domingo, 15 de mayo de 2016

EL ORIGEN DE LA IGLESIA


(Jn 20,19-23)

No tenían nada, sino miedo e indecisiones y temor. ¿Qué se puede esperar de una gente así? ¿Y a dónde pueden llegar con ese pánico y desconocimiento de todo? Tendría que se como pronosticó Gamaliel  (Hech 5, 38-39.) cuando dijo: Por tanto, en este caso os digo: no tengáis nada que ver con estos hombres y dejadlos en paz, porque si este plan o acción es de los hombres, perecerá; pero si es de Dios, no podréis destruirlos; no sea que os halléis luchando contra Dios. 

Y el tiempo lo ha dejado bien claro. Esto es cosa del Espíritu Santo, prometido por Jesús, el Hijo de Dios, según promesa de su Padre. Y nadie, ni los poderes del infierno prevalecerán contra ella, la Iglesia. Porque a la Iglesia la auxilia, la dirige y la asiste la tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo.

Lo mismo experimentamos nosotros cuando nos sobrepone el miedo, las dudas, las indecisiones y el temor. Lo mismo sucede en la Iglesia cuando las tempestades y las tentaciones nos atacan e invaden y parece que la Nave se hunde. Pero, no pasa nada, porque el Espíritu de Dios está con nosotros. Y así, la Iglesia, nuestra Madre la Iglesia, dirigida por Pedro, hoy su sucesor el Papa Francisco, continúa el rumbo que el Espíritu Santo le marca, unidos en la misma Fe y en un mismo Señor, nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Vivo.

Hoy, en el Espíritu Santo nos experimentamos lleno de todo para darlo a todos. Cada cual tiene sus carismas, sus talentos, y así funciona la Iglesia y todos los grupos dentro de la Iglesia. Derramando cada uno los talentos recibidos gratuitamente y generosamente. Y cuando nos sentimos invadidos por el Espíritu no nos podemos callar. Se nota y se proclama con entusiasmo y alegría al mundo entero unidos como una sola voz al Papa que nos preside.

Y cuando es el Espíritu quien nos une y nos dirige, todas las lenguas se entienden y se complementan. Cuando es el Espíritu de Dios quien toma las riendas del Barco de nuestro corazón, desaparecen las disputas, los protagonismos, las rivalidades, los liderazgo, el odio, la competitividad, y nace el servicio, la generosidad, la disponibilidad y el amor.

Pidamos, pues, la Gracia al Espíritu Santo de, invadidos por Él. dejarnos guiar dócilmente por su Amor.

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