viernes, 27 de marzo de 2015

NUESTRA SOBERBIA NOS VUELVE CIEGOS

(Jn 10,31-42)


El problema de siempre consiste en que nadie, de nuestra propia naturaleza, puede proclamarse superior a nosotros, y menos Dios. La imagen y el origen son señas de identidad que califican a las personas. Y Jesús, hijo del carpintero de Nazaret, no puede nunca ser el Hijo de Dios. Porque es uno de los nuestros, y no de familia distinguida ni prestigiosa.

Pero Jesús  remite a sus obras. Son sus obras las que testimonian su naturaleza Divina, sin embargo la soberbia les endurece el corazón y les ciega la vista. Y eso no es de ayer, porque también ocurre hoy. Muchos siguen cerrados a las obras y testimonios del amor del Señor. No quieren cambiar ni complicarse la vida. Es mejor seguir como estamos.

El ambiente se hace hostíl y la confusión es enorme. En esas circunstancias no es fácil creer en Jesús, porque todo lo tienes en contra. ¿No está ocurriendo eso en Irak, Siria, Nigeria y otros países? No hay gente que sufre, perseguida y despojadas de todo lo que poseen? ¿No hay gente encarcelada y condenada a morir, alejadas de sus familias, por mantenerse fieles al Señor. Se hace difícil decir que sí a Xto. Jesús.

Pero nosotros queremos mantenernos fieles a Ti, Señor. No queremos traicionarte, y menos negarte. Por eso te pedimos fuerza, valentía y perseverancia para continuar sostenido en Ti y soportar con paciencia todas las dificultades que encontremos en el camino. Danos esa Gracia, Jesús.

jueves, 26 de marzo de 2015

SÓLO NOS INTERESA OÍR LA VERDAD QUE ESPERAMOS O QUE NOS GUSTA

Jn 8,51-59)





Admitir que Jesús es Dios era algo que no entraba en la cabeza de los judíos. Se les venía abajo todo el tinglado que ellos se habían montado. Jesús se les revela como el Señor de la vida, y sus Palabras nos llenan de esperanza: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás».


La pregunta es: ¿Cómo se pueden rechazar estas palabras llenas de esperanza? ¿Acaso buscamos o perseguimos algo mejor? ¿No es la vida el don más preciado del hombre? ¿Se puede explicar esto? En el intento de explicarlo, podemos intuir que admitir las enseñanzas de Jesús les comprometía a salir de sus instaladas vidas y perder sus privilegios y comodidades ante los demás. No se me ocurre otra explicación.

Jesús proclama su Divinidad al decir: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». La reacción fue coger piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. Es lógico creer que esta reacción no era por sus Palabras, sino porque su Vida era coherente con lo que decía. Jesús era admirado por la autoridad con la que hablaba, y también por lo que hacía. Eso era lo que les sacaba de quicio, y por lo que no querían aceptarlo. Les cambiaba la vida.

Pero eso no pasaba solo en tiempo de Jesús, sino que ocurre hoy también. Muchos miramos hacia otro lado cuando nos hablan de Jesús. No queremos oírlo ni tampoco creerlo. No queremos que nuestro corazón cambie ni perdone. Nos encontramos más a gusto con nuestra mediocridad y nuestra finitud. Pobre de nosotros.

Pidamos al Señor la fe de la esperanza, y la paciencia de perseverar guardando todas estas cosas como María, Madre de Dios y Madre nuestra.

miércoles, 25 de marzo de 2015

GÉNOITO KEHARITOMÉNE (HÁGASE TU VOLUNTAD)

(Lc 1,26-38)


Con estas palabras María abre la puerta de la Redención para todos los hombres. Su "hágase" como respuesta permite que Jesús entre en el vientre de María y sea concebido, por obra del Espíritu Santo, para, encarnado en este mundo, rescatar a todos los hombres del pecado para Dios su Padre.

No es fácil, aunque en el tiempo nos parezca, pronunciar "hágase", porque eso suponía dar un giro total a los planes de su vida. Has un esfuerzo y ponte en su lugar. ¿Imagínate que Dios te propone ahora un giro de ciento ochenta grados en tu vida? ¿Estaríamos dispuestos a darlo? Pues eso le ocurrió a María.

Pero también a José. ¡Qué incertidumbre con la situación de María! ¿Cómo explicar eso? ¿Qué pensaran los familiares y conocidos? ¿Qué hacer? Son preguntas que quizás también nos las hacemos nosotros hoy. ¿Qué nos pide el Señor? Posiblemente no estemos atentos ni  le hayamos escuchado. Necesitamos prestar más atención y agudizar más nuestros oídos.

José y María creyeron, a pesar de la oscuridad y las dudas, en el Señor. Y gracias a su escucha y obediencia, Jesús se hace presente en este mundo, para revelarnos el Amor del Padre y darnos la salvación. Una salvación ofrecida a todos los hombres, pero una salvación que nos pide también nuestro sí, al igual que a María y José.

Pidamos al Señor la Gracia de estar dispuestos a decirle siempre sí, a pesar de nuestras caídas y tropiezos; a pesar de nuestros fallos y pecados. Siempre dispuestos a vivir en su Voluntad, porque es su Voluntad la que nos salva.

martes, 24 de marzo de 2015

UN DIOS PADRE

(Jn 8,21-30)


Un Dios implacable, pendiente del cumplimiento de las leyes y presto a castigar a todos los que se las salten o no cumplan como es debido. Este es el Dios esperado por los fariseos. Un Dios que castiga a los que no cumplen como lo hacen ellos.

