lunes, 11 de agosto de 2014

UN DÍA CON JESÚS

(Mt 17,22-27)

Sería hermoso pasar un día con Jesús. Me refiero a esos días cuando Él estaba físicamente con los contemporáneos de su tiempo, de forma especial con sus apóstoles. ¡Cuántas cosas interesantes oír de los labios de Jesús! Imagino que el tiempo se nos iría sin darnos cuenta. Sin embargo, da la sensación que no le hemos encontrado, porque también ahora, Él sigue con nosotros, y, sin embargo, parece que nos cuesta bastante pasar largos ratos con Él.

El Evangelista Mateo nos habla de un día de aquellos que Jesús pasaba con sus discípulos y de su familiaridad y confianza al descubrirle su Pasión: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Sorprendente revelación que les dejaría sin sentido, pero también esperanzada, porque, aunque no entiendas nada, escuchar al final que resucitará da esperanza, paz y mucha alegría.

Pues la Resurrección es el fundamento de nuestra fe. Y ahí quiero centrar mi humilde reflexión de hoy. ¡Claro que me duele el sufrimiento del Señor! ¡Claro!, y muchas veces me he estremecido cuando rezo los misterios dolorosos, pero no cabe ninguna duda que la gran esperanza y la mayor alegría es que el Señor sigue y continúa con nosotros porque ha Resucitado. Indudablemente que no seguiríamos a alguien que hubiese muerto, porque por muy bien testimonio y obras que hubiese dejado, ya no estaría vivo. 

Jesús ha resucitado, y Jesús, en el Espíritu de Dios, continúa su labor a través de cada uno de nosotros. Él está en medio de todos aquellos que se reúnen en su Nombre; Él está junto a todos aquellos que tratan de, cumpliendo las normas de este mundo, que las leyes sean más solidarias y justas por amor; Él está pendiente de cada uno de nosotros y sabe de nuestras necesidades y obligaciones.

Pero, Él es el Señor, y ha entregado su Vida por salvar la nuestra. ¡Y ha Resucitado, y eso significa que Vive y sigue, cada día, viviendo entre nosotros y hablando con nosotros. Abramos nuestros corazones porque cada día también nosotros podemos pasarlo con el Señor.

domingo, 10 de agosto de 2014

TAMBIÉN MI PROPIA BARCA SE TAMBALEA

(Mt 14,22-33)


¿Quién no ha pasado por huracanes y tempestades que han amenazado su propia vida? ¿Cuántas veces hemos experimentado hundir nuestra barca particular cuando las cosas se nos han torcido en la vida? Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado miedo y dudas al caminar sobre el filo de la navaja de nuestra propia vida, pero lo importante es, como Pedro hoy, tender nuestra pobre mano en la confianza de que el Señor nos tenderá la suya para salvarnos.

Sin lugar a duda, nuestro camino está en la otra orilla. Hemos de pasar de un mundo mercantilista, egoísta y consumista, marcado por la ambición de ganar y sometido al odio, la venganza y el desamor, a un mundo de fraternidad, de justicia, de comprensión, de paz y amor. Y esa travesía no la podemos hacer solos, porque nuestra barca zozobra ante las muchas tempestades y vientos huracanados que nos salen al paso.

Es verdad que sentimos miedos, e incluso exigimos pruebas que nos garanticen la seguridad y la salvación. Pedro, en quién Jesús pone su confianza y su Iglesia, le exige demostrarle su Poder y Divinidad: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua». ¿Cuántas veces hemos hecho nosotros lo mismo? ¿Cuántas veces hemos exigido al Señor una prueba de su Divinidad? ¿Es qué merecemos esa prueba?

Nos ha sido regalada la salvación por un amor Infinito, ¡y todavía exigimos pruebas de esa salvación! Esa realidad descubre la evidencia de lo tocado que está nuestra alma por el pecado. Nos envuelve en la más absoluta oscuridad que aprovecha el Maligno para perdernos e inclinarnos a atrevernos a pedirle pruebas al Señor, e incluso dudar como hizo Pedro. Está claro que los vientos y las tempestades nos superan y nos llenan de dudas y miedos. 

Pero, Tú Señor, siempre apareces frente a la barca de nuestra vida. Siempre nos anima y nos susurra ¡adelante!, y nos infundes valor y confianza. Ese: « ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!», nos sabe a Gloria y nos llena de confianza y paz. 

