es cosa del Espíritu Santo, prometido por Jesús, el Hijo de Dios, según promesa de su Padre. Y nadie, ni los poderes del infierno prevalecerán contra ella, la Iglesia. Porque a la Iglesia la auxilia, la dirige y la asiste la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

Lo mismo experimentamos nosotros cuando nos sobrepone el miedo, las dudas, las indecisiones y el temor. Lo mismo sucede en la Iglesia cuando las tempestades y las tentaciones nos atacan e invaden y parece que la Nave se hunde. Pero, no pasa nada, porque el Espíritu de Dios está con nosotros. Y así, la Iglesia, nuestra Madre la Iglesia, dirigida por Pedro, hoy su sucesor el Papa Francisco, continúa el rumbo que el Espíritu Santo le marca, unidos en la misma Fe y en un mismo Señor, nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo.

Hoy, en el Espíritu Santo nos experimentamos lleno de todo para darlo a todos. Cada cual tiene sus carismas, sus talentos, y así funciona la Iglesia y todos los grupos dentro de la Iglesia. Derramando cada uno los talentos recibidos gratuitamente y generosamente. Y cuando nos sentimos invadidos por el Espíritu no nos podemos callar. Se nota y se proclama con entusiasmo y alegría al mundo entero unidos como una sola voz al Papa que nos preside.

Y cuando es el Espíritu quien nos une y nos dirige, todas las lenguas se entienden y se complementan. Cuando es el Espíritu de Dios quien toma las riendas del Barco de nuestro corazón, desaparecen las disputas, los protagonismos, las rivalidades, los liderazgo, el odio, la competitividad, y nace el servicio, la generosidad, la disponibilidad y el amor.

Pidamos, pues, la Gracia al Espíritu Santo de, invadidos por Él. dejarnos guiar dócilmente por su Amor.

sábado, 14 de mayo de 2016

EL ESPÍRITU SANTO PREPARA LA IGLESIA

(Jn 15,9-17)

«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, que hizo de guía a los que arrestaron a Jesús. Era uno de nuestro grupo y compartía el mismo ministerio. En el libro de los Salmos está escrito: "Que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella", y también: "Que su cargo lo ocupe otro. " Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión» (Hech. 1, 15-17. 20-26).

 Y la Iglesia empezó su andadura hasta nuestros días, siempre fieles a la promesa del Señor: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor (Jn 15, 9-17). 

Hay un signo de identidad muy claro, y quien no se identifique con ese signo va por camino erróneo y de forma muy clara se descarta de seguir a Jesús. Ya puede hacer grandes sacrificios; ya puede tener grandes espacios de oración; ya puede ser muy piadoso y elocuente en sus palabras y, ya puede conocer de arriba a abajo la vida del Señor que, si no es capaz de amar como Jesús de nada le vale todo lo demás. Lo que si parece ilógico que, quien haga todo eso, no se llene de la Gracia del Espíritu Santo y derrame amor.

Porque el amor es el distintivo del creyente y seguidor de Jesús. Hoy, su Palabra, lo deja más que claro: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (Jn 15, 9-17)

Somos amigos de Jesús si realmente hacemos y vivimos lo que el nos manda. Y eso no consiste en estar simplemente a su lado, sino en penetrar y morar en su Corazón. Es decir, sentir, vibrar y, conociéndole, vivir en su Palabra experimentándola y cumpliéndola. Eso fue lo que ocurrió con el hermano mayor del pródigo (Lc 15, 11-32). Estaba en la Casa del Padre, pero no sintonizaba con el Corazón del Padre.

No sólo están lejos del Padre aquellos que, en pecado, viven sin arrepentimiento alejados del Padre, sino también los que juntos al Padre, y con muchos golpes de pecho, no entran en su Corazón.. El Evangelio de hoy habla muy claro y nos interpela a todos, empezando por este que escribe. Nuestra oración de hoy estará cargada de esa petición y ruego. De confesarnos humildes pecadores y amigos de Jesús, conocedores de su Palabra, porque nos la ha dado a conocer, y porque nos ha elegido. Pero no para cruzarnos de brazo, sino para dar frutos: Frutos que duren.

Danos, Padre, la confianza para que nuestras peticiones, pedidas en el Nombre de Jesús, tu Hijo, sean atendidas y, por tu Gracia, vivamos como tu Hijo, nuestro Señor Jesús, nos ha enseñado y testimoniado.

viernes, 13 de mayo de 2016

EL PRIMADO DE PEDRO

(Jn 21,15-19)


Esa insistencia y exigiéndole más amor que los demás debe suponer una elección de jerarquía y de primado. Pedro fue el elegido para timonear la Barca de la Iglesia que Jesús iba a fundar. Esa triple confesión, extrapolándola a su triple negación, parece una oportunidad para afirmarse en su arrepentimiento y seguimiento al Señor.

