(Jn 20,19-23) |
No tenían nada, sino miedo e indecisiones y temor. ¿Qué se puede esperar de una gente así? ¿Y a dónde pueden llegar con ese pánico y desconocimiento de todo? Tendría que se como pronosticó Gamaliel (Hech 5, 38-39.) cuando dijo: Por tanto, en este caso os digo: no tengáis nada que ver con estos hombres y dejadlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlos; no sea que os halléis luchando contra Dios.
Y el tiempo lo ha dejado bien claro. Esto es cosa del Espíritu Santo, prometido por Jesús, el Hijo de Dios, según promesa de su Padre. Y nadie, ni los poderes del infierno prevalecerán contra ella, la Iglesia. Porque a la Iglesia la auxilia, la dirige y la asiste la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.
Lo mismo experimentamos nosotros cuando nos sobrepone el miedo, las dudas, las indecisiones y el temor. Lo mismo sucede en la Iglesia cuando las tempestades y las tentaciones nos atacan e invaden y parece que la Nave se hunde. Pero, no pasa nada, porque el Espíritu de Dios está con nosotros. Y así, la Iglesia, nuestra Madre la Iglesia, dirigida por Pedro, hoy su sucesor el Papa Francisco, continúa el rumbo que el Espíritu Santo le marca, unidos en la misma Fe y en un mismo Señor, nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo.
Hoy, en el Espíritu Santo nos experimentamos lleno de todo para darlo a todos. Cada cual tiene sus carismas, sus talentos, y así funciona la Iglesia y todos los grupos dentro de la Iglesia. Derramando cada uno los talentos recibidos gratuitamente y generosamente. Y cuando nos sentimos invadidos por el Espíritu no nos podemos callar. Se nota y se proclama con entusiasmo y alegría al mundo entero unidos como una sola voz al Papa que nos preside.
Y cuando es el Espíritu quien nos une y nos dirige, todas las lenguas se entienden y se complementan. Cuando es el Espíritu de Dios quien toma las riendas del Barco de nuestro corazón, desaparecen las disputas, los protagonismos, las rivalidades, los liderazgo, el odio, la competitividad, y nace el servicio, la generosidad, la disponibilidad y el amor.
Pidamos, pues, la Gracia al Espíritu Santo de, invadidos por Él. dejarnos guiar dócilmente por su Amor.
Pidamos, pues, la Gracia al Espíritu Santo de, invadidos por Él. dejarnos guiar dócilmente por su Amor.
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