Esa experiencia que experimentamos también, valga la redundancia, en nuestras vidas, sea la tónica de no desfallecer y de, como Pedro, Señor, arranque siempre de nuestros labios ese grito de esperanza: «Señor, sálvame». Amén.

sábado, 9 de agosto de 2014

NO TEMAMOS LA MUERTE DEL CUERPO

(Mt 10,28-33)

Vivimos con mucho miedo, miedo sobre todo a la muerte, algo tan evidente y cierto que todos sabemos. Sin embargo, ¡qué contradicción! Teniendo la oferta de la vida, la despreciamos para elegir la muerte. No se entiende, pero la realidad nos dice eso. Buscamos la vida, pero elegimos la muerte.

Jesús nos habla hoy de eso. Nos anima a no tener miedo de las cosas, enfermedades, por ejemplo, que matan al cuerpo, pero no pueden matar al alma. Porque eso no es la muerte, sino la puerta para entrar en la otra y verdadera vida, la eterna y gozosa.

Sí tenemos que temer al pecado, que nos tienta y que nos aleja de nuestro Padre Dios. Porque eso si nos mata el cuerpo y también el alma, y nos pierde para la vida eterna, pues rompe nuestra amistad con Dios. Ese es nuestro verdadero peligro y al que debemos enfrentarnos cada día injertado y asistido por y en el Espíritu Santo.

No nos atrevamos a luchar solos porque tenemos todas las de perder, pero en y con el Espíritu saldremos siempre victoriosos.. Infunde en nosotros Señor la valentía y la Gracia de estar siempre de tu parte, para que en la hora de presentarnos ante Ti tengamos de nuestra parte la defensa y Misericordia de tu Hijo Jesús, Dios e Hijo Verdadero. Amén.

viernes, 8 de agosto de 2014

SEGUIR A JESÚS NO ES INVENTARNOS EL CAMINO

(Mt 16,24-28)

Muchas veces rechazamos esta dificultad o tomamos una vereda más corta. Nos parece mejor evitar esto o lo otro, y al final resulta que el camino que seguimos es el que nosotros mismos vamos trazando. No se trata de inventarnos el camino, sino de seguir el Camino de Jesús. Él mismo ya nos lo dijo: "YO soy el Camino, la Verdad y la Vida".

¿Y cuál será la cruz que hemos de llevar? Porque Jesús nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.Tampoco se trata de inventarnos una cruz, sino de aceptar la cruz que el camino nos presenta y, tomándola, llevarla con alegría y entrega. Y esa cruz será la de tu renuncia a encerrarte en ti mismo y vivir sólo para ti y tus intereses.

Se trata de abrirte al sufrimiento de los demás y luchar para que cada día hayan menos personas que sufran por carencia de lo más elemental y necesario. Se trata de amar y en ese esfuerzo de amar, soportar la cruz que el amor apoya en tu hombro. Amar no es siempre sentirse bien, sino soportarse siempre, porque el amor nace de verdad cuando duele y exige renuncia.

¿Encuentras ahora tu cruz? No hace falta buscarla mucho, sino simplemente amar mucho. No quiere Jesús que sufras, sino que ames, y con ese amor evites que otros sufran. Y cuando lo haces, tú no sufres, porque al amar sientes el gozo y la alegría que el amor produce en tu alma llenándote de paz.

Danos Señor la sabiduría de dejar escapar todo el amor que guarda nuestro corazón y poder derramarlo en otros corazones que lo necesiten. Amén.

jueves, 7 de agosto de 2014

¿QUÉ PIENSAS TÚ DE JESÚS?

Mt 16, 13-23

Hoy se nos pregunta a cada uno sobre nuestra opinión de Jesús. Es una pregunta que podemos responder de muchas maneras: indiferente, esquivándola, irresponsablemente para salir del paso... y de muchas otras formas. Seremos doblemente idiotas si creemos que podemos saltarnos la respuesta de cualquier manera, porque lo único que valdrá será nuestra respuesta verdadera.

Y esa respuesta verdadera sólo se responde con la vida. Con la vida vivida a cada momento y con señales que atestiguan lo que verdaderamente respondas hoy. Pedro ya dio su respuesta. Es verdad que asistido por el Espíritu Santo, pero el Espíritu no impone ni fuerza ninguna respuesta, se supone que Pedro estaba abierto a dejarse iluminar por el Espíritu.

