domingo, 17 de noviembre de 2013

NUESTRA HERENCIA: PERSECUCIONES, DIFICULTADES Y MARTIRIOS

(Lc 21,5-19):


Ese es el camino, porque caminamos por un mundo de valores contrario a los que nos señala Jesús de Nazaret. Mientras el mundo espera la muerte sin enfrentarse a mirarla, los cristianos esperamos la segunda venida de Jesús y, por Él, nuestra salvación.

Por eso conviene no desfallecer y mantenernos firme, no haciendo caso a todo lo que se nos diga contrario a la Palabra del Señor. Sufriremos persecuciones, guerras, catástrofes naturales, cárceles, persecuciones, divisiones y hasta traiciones familiares. Seremos también rechazados y odiados por causa del nombre del Señor Jesús, pero al final, si perseveramos seremos salvados.

Es promesa y Palabra del Señor y en Él creemos. Pidamos la fuerza y la sabiduría de ser pacientes, y no dejarnos vencer por nuestros miedos y tribulaciones, sino todo lo contrario: ánimo y coraje para vivir como cristianos ejemplares en medio de todas estas dificultades.

sábado, 16 de noviembre de 2013

PERSEVERANCIA

(Lc 18,1-8)


La oración demanda perseverancia. De otro modo dejaría de ser oración para convertirse en petición de favores según convenga. Así no me acordaré de rezar sino cuando necesite algún favor. Y si estoy muy convencido de que lo podré lograr insistiré en pedirlo, más si no es así terminaré por dejarlo.

Dependerá, pues, de mi fe que continúe o no. Esa insistencia, consecuencia de mi fe, hará que mis rezos de petición se vayan convirtiendo en oraciones de relación, donde hay un diálogo de hijo a Padre, y de Padre a hijo. Porque orar viene a ser eso precisamente: Es ese impulso que te lleva a buscar y hablar con Dios. Un Dios que es tu Padre, y que como Padre te escucha y te da lo que necesites para que vivas eternamente feliz en su Casa.

Debemos tener claro que un Padre siempre estará presto a atendernos, pero también que debemos insistir y pedirle aquello que necesitemos. Porque en el tiempo de nuestra insistencia nos daremos cuenta que lo que se nos ha dado es precisamente lo que nos convenía. Pidamos fuerza y voluntad para entender que nunca debemos dejar de orar, incluso en esos momentos que pensamos que no somos escuchados, porque el Padre siempre está ahí y nos ve y escucha.

viernes, 15 de noviembre de 2013

PREOCUPADOS POR VIVIR EN ESTE MUNDO

(Lc 17,26-37)
 
Es lo que vemos a nuestro derredor:  todo el mundo tratando de procurarse una vida más placentera y agradable. Y no es que eso esté mal, sino será malo cuando centramos todos nuestros esfuerzos en eso, cuando son solo medios para vivir y darse en generosidad y caridad a los demás. Así ha ocurrido en otros tiempos (Noé, Lot) y lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre.

Por eso, nuestra vida es algo más que estar preocupado por ella y sólo pensando en ella para el disfrute y placer. Nuestra vida es el espacio donde tenemos que ganarnos la otra, la verdadera y eterna. No es que nuestros méritos valgan para eso, pues todo es pura Gracia de Dios, sino que si no atendemos a estar más sensibles y preocupados con lo que ocurre a nuestro derredor, nuestro final puede parecerse a los ya vividos en los tiempos de Noé y Lot.

Hagamos un parón en nuestra vida y pensemos que estamos aquí para algo superior a lo que este mundo nos ofrece. El mundo es el medio donde podemos ganarnos el gozo y la dicha de ser feliz eternamente, pero nunca de la manera que lo hacemos cuando sólo pensamos en nosotros.


jueves, 14 de noviembre de 2013

¡ESTÁ YA ENTRE NOSOTROS!

(Lc 17,20-25)


Estamos ciegos, porque cuando amamos experimentamos que la paz y la alegría bullen dentro de nosotros. El Reino, reina, valga la redundancia, en nuestro corazón y nos sorprenderá cuando menos lo esperemos. No sabremos ni la hora, ni el lugar ni el momento, sólo que vendrá. No podremos verlo ni seguirlo, porque, el Reino, aparecerá como relámpago fulgurante, tal cual nos dice hoy el Evangelio.

Sin embargo, nuestras experiencias de verdadero amor, darnos gratuitamente por el bien del otro, no nos descubren la inmediata cercanía del Reino. Nuestros ojos, encandilados por las luces de este mundo, están cegados y caminan en la oscuridad. No busquemos el Reino donde no está, porque palpita dentro de nuestro corazón.

