jueves, 2 de junio de 2016

LA VERDAD ES QUE NO PUEDE HABER MANDAMIENTO MAYOR

Mc 12, 28b-34

Todo en la vida consiste en amar, pero amar de verdad. Porque se puede amar de mentira. Y lo hacemos cuando nuestro aparente amor se esconde en nuestros disimulados egoísmos. No puede envolverse el amor en una satisfacción de mis gustos; no puede envolverse el amor en una ideología de mi pensamiento y mi verdad; tampoco puede envolverse el amor en el papel de mis apegos y apetencias, y menos en crecer yo menguando la personalidad y dignidad del otro.

Realmente, ¿es eso amor? Supongo que todos convergeremos que eso es un amor adulterado y egoísta. Es un amor narcisista que sólo se busca a sí mismo. Es un amor destructivo, corrupto y posesivo. Es un amor que mata. Esa clase de amor no construye, sino destruye. Y es el reflejo del mundo herido, tocado por las explotaciones, imposiciones, dominadores y poder de unos sobre otros. ¡No!, definitivamente eso no puede ser el amor.

El Amor con mayúscula ha quedado revelado y retratado por el único Personaje que ha sabido Amar. No sólo lo ha revelado con Palabras (), sino que lo ha dicho con su Vida. La historia es testigo de lo que digo y quien quiera comprobarlo la tiene a mano. Jesús de Nazaret ha dado su Vida por amor y se ha puesto como la única referencia de Amor. 

Porque amar según Jesús es poner tu vida y tu tiempo al servicio de quien más lo necesita. No se trata de ponerlo al servicio de todos, sino de aquel que realmente tiene necesidad de ello. Entre otras cosas porque son los que lo van a acoger, a recibir y a aceptar. Al orgulloso, que no necesita nada, se lo impide su propio orgullo, y al rico y poderoso le basta con sus riquezas, aunque no vea que son caducas. Lo ha cantado María anticipándose a su Hijo en el Magníficat  (Lc.1, 46-55). 

Y, Jesús, su Hijo, el Mesías enviado por el Padre, lo repite ahora: El primero es: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Y el segundo: "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Luego, más tarde nos dirá un nuevo mandamiento. Es este: ámense como Yo les he amado. Él es nuestro modelo y referencia.

miércoles, 1 de junio de 2016

CIEGOS Y LLENOS DE ERRORES

(Mc 12,18-27)

Cuando se está en la oscuridad no se puede ver sino lo negro, lo que no es transparente y no deja pasar la luz. La oscuridad es ciega, porque en ella no ves nada y no viendo tampoco entiende nadas. Pero, a pesar de eso, el hombre quiere entender cuando vive en la oscuridad. Porque la luz no viene de abajo, sino que procede de arriba, y sólo alumbra a aquel que es capaz de mirar hacia arriba.

Mirar hacia arriba es abrirse a la mirada de Dios y dejar que entre la luz en tu corazón. No intentes entender con tu mirada aquí abajo las cosas que sucederán en el otro mundo, porque serán distintas, diferentes y no se pueden entender con los ojos del mundo. Puede ayudarnos el comprender que no sabemos ni de donde venimos ni el origen de la vida, ¿y queremos explicarnos como seremos después de la resurrección?

El Poder de Dios es inimaginable e ininteligible y no podremos imaginar qué sucederá respecto a nuestra forma de estar o vivir. Y, simple sentido común, sería absurdo entenderlo, porque de ser así, Dios no sería Dios, ya que podríamos entenderlo. Los planes de Dios son para creerlo, no para entenderlos, aunque, por su Gracia y Bondad, Dios nos da razones y signos con los que podemos reafirmarnos en que es un Dios de vivos, no de muertos, y, por consiguiente, estamos llamados a vivir eternamente en su presencia.

Un hermoso y maravilloso ejemplo lo tenemos en María, la Madre de Dios, donde apreciamos que la anunciación del Ángel Gabriel fue reafirmándose luego en muchos momentos de la vida de María, tal como el encuentro con su prima Isabel, el aviso a la amenaza de Herodes, la profecía de Simeón...etc. Todos esos momentos iban aclarando y reafirmando el camino a María.

Y también nos ocurre a nosotros. El Espíritu Santo nos va revelando e iluminando el camino en la medida que nosotros le abrimos el corazón. Cada día, la Palabra de Dios nos habla, y si la escuchamos con atención desde el auxilio y asistencia del Espíritu Santo, iremos entendiendo el camino. Cada cosa a su tiempo, porque el camino es un camino, valga la redundancia, y como camino necesita dar pasos, pero también dejar huellas. Pidamos esa sabiduría al Espíritu de Dios y dispongámonos a recibirla.

martes, 31 de mayo de 2016

MARÍA, FUENTE DE VIDA ETERNA

(Lc 1,39-56)


No hay cosa mayor que dar vida, porque la vida es el don más valioso y grandioso que Dios nos ha dado. Y eso no sería así si la vida acabara. ¿Es que tenemos los ojos vendados? Pues sí, porque no vemos las maravillas que hace el Señor. Caso contrario en María, que sí las ve: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».