Desde este pensamiento, los fariseos no entienden a Jesús, que nos presenta un Dios lleno de misericordia y abierto al perdón. Un Padre Dios que es primero Padre. Padre lleno de Amor y de perdón. Un Padre Dios que abre los brazos, nos acoge y espera que depositemos en Él toda nuestra confianza y toda nuestra fe.

Jesús nos habla de nuestro Padre Dios. Su Padre Dios, del que hace, Él, su Voluntad. Y nos lo presenta con la esperanza de que, creyendo en Él, creamos también en su Padre. Porque quien cree en el Hijo, cree también en el Padre.

Jesús nos habla de lo que el Padre nos tiene preparado a los que creen en su Hijo, y nos presenta un Padre amoroso, pendiente de cada uno de sus hijos a los que espera para darle la eterna felicidad en su Casa Celestial. Una espera que pasa por depositar nuestra fe en Jesús, el Hijo de Dios Verdadero.

lunes, 23 de marzo de 2015

CUANDO PRIMERO TE MIRAS TÚ MISMO

(Jn 8,1-11)


Las cosas se ven de otra manera si, primero, tratas de meterte dentro de ti mismo y ponerte en el lugar del otro. Supongo que eso fue lo que hicieron aquellos escribas y fariseos que llevaron delante de Jesús a aquella mujer sorprendida en adulterio.

Sorprendidos también por Jesús, aquellos escribas y fariseos, que habían aprovechado la oportunidad de poner a Jesús en un aprieto con el juicio de la mujer sorprendida en adulterio, quedaron desarmados ante la invitación de Jesús a ponerse en el lugar de aquella mujer. «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra»

Y no cabe ninguna duda que, mirados en su interior, se vieron también como tales pecadores sin ninguna diferencia con aquella mujer. Quizás a nosotros nos ocurre lo mismo. Basta mirarnos con un poco de paciencia y serenidad, para descubrir toda la suciedad que nos cubre y nos mancha todo nuestro corazón. Posiblemente esa mirada interior nos impedirá actuar de forma inquisidora y severa, y ser más misericordiosos.

Quisiera pararme en la despedida que Jesús le da a esa mujer: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». Jesús, que, sin condiciones, nos regala y ofrece su perdón, con un amor misericordioso, nos invita también a cambiar de vida. Ese ofrecimiento: ...y en adelante no peques más» implica un propósito y actitud de esfuerzo de no volver a pecar.

Danos Señor la Gracia de ser persistentes y perseverantes en el esfuerzo de mantenernos puros en vivir según tu Voluntad, y no volver a pecar. Amén.

domingo, 22 de marzo de 2015

SEÑOR, QUIERO CONOCERTE

(Jn 12,20-33)


Ese es el deseo de muchos hombres y mujeres. Yo diría de todos, porque conocer a un Hombre como Jesús del que se ha hablado, y se habla, mucho, y del que se dice que ha hecho muchos milagros y mucho bien, siempre interesa y despierta curiosidad.

Sí, creo que todos queremos conocerlo, pero ocurre que no queremos comprometernos con su Palabra y enseñanzas. Posiblemente no nos guste mucho lo que dice, o, gustándonos, no tengamos fuerzas para cambiar. Experimentamos que nuestra naturaleza caída nos supera y nos somete. Nos sentimos esclavos de nuestras propias pasiones y egoísmo, y nos resulta imposible seguir las enseñanzas del Señor.

No le entendemos y queriendo buscar la vida, la perdemos buscándola en este mundo. La vida, la verdadera vida necesita la muerte. Dicho de otro modo, para encontrar la vida hay que morir, porque sólo muriendo daremos los frutos que precisamente dan la vida. 

Siguiendo a Jesús, y viviendo en su Palabra, daremos nuestra vida aquí en la tierra para, de esos frutos, alcanzar la verdadera Vida del Cielo, eterna y plena de gozo y felicidad. La muerte no tiene la última palabra. Simplemente es el paso para encontrar la vida. Esa Vida que Jesús nos promete y que nos enseña el camino para conseguirla.

Señor, quiero conocerte para, lleno de tu Gracia, encontrar la fortaleza y la sabiduría de vencer mis apetencias y pecados, que por tu Perdón y Misericordia, me alumbrarán el camino de la verdadera y eterna Vida. Amén.

sábado, 21 de marzo de 2015

¡CONFUSIÓN!

(Jn 7,40-53)


La confusión nace de la interpretación, porque interpretar significa dar sentido a las palabras, y las palabras, a veces, esconden la verdadera intención de lo que tratan de transmitir. Interpretar la Escritura da lugar a confusión, porque muchas veces no se interpreta bien o se interpreta, valga la redundancia, según tu propio interés.

Está escrito que el Mesías que ha de venir será de la estirpe de David. Pero resulta que Jesús es galileo. Aparentemente, o no es el Mesías, o hay una contradicción con la Escritura. Esa es la tesis que confunde a la gente. Se preguntan cómo puede ser Jesús el Mesías siendo galileo y no de la casa de David.

Jesús es directo descendiente del linaje de David, porque su padre José pertenece a la estirpe de David. Sin embargo, la gente no va más allá de lo que tiene delante y dejan escapar la duda y arman la controversia. Posiblemente la buscan, para con ella sembrar dudas y armar confusión.

¿Qué nos ocurre a nosotros? ¿No nos sucede también algo parecido cuando ponemos en duda la Divinidad de Jesús? ¿No lo rechazamos muchas veces? ¿Acaso no llevamos la duda y la desconfianza sembrada en nuestro corazón por el pecado? 

Indudablemente, no somos mejores que los sumos sacerdotes y fariseos. Pidamos que sobre salga la luz y la fe en nuestros corazones, y reconozcamos que Jesús es el Mesías.