¿Estoy yo también dispuesto a que el Espíritu Santo me ilumine? ¿Estoy yo abierto a dejar mi corazón en Manos del Espíritu para responder con mi vida a esa pregunta que Jesús me lanza hoy? No es una respuesta de un sí, sino de toda una vida de seguimiento y de compromiso en esfuerzo constante a seguir la huella de Jesús y hacer vida su Voluntad en mí.

Es la respuesta a vivir en la Iglesia, una Iglesia a veces confundida y desorientada por la torpeza de los hombres que se cierran a la acción del Espíritu, tal y como le sucedió a Pedro cuando quiso cambiar la Voluntad del Padre en Jesús.

Pidamos, unidos de la mano, que, en el Espíritu Santo, guiados por su acción, mantengamos la unidad de ser fieles a la Palabra del Señor y a sus Mandatos. Amén.

miércoles, 6 de agosto de 2014

LO ÚNICO QUE VALE LA PENA VER

(Mt 17,1-9)


El otro día hablaba una persona y comentaba que a él le ilusiona ver cosas únicas y diferentes a las que ya ha visto. Eso le motiva a viajar y a buscar lugares nuevos y que le den oportunidad de contemplar cosas diferentes y únicas. Y eso le ilusiona la vida.

 Escuché sin comentar nada, entre otras cosas porque sabía que no me iban a entender y era mejor evitarlo. No entro en juzgar lo de ver cosas bellas y únicas, pero sí en poner, eso, como casi el fin de ilusionar la vida, pues, a pesar que las bellezas dan gozo y paz, son efímeras y caducas. Y lo que no perdura no tiene mucho valor, pues es triste gozar de lo que desaparece pronto. ¡Claro!, dependerá también de la esperanza de vida que se tenga. Si temporal o eterna.

Personalmente no me mueven las bellezas de este mundo. Eso no significa que no sean dignas de verlas y de que a mucha gente les guste admirarlas y contemplarlas. Y también de que yo pueda hacerlo, pero no me mueve al esfuerzo el buscar contemplarlas. Sin embargo, toda mi vida gira en torno a encontrarme con el Señor, porque, eso si lo creo, Él es la Belleza Suprema, Única y eterna en gozo y paz que satisface y llena plenamente toda mi vida.

 Esa es la Belleza que me interesa buscar y ver. Por Él si me muevo y me esfuerzo. Y, le pido fuerzas todos los días, para no escatimar esfuerzo, renuncias y sacrificios por buscarle y encontrarle cara a cara, por su Misericordia y Amor, para poder verle. Supongo la maravilla y el gozo de Pedro, Santiago y Juan cuando Jesús les regaló la oportunidad de adelantarle la visión de su Gloria en el Tabor.

Eso si me mueve Señor a buscarte, a viajar, a seguirte para tener un día el regalo, por tu Infinita Misericordia, de estar en tu presencia contemplándote. Y eso es lo que te pido. Amén.

martes, 5 de agosto de 2014

CUMPLIR LOS RITOS, PERO INCUMPLIR EN EL AMOR

Mt 15, 1-2. 10-14

Hay un desequilibrio, que no es malo cuando inquieta e interpela, porque, por la Gracia de Dios, pondrá el acento, tarde o temprano, en su lugar justo. Me refiero a aquellos que experimentan malestar cuando cumplen con los ritos y fallan y les cuesta vivir en el amor. Somos los que llevamos muy bien lo de las normas y cumplimientos, pero fallamos en la misericordia, la comprensión y la caridad.

El peligro está en que esa actitud la vivamos en la indiferencia y se haga rutina y costumbre normativa en nuestra vida. Porque lo que nos mancha, no es lo que nos salpica fuera, sino lo que sale de dentro. Podemos cumplir ritos y preceptos muy bien, pero eso no nos limpia ni nos hace mejores, sólo sirven como espejos que reflejan lo que debemos ser. Y si, en la vida de cada día, no se testimonia esa piedad, mal ejemplo damos de nuestro cumplimiento.

Sólo hay una vida real, pero muchas falsas y vividas en apariencias. No te esfuerces en vivir las sostenidas en las apariencias, porque no servirán sino para mancharte. Tú esfuérzate en vivir lo que se cuece en tu corazón, y si tu corazón busca el bien, vive buscando el bien. Porque al final encontrarás a Dios y vivirás según su Palabra.

Porque sólo lo que hable tu corazón podrá salvarte o mancharte. Si habla según tú, te manchará, pero si habla según la Palabra del Señor, brillará por su limpieza como el Amor.