Pedro, y hoy su directo sucesor el Papa Francisco, es el encargado de abrir rutas de navegación de la Iglesia instituida por nuestro Señor Jesucristo. Seguir a Jesús, esa última exigencia del Evangelio de hoy, implica asumir y vivir el estilo de vida del Maestro, nuestro Señor. Y Pedro, ahora en el Papa Francisco, es el elegido para señalarnos ese camino que nos ayude a vivir el estilo de vida de Jesús.

Pedro, y ahora el Papa Francisco, es la cabeza de la Iglesia jerárquica, cuerpo que sigue los pasos de la Cabeza principal, nuestro Señor Jesús, que nos guía y salva. Y que en el Pedro nos arropamos y unimos para caminar como uno sólo, igual que el Padre y el Hijo son uno.

Esa triple confesión de Pedro nos recuerda nuestra triple confesión en la iniciación cristiana: el Bautismo, la confirmación y la Eucaristía. A lo largo de nuestra vida, primero por el poder de nuestros padres, nos sometemos y afirmamos en la Iglesia abriéndonos al Espíritu Santo y recibiendo el sacramento del Bautismo; luego, más tarde, nos preparamos para recibirle en Cuerpo y Alma, bajo las especies de pan y vino. Alimento espiritual que nos conforta y no alimenta, Primera Comunidón, y, finalmente, Confirmación, nos afirmamos en nuestra fe confesando nuestro decidido propósito de seguirle en el Espíritu Santo.

Son tres respuestas y confesiones de amor a las llamadas del Señor a pertenecer a su Iglesia; a alimentarnos de su Cuerpo y su Sangre, y a confesarnos sus seguidores en la Palabra y en la Vida. Pidamos al Señor que esa triple confesión de Pedro, y unidos a nuestro Papa Francisco, nos sirvan para también nosotros, a pesar de nuestras negaciones y pecados, sigamos también sus pasos.

jueves, 12 de mayo de 2016

LA ESPERANZA Y CONFIANZA DE QUE JESÚS REZA AL PADRE POR MÍ

(Jn 17,20-26)

No hay mayor esperanza y tesoro que el saber que Jesús, nuestro Señor, reza al Padre por todos nosotros y por aquellos que, por nuestras humildes y sencillas palabras impulsadas y dirigidas por el Espíritu Santo, creen también en Él. Y no son conjeturas ni deducciones o supocisiones mías sino que es Palabra de Dios: En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 

Y eso supone que todos, si queremos seguirle, tendremos que unirnos y amarnos para intentar latir y sentir al unísono su mismo Espíritu. Todo encaja con el mandato del mandamiento nuevo: Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos  a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros (Jn 13,34).

Pero ese seguimiento es asumido y querido desde la libertad que el Padre nos ha dado. Un seguimiento desde el convencimiento que es lo mejor, lo que buscamos y deseamos. Porque nada supone mayor tesoro que el vivir en plenitud de gozo eternamente. 

Y eso significa vivir junto al Padre y su Hijo, Jesús. Por eso, desde ahí, saber que el Hijo, nuestro Señor, reza al Padre para que nos mantengamos unidos, es el mayor testimonio de amor y de esperanza que nos da fuerza y la misma gloria reciba por Él: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Y esa es nuestra meta y nuestro objetivo, el amarnos hasta esta unidos como el Padre y el Hijo lo están. Y para eso tenemos y contamos con la acción del Espíritu Santo.

Gracias, Señor, porque estás en nosotros y continuas dándonos a conocer el Nombre del Padre, para que el amor con que el Padre te ha amado esté en nosotros.

miércoles, 11 de mayo de 2016

EL NUDO DE LA VIDA

(Jn 17,11b-19)


Toda vida tiene un inicio, quizás feliz, pero siempre termina en un nudo con un desenlace imprevisto. Si nos fijamos en las películas y telenovelas, todas presentan la historia de un problema. Y dan la sensación que sin problemas no se puede hacer películas. Y es que la historia de las películas, sean verdad o no, están sacadas de la vida misma.

La vida, que comienza con alegría y felicidad, se enreda en su desarrollo y se llena de problemas, luchas y miserias que acaban por destruir la alegría y avivar la tristeza e infelicidad. Y es que la vida no se puede construir sin Jesús. Ese es el problema de muchos que quieren vivir su vida independientemente de Jesús, o de acomodarlo a sus intereses, caprichos y comodidades.

Muchos, quieren y exigen que Jesús les solucione sus problemas, o los problemas que causan otros. Quieren y entienden que Jesús tiene que proveerles de todo lo que carecen y necesitan. Y si eso no es así, le niegan su fe hasta rechazarle y enfadarse. Obvian sus responsabilidades, sus deberes y todo lo que han recibido para el camino de sus vidas. 