Esto no puede venir sino de la inspiración del Espíritu Santo. Es una exaltación de la grandeza del Señor, que María, dirigida por la Gracia, derrama, como proclamación anticipada, para la salvación del mundo. Esta anunciando la venida del Mesías, el Salvador, y lo proclama desde la concepción, desde sus mismas entrañas, por Obra y Gracia del Espíritu Santo.

Adelanta y manifiesta la Misericordia del Señor, que hoy, proclamada por nuestro Papa Francisco, estamos celebrando en este año misericordioso, y descubre la preferencia del Padre para con los pobres y los humildes. Es un milagro y una prueba categórica de la Verdad y existencia del Amor de Dios. Ambas mujeres, Isabel y María, exaltan la maternidad que Dios le concedes. Porque la vida está creada para permanecer eternamente junto a la Vida Infinita y Eterna del Amor del Padre. 

Toda la existencia lo está descubriendo constantemente, y el amor que el hombre y la mujer, junto a los hijos, son semejanza del Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, presentan el testigo que mejor lo manifiestan. María, Madre de Dios es Fuente de Vida Eterna.

lunes, 30 de mayo de 2016

LOS MIEDOS Y TEMORES NO NOS DEJAN VER AL SEÑOR

(Mc 12,1-12)

Muchas de nuestras respuestas están mediatizadas por los temores y los miedos a perder nuestro estatus cómodo y seguro. O a complicarnos la vida con preocupaciones, responsabilidades y deberes. Queremos quitarnos todo tipo de preocupación, y aumentar nuestros derechos e ir quitando deberes y compromisos.

Nos atrae la vida fácil, cómoda y sin problemas. Sin embargo, conseguida, no experimentamos esa felicidad que buscamos. Descubrimos, a veces tarde, que la felicidad que buscamos no se esconde en esa comodidad o bienestar, ni tampoco en la evasión de problemas y responsabilidades.

Hemos recibido un cuerpo con vida. Y una vida donde desarrollar esas cualidades y talentos que hemos recibido con la condición de administrarlos para el bien común, pero, nuestras debilidades y apetencias nos traicionan y nos ponen dificultades, por nuestro egoísmo, impidiéndonos administrarlos para el bien común. Esa es la historia que el Señor nos cuenta hoy en el Evangelio: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó».  Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 

Lo que viene se deduce. Todos comprendemos que serán castigados esos labradores, y la tierra se les dará en alquiler a otros. Pero la lección que debemos de sacar de esta parábola es que somos nosotros esos labradores, y que, quizás, con nuestros comportamientos, con nuestras actitudes, con lo que callamos o proponemos buscamos de forma consciente o inconsciente matar también al hijo del dueño de la viña.

Posiblemente, también nosotros desechamos la piedra que también desecharon los arquitectos, la piedra angular, que es Cristo. Y lo hacemos sin darnos cuenta, en las cosas sencillas de cada día, instalados en lo fácil y cómodo. Porque quien es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho. Pidamos no quedarnos instalados ni acomodados, sino estar siempre mirando como servir y cumplir mejor en el camino de avanzar hacia la perfección.

domingo, 29 de mayo de 2016

ALIMENTO DEL CUERPO Y EL ALMA

(Lc 9,11b-17)

Todos acudían al Señor y eran curados los que realmente tenían necesidad de ser curados. Y eso nos puede hacer pensar que la curación es necesaria para aquel que la necesita, no para el que se siente sin necesidad de ser curado. Porque acudirán sólo los que necesitan ser curados, y también los que tienen hambre.

El Señor se preocupa integramente de todo lo que necesita el hombre. No sólo el alimento corporal sino también el alimento espiritual. En esta ocasión descubre la necesidad que tienen de alimentarse y les procura el alimento corporal. Nos enseña que también nosotros tenemos que hacerlo, pero recordamos el matiz con el que empezábamos al principio: En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.

Hoy, la Iglesia, continúa esa labor en todos sus miembros y agrupados en torno a Cáritas y muchos grupos que tratan de atender a aquellos que están necesitados. Pero nos preocupa una cosa, que quizás buscamos el auxilio del Señor en la Iglesia, el auxilio material, y olvidamos el alimento espiritual de su Cuerpo y su Sangre contenido bajo las especie de pan y vino en la Sagrada forma.

Posiblemente, el Señor, quiso darnos a entender que su Padre Dios se preocupa, no sólo por lo espiritual, sino también por lo material. El mundo, creado y regalo de Dios Padre, ha sido puesto en manos de los hombres para que sea bien administrado en función del bien del hombre. Y, cuando hay muchos necesitados y carente de medios, otros, aquellos que les sobra y tienen, deben compartirlo.

Pero no todo consiste en alimentos. El hombre de hoy está necesitado de paz. De paz y sentido común que haga un mundo más humano, más fraterno, más solidario y compartido. Un mundo que acoja y dé lo que necesita a todos aquellos refugiados que huyen de sus países enfermos por el odio, la venganza y soberbia que los enfrenta y dan lugar a las guerras.