Antes, el camino no se presenta agradable. Su trazo está lleno de dificultades, oscuridades y sacrificios. Es la prueba que exige el amor. Pero detrás de esa montaña, difícil y empinada para subir, brilla con luz propia el encuentro con Aquel que ha de venir, porque encontrados con Él, el Reino ya se ha hecho presente.

¿No lo has experimentado? Búscalo y experimentarás esa cercanía que presiente la llegada del Reino. Porque en Él, Jesús, está el Reino.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

SENTIR AGRADECIMIENTO

Lc 17, 11-19


Cuando la necesidad apremia pedimos ayuda. Y lo hacemos de forma muy suplicante y prometemos un agradecimiento eterno. Y es verdad, posiblemente lo sentimos y lo pensamos cumplir, pero luego la realidad nos revela que con mucha frecuencia nos olvidamos de hacerlo.

No encuentro ninguna explicación para que procedamos de esa manera, pero experimento que nos sucede y que todos estamos sujetos a esa debilidad. La única salida que le veo es pensar en nuestra fragilidad humana, débil y pecadora, que se experimenta tocada y limitada por el pecado original. Somos de barro y sanados de la enfermedad, sintiéndonos fuertes experimentamos bastarnos por nosotros mismos y olvidamos pronto la gratitud a quien nos sanó.

Hoy, Jesús se sorprende de la gratitud de los diez leprosos curados. Sólo uno, precisamente el más alejado y desvinculado del pueblo de Dios, vuelve eufórico dando gracias hasta postrarse a los pies de Jesús. ¿Es qué no fueron curados diez? ¿Dónde están los otros nueve? Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

¿Seremos también nosotros salvados por nuestra fe?  ¿Tenemos una fe que nos impulsa a sentirnos agradecidos por todo lo recibido? Y en las tribulaciones, tragedias o fracasos, ¿descubrimos también la necesidad de experimentarnos agradecidos de Dios?

martes, 12 de noviembre de 2013

¿ACASO MEREZCO RECOMPENSA?

Lc 17, 7-10

Lo decimos y lo sabemos, pero no lo asumimos, porque en el fondo de nuestro corazón, aunque quizás pensamos que no tenemos derechos, nos ensoberbecemos cuando no nos dan la recompensa que nosotros pensamos merecer. Prueba de ello es las veces que nos enfadamos y damos la espalda a Padre Dios.

Muchos alejamientos de nuestra Madre Iglesia son como consecuencia de que la vida no nos va como nosotros pensamos que merecemos, y le echamos la culpa a Dios pensando que no nos trata como nosotros merecemos. ¿No es eso así? Por lo tanto, aunque no lo pensemos, si creemos, porque esa es la realidad, que merecemos lo que nuestro Padre Dios nos ha prometido totalmente gratis y de regalo. Simplemente por amor.

Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio: En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: ‘Pasa al momento y ponte a la mesa?’. ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?’. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer’».

Si nosotros procedemos así, lo mismo debemos proceder como siervos inútiles que somos del Señor. Eso nos ayudaría a comprender y a abajarnos humildemente.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CONSECUENCIAS DE NUESTRO ACTUAR



No se trata de alborotar ni de armar escándalo en el sentido estricto de la palabra. Se trata de que nuestro actuar deja consecuencias que puede intoxicar o purificar a los demás. En uno u otro sentido decimos que escandalizamos a los demás, sobre todo a los más indefensos e ingenuos, que como siempre son los más débiles y pequeños, es decir, los niños, cuando les inducimos a cometer malas acciones.

Es tan importante y grave que Jesús dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños».

Por eso, como somos débiles y propensos a tropezar con la misma piedra, necesitamos orar y alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre del Señor para, arrepentidos, liberarnos de la tentación y provocación de escandalizar. Tenemos la promesa del perdón, y experimentamos que, por la Misericordia de Dios, somos sostenidos y perdonados siempre que nos duela nuestra actuación y nos arrepintamos de corazón.

De la misma manera tendremos que perdonar nosotros cuando, reprendido el pecador, presente un corazón sincero y arrepentido. Porque sin arrepentimiento no hay perdón, condición indispensable para que el perdón se produzca. Así, descubrimos que, siempre que sintamos dolor y arrepentimiento por el mal hecho a alguien, encontraremos la comprensión y Misericordia del Padre Dios.

Pidamos que el Señor, como hicieron los apóstoles, nos aumente nuestra fe, porque es tan pequeña que se resquebraja al menor descuido y tropiezo.