(Mc 10,28-31) |
Posiblemente lo hayas experimentado, porque la alegría y el gozo que experimentas, valga la redundancia, de dar son el equivalente a todo lo que tú hayas dejado y entregado. Y es necesario que eso, al optar por dejarlo y entregarlo, te produzca dolor o sacrificio, o persecución, porque en ese sufrimiento donde maduras y entiendes el amor de Dios.
Sin dolor es imposible crecer. Si reflexionas un poco y miras a tu alrededor, observas que todo en la vida gira en torno al dolor: Naces con dolor; creces con dolor, enfermedad, frustraciones, desilusiones, engaños, injusticias...etc; son esos obstáculos y dificultades las que te hacen pensar, reflexionar y madurar. Llamadas persecuciones son todas esas barreras que tienes que superar y que te hacen persona, te ayudan a crecer.
Esa es la realidad de la vida, ¿Para qué engañarte? Eso, seguro, nunca lo hará Jesús, por eso añade: "Con persecuciones". La vida es una persecución por la Verdad, por tomar y cargar tu cruz, y eso te ocasionará persecuciones. Persecuciones en clave de sufrimientos, de incomprensiones, de dolor, de dificultades, de negación y de persecución también. Mira la Vida de Jesús y lo verás claramente. No hizo sino el bien, pero, ¿cómo fue tratado? ¿Acaso lo proclamaron Rey? ¿Fue aclamado y alabado?
El ciento por uno se esconde en esas persecuciones y sufrimientos. Contempla la vida de los que lo han seguido y descubre sus alegrías, sus perseverancias, sus gozos y luchas ante las dificultades y sufrimientos. ¿No es eso el ciento por uno? Esa fuerza que han recibido para superar los obstáculos y vencerlos, ¿no es el ciento por uno? ¿No experimentamos cuando sufrimos, como lo hicieron los apóstoles, un gozo y alegría que no se encuentra con y en las cosas de este mundo? Una alegría que no se acaba, que se mantiene viva como la zarza ardiendo que contempló Moisés.
Y luego, ya lo dice el Señor claro: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».
La cuestión ahora es saber que tienes que dejar. Porque no se trata de que hagas lo mismo que los apóstoles, pues el Señor no nos exigirá a todos por igual. Cada cual tiene sus talentos y sus dones, y eso es lo que el Señor te pide que pongas al servicio de los demás.
Quizás no sea tu casa, tu familia, tus hermanos, tu madre...etc., lo que tienes que dejar, pero lo que sí tienes que poner es a Dios en el primer lugar de tu vida, y quitar todo aquello que te lo impida y sea obstáculo para ello, incluyendo si hay algo de todo lo dicho anteriormente.
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