Aparte de hacer todo lo que está en nuestras manos, también recemos para que todos aquellos que lo necesitan encuentre un lugar de convivencia, de fraternidad y de paz, que sólo junto a Jesús, como ocurrió en aquella ocasión: 
Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente,  podemos encontrar.

sábado, 28 de mayo de 2016

¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO?

(Mc 11,27-33)

Ocurre con mucha frecuencia que opinamos y hasta criticamos sobre actitudes y obras de otros sin saber ni conocer bien claro los hechos. Y, es más, nuestra opinión está mediatizada por los miedos, intereses y egoísmos que nos someten y dominan. Así, nos atrevemos a interpelar y acusar a otros sin razones ni sentido común que lo justifique y donde apoyarse.

La demagogia está muy de moda. La ha estado siempre, porque ha sido un arma que el hombre ha usado para evadirse y eludir el problema y salirse por la tangente. Cuando el hombre ha querido esconder su verdad, y sobre todo, la Verdad, miente escondido en la demagogia. Podemos atrevernos a decir que, el arma más poderosa que tienen los políticos, los negociadores sociales y económicos, y todos aquellos que buscan sus objetivos por encima del bien y del mal es la demagogia.

De esta forma, el mundo experimenta el sufrimiento y el dolor en los más desvalidos, ignorantes, marginados y excluidos, porque ellos son el despojo y la salida que usan los más poderosos para tapar y justificar sus intereses y egoísmos. Es evidente que cuando llevas en la manga otra carta escondida, juegas con ventaja. Y esa ventaja la utilizas para distorsionar la realidad y disfrazar la mentira de verdad. Te autoengañas hasta el punto que te vuelves ciego.

Aquellos sumos sacerdotes, escribas y ancianos escondían sus malas intenciones, que no eran otras que acabar con Jesús. Haciendo ver que sus razones tienen fundamento y escondidos en la mentira, apariencia, le preguntan: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?» No buscan su respuesta, sólo persiguen acabar con Él. Y así no podemos acercarnos al Señor, y menos hablar, orar, con Él. Porque la oración descubre la fe, pues el estar orando es ya un acto de fe.

Caen en su propia trampa, porque desconocen con quien están hablando. Y la respuesta que reciben les deja sin respuesta, valga la redundancia.  Porque les descubre su propia y mal intencionada mentira. No pueden responder porque están presos de su propia mentira y el medio les somete. Quizás algo parecido nos puede estar también ocurriendo a nosotros. Pidamos para que no sea así y el Señor aumente nuestra fe.

viernes, 27 de mayo de 2016

MI CASA ES CASA DE ORACIÓN

(Mc 11,11-25)


En la vida lo importante no es lo que hayas vivido, sino la fe con la que has vivido. Porque es la fe la que te mueve y dirige tus pasos. No importan los pasos que hayas dados, ni tampoco los zapatos que hayas usados, lo verdaderamente importante son las huellas que hayas dejado al pasar.

No se trata de dar frutos, sino del amor con que los das. Cuando se pierde ese ardor y entusiasmo se pierde la fe, porque es precisamente la fe la que alimenta y entusiasma al ardor de vivir y actuar. Así, sin horizontes claros y objetivos concretos, la fe se debilita y se pierde y el sentido de las cosas se distorsiona, y lo que era casa de oración se vuelve ahora casa de mercaderes y cambistas.

Aquello que está destinado a dar frutos, si no los da, se seca y pierde su misión, su objetivo y su sentido. De la misma manera, si tu fe no te da preocupación por crecer en santidad y avivar el esfuerzo de imitar al Jesús, tu manantial de agua viva puede secarse y ocurrirte lo de la higuera. Uno sabe cuando tiene que esperar, porque al final los frutos los recoge el Viñador, pero siempre que el los obreros hayan hecho lo que está en su mano.

Necesitamos alimentar nuestra fe, y la alimentamos en la medida que intimamos con el Señor. ¿Y cómo intimamos? Pues con la oración, la frecuencia de la escucha de la Palabra, la Eucaristía y la Penitencia. Los equivalentes al agua, al estiércol, abono y buena tierra que necesita la higuera para, estando bien cultivada, dar frutos. Quizás lo que necesitemos es que nuestros pasos dejen la huella del amor por donde pasamos, y eso, como la semilla que cae en tierra buena, dará frutos a su debido tiempo.

La lección que hoy podemos sacar de esta Palabra, al menos, la que podemos vislumbrar en este momento que la leemos y reflexionamos, es la necesidad de abrirnos y de pedir fe. Fe para sostenernos en la oración y en el esfuerzo de dar frutos. Frutos que serán por Obra y Gracia del Espíritu Santo, quien transformará nuestros torpes pasos y trabajos en verdaderos actos de amor que, tarde o temprano, darán sus frutos. Porque los buenos frutos nacerán del buen árbol que se riegue con amor.