El problema de siempre consiste en que nadie, de nuestra propia naturaleza, puede proclamarse superior a nosotros, y menos Dios. La imagen y el origen son señas de identidad que califican a las personas. Y Jesús, hijo del carpintero de Nazaret, no puede nunca ser el Hijo de Dios. Porque es uno de los nuestros, y no de familia distinguida ni prestigiosa.
Pero Jesús remite a sus obras. Son sus obras las que testimonian su naturaleza Divina, sin embargo la soberbia les endurece el corazón y les ciega la vista. Y eso no es de ayer, porque también ocurre hoy. Muchos siguen cerrados a las obras y testimonios del amor del Señor. No quieren cambiar ni complicarse la vida. Es mejor seguir como estamos.
El ambiente se hace hostíl y la confusión es enorme. En esas circunstancias no es fácil creer en Jesús, porque todo lo tienes en contra. ¿No está ocurriendo eso en Irak, Siria, Nigeria y otros países? No hay gente que sufre, perseguida y despojadas de todo lo que poseen? ¿No hay gente encarcelada y condenada a morir, alejadas de sus familias, por mantenerse fieles al Señor. Se hace difícil decir que sí a Xto. Jesús.
Pero nosotros queremos mantenernos fieles a Ti, Señor. No queremos traicionarte, y menos negarte. Por eso te pedimos fuerza, valentía y perseverancia para continuar sostenido en Ti y soportar con paciencia todas las dificultades que encontremos en el camino. Danos esa Gracia, Jesús.
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