Es el mundo quien ocasiona los problemas, porque odian la Palabra de Jesús y le rechazan. Y también lo harán con los seguidores de Jesús. El mismo Jesús nos lo dice hoy: Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.  

Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. 

Nos espera un camino como el de Jesús. El mundo nos odia porque la Verdad de Jesús, la que también nosotros intentamos proclamar, le molesta. Y trataran de llenarnos el camino de cruces. Por eso hay odio, venganzas, explotaciones, egoísmos que someten y esclavizan a los demás, luchas, guerras y muertes.

Sin embargo, nos llena de esperanza que Jesús no nos deja y pide al Padre por nosotros: Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

Confiados en esa Palabra que Jesús eleva al Padre, y seguros de que en Él estaremos seguros y venceremos, aceptamos nuestra cruz y cargamos con ella. No por resignación, sino por amor. Porque Jesús también lo hizo y ruega por nosotros y también por aquellos que se entregan al mundo rechazándole.

martes, 10 de mayo de 2016

LA VIDA ETERNA ES ESTAR EN LA PRESENCIA DE DIOS

(Jn 17,1-11a)

No se puede entender Vida Eterna sin la presencia de Dios, porque la Eternidad pertenece a Dios y a los que Dios se la quiere dar. Porque condición para alcanzarla es creer en el Hijo, enviado por el Padre. Así, Jesús, el Hijo de Dios, nos dice: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. 

Jesús pide al Padre ahora, ya cumplida su misión, la Gloria que siempre ha tenido, antes que existiese el mundo, porque todo lo que le ha sido dado por el Padre, Él lo ha dado a los hombres que le han sido dados. Y son los hombres que escuchan su Palabra y se esfuerzan en llevarla a la vida. Porque, si a todos es explicada la Palabra de Dios, todos son elegidos. Ahora, depende de la elección y el camino que cada uno elija para que se encuentre entre los que Dios aparte.

Y por falta de su amor no será, ni tampoco por el deseo de buscarte y arriesgar su Vida por sacarte del peligro, como nos dice en la parábola de la oveja perdida (Mt 18, 10-14). Resulta que sólo los que escuchen y acepten la Palabra estarán entre los elegidos. Porque muchos de nosotros rechazamos esa Palabra, caso de Judas, y nos alejamos del Señor.

Quizás en este momento a ti te pueda estar sucediendo algo de eso. Por eso, en esta Escuela de Blogueros con el Papa, meditamos y reflexionamos sobre la Palabra de Dios, y tratamos, ayudados por la Iglesia y el Papa a la cabeza, encontrar caminos de esperanza y de salvación. Para eso, nos dejamos, abriendo nuestro corazón, elegir por el Espíritu de Dios, para que, en Jesús, seamos enseñados e instruidos en tu Palabra y darte glorias y alabanzas.

lunes, 9 de mayo de 2016

EL MUNDO NO TIENE FUTURO

Jn 16, 29-33


Se habla mucho de futuro y de esperanza, pero todo lo que puede ofrecer este mundo está a la vista. En el mejor de los casos todo termina en unos pocos años y nunca en plenitud de gozo, porque son más las horas que pasas preocupados y temeroso de que te hagan daño que las de plenitud de paz y felicidad.

Quieras o no aceptarlo y entenderlo, el mundo, tanto éste como el que nos espera, es de Dios. Y sin Dios todo se vuelve vacío, hueco y sin futuro. Ocurre que, quizás, llevados por lo inmediato y por nuestras propias pasiones y apetencias, este mundo nos seduzca más que el otro, que no vemos ni experimentamos. Es posible que las dificultades para soportar y vencer todo lo que nos gusta y nos tienta, y que pensamos que no debemos hacer, se nos hace difícil y casi imposible de superar. Nuestro egoísmo nos tira mucho, pero, nunca debemos olvidar ni perder de vista que no estamos solos. Jesús, en su Ascención, nos promete la presencia y compañía del Paráclito, para que nos asista y auxilie. Y nos dice estas Palabras:

Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».

Él ha vencido al mundo y en Él está el Espíritu Santo. Y nosotros también venceremos si estamos en Él y asistidos por el Espíritu que viene en nuestra ayuda. ¿Y cómo lo ha vencido? Vemos como ha sido la Vida de Jesús, y cómo con su Pasión, Muerte y Resurrección ha ganado para nosotros el premio de la salvación y ha regresado, Glorificado, a la derecha del Padre.

Y nosotros también, en el Espíritu Santo, podemos superar todas nuestras dificultades y obstáculos. Porque Jesús no ha venido para mimarnos y evitarnos todos los contra tiempos que la vida y el camino nos presente, sino para ayudarnos a superarlos con responsabilidad, voluntad y, sobre todo, amor. Y, para eso, Jesús está entre nosotros, ha Resucitado, para que veamos que Él ha vencido todas las dificultades y peligros y ha superado la